Elecciones generales del 10-N: una batalla con múltiples frentes
El marcaje entre Sánchez y Casado, el reparto de las pérdidas de Ciudadanos en la España interior y el impacto de Errejón, claves en una campaña llena de incertidumbre
Uno de los mantras más traídos en unas elecciones generales es que, en contra de la percepción más extendida, los partidos no se ciñen a una única campaña. Hay 52, tantas como circunscripciones. Cada una con sus particularidades. Lo que en una provincia es un tema sensible, como la despoblación en la España vaciada o el diseño de una nueva Política Agraria Común en la UE, resulta muy lejano en los grandes caladeros de voto urbano. La duración de la campaña, reducida a una semana en vez de las dos habituales tras la reforma de la ley electoral en 2016 en previsión de una nueva repetición electoral, ha provocado una situación inédita.
Los aspirantes a la presidencia del Gobierno en las decimoquintas elecciones generales desde la restauración de la democracia han priorizado los puntos estratégicos donde se juegan más diputados. Para ganarlos o no perderlos. Sin disimulo. La competencia de seis formaciones de implantación nacional —si contamos a Más País, que concurre por 18 circunscripciones— ha recrudecido la batalla por el voto. El resultado es un tablero político impredecible en el que decenas de escaños se jugarán a varias bandas en unos cientos de votos. Y muchas veces entre adversarios que no compiten por el mismo electorado. Tres ejemplos que afectan al PSOE, vencedor en abril: en Guadalajara se disputa el último escaño en juego, los denominados restos, con Vox; en Zamora lo hará con el PP y en Navarra con EH Bildu.
Dentro del todos contra todos, la campaña también ha dejado cancelaciones de última hora que implican una especie de renuncia implícita a luchar por escaños, como el tercero del PSOE en Zaragoza. Los socialistas se lo arrebataron en abril a Ciudadanos por 51 papeletas tras el recuento del voto exterior. Pedro Sánchez anuló el paseo previsto para el jueves en la ciudad. Pablo Casado sí acudió la víspera para pedir el “voto patriótico” al PP. “Los cambios de voto muy pequeños pueden suponer cambios políticos muy importantes. La consecuencia sería un cambio entre los bloques izquierda-derecha”, subraya Juan Rodríguez Teruel, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Valencia.
Sánchez y Casado se atan en corto. El presidente en funciones y el líder de la oposición han firmado dos campañas en paralelo. El recorrido de las caravanas del PSOE y del PP ha sido muy parecido. Por no decir idéntico en algunas jornadas. El bipartidismo eligió Sevilla como arranque. El día de Todos los Santos coincidieron en Álava y La Rioja. Mantuvieron el pulso el martes en Asturias y el jueves en Murcia y la Comunidad Valenciana. “Han seguido el plan de batalla tal cual estaba previsto. Han ido a la caza del votante de Ciudadanos y a por el escaño marginal en juego. Por eso están teniendo unas visitas muy parecidas”, explica Pablo Simón, profesor en la Universidad Carlos III de Madrid y editor de Politikon.
Cataluña, clave en el relato pero poco recorrida. La omnipresencia de la crisis territorial en el relato, sobre todo de la derecha, no se ha visto acompañada por una presencia masiva de los principales candidatos en la comunidad. Todos han cumplido el expediente con un acto en Barcelona. Los más simbólicos fueron la apertura de Vox y los cierres de Albert Rivera —lo normal para un partido que surgió en Cataluña— y Sánchez. Un gesto de enorme simbolismo —el PSOE suele cerrar en Madrid, aunque en las generales de abril lo hizo en Valencia— que pretende corresponder a las expectativas del PSC: los socialistas catalanes ven posible ser la fuerza más votada, aunque ERC les superaría en escaños.
Ninguno de los candidatos ha visitado las otras tres provincias catalanas, en las que Sánchez parte con ventaja al contar con la implantación del partido hermano de Miquel Iceta. El presidente en funciones ha repetido a lo largo de la campaña que el PP solo obtuvo en abril un escaño en Cataluña —el de Cayetana Álvarez de Toledo— y ninguno en Euskadi. Las caras largas de la delegación de Ciudadanos que regresaba este sábado a Madrid desde Barcelona hacían presagiar una debacle de difícil digestión en su misma casa.
A por los restos de Ciudadanos en la España interior. El naufragio de Rivera en las provincias que reparten hasta cinco escaños, concentradas en las dos Castillas, Aragón y parte de Extremadura, ha abierto una de las contiendas más decisivas e impredecibles del 10-N. Los 16 restos que el partido liberal obtuvo en estas circunscripciones el 28-A están entre las piezas más codiciadas por el PSOE, PP y Vox.
“El hundimiento de Ciudadanos en el interior es un festín al que estamos todos invitados, aunque esperamos llevarnos los entrantes, el primer plato y el segundo”, comenta un miembro del equipo de Casado. Sin embargo, la ultraderecha podría ser la más beneficiada: el partido de Abascal perdió el pulso por los restos en 11 de estas circunscripciones. Casi siempre frente a Ciudadanos pero también ante el PSOE. “Es muy probable que a Vox le vaya bien. Ser tercero en las circunscripciones de la meseta te da muchísima representación. Esa fue parte del éxito de Ciudadanos en abril. Con los márgenes actuales de Vox, el efecto de abril lo tendrá el partido de Abascal en lugar del de Rivera. De hecho, el candidato de Ciudadanos apenas ha ido a estas provincias”, expone José Fernández-Albertos, politólogo del CSIC.
Un factor regional muy a tener en cuenta es la huelga de funcionarios por las 35 horas en Castilla y León del pasado miércoles, dirigida contra el Ejecutivo autonómico de coalición que preside Alfonso Fernández Mañueco (PP), pero cuya consejera de Sanidad es Verónica Casado (Ciudadanos).
Demasiadas provincias para Íñigo Errejón. La expectación inicial que causó la candidatura al Congreso del ex número dos de Pablo Iglesias en pleno intercambio de reproches entre PSOE y Unidas Podemos por la repetición electoral se ha terminado desinflando. Más País corre el riesgo de convertirse en una especie de partido madrileño aunque también puede aprovechar el tirón de Compromís en la Comunidad Valenciana, donde el 28-A pasó de cuatro escaños a uno y ahora podría obtener tres. “Beso de monja y pedo de fraile, todo es aire”, definió Óscar Puente, alcalde de Valladolid y miembro de la dirección del PSOE, a la plataforma de Errejón a finales de septiembre. Entonces las encuestas le otorgaban una docena de diputados. En Más País admiten que el escaño de Inés Sabanés, tercera por Madrid, no está amarrado. Lo mismo sucede con Carolina Bescansa, cabeza de lista por A Coruña. Si llega al 3% en Barcelona, puede arañar otro. El enigma es si su competencia restará escaños a la izquierda en las provincias donde no logre representación.
La resistencia de Unidas Podemos. La capacidad de aguante de Iglesias y sus confluencias ya la veían venir en La Moncloa los días previos a la exhumación de Franco. “Les quedan los irreductibles”, zanjaba con cierta sorpresa un cargo muy respetado del Gobierno. El suelo del grupo confederal parece más alto del que en el PSOE preveían. El desempeño de Iglesias e Irene Montero en los debates televisados también ha elevado el ánimo. La sensación es que la pérdida más contundente de escaños la sufrieron en abril, cuando cayeron de 71 a 42.
Una de las ventajas de estar descentralizado y tener a las confluencias es que les permite repartirse a sus diferentes cabezas de cartel, como sucede con Alberto Garzón, el coordinador federal de IU. También se ha cuidado la implantación en Galicia y Baleares. En cambio, no ha hecho demasiada campaña en la Comunidad Valenciana. Los recursos son limitados y se da por sentado que Compromís saldrá fortalecido del 10-N.
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