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“En Colombia era más fácil negociar: teníamos tiempo”

Enrique Santiago, diputado de Unidas Podemos y clave en el proceso de paz colombiano, se erige como protagonista de las negociaciones

El diputado Enrique Santiago (izquierda), junto al líder de Podemos, Pablo Iglesias, en el Congreso. En vídeo, declaraciones de Santiago el pasado 26 de agosto.
Manuel Jabois

Cuando el jueves por la tarde se disolvió la reunión entre los equipos negociadores de PSOE y Podemos, cuatro horas y media “sin ningún avance”, según las dos delegaciones, dirigentes de Podemos como Ione Belarra y Pablo Echenique expresaron en privado su enfado ante la postura “inamovible” de los socialistas (“así no vamos a ninguna parte, no hay nada que hacer”) y uno, Enrique Santiago, se mostraba más tranquilo. Es la primera reunión, dijo a su entorno, ¿por qué se habría de ceder lo importante en la primera? “Nadie de las FARC”, dijo en otra ocasión, “se sentó a negociar con el Gobierno para entrar en la cárcel, pero sabíamos que no se conseguiría la amnistía el primer día”.

Santiago, abogado de la guerrilla colombiana, fue fundamental para conseguir la paz en Colombia y ahora se erige como pieza clave para que España tenga un Gobierno de izquierdas. Pesa su experiencia y algo más importante, su pertenencia a Izquierda Unida y su condición de secretario general del PCE. La relación entre PSOE y Podemos es tan mala que, al contrario, se percibe buena la del PSOE con IU solamente, como bromeó hace días un dirigente, por “ser educados”.

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“Yo no sé si tenemos más sintonía o no”, dice Santiago. “Lo que hay es una práctica más habitual de reuniones, y es más sencillo establecer marcos de diálogo. Nos conocemos más. Pero tampoco diría más confianza”. Y remata: “Cuando Pedro Sánchez salió en su día a decir que le daban más confianza comunistas en su Gobierno que gente de Podemos, yo me desmayaba de la risa. El programa de Podemos es bastante parecido al de cualquier partido socialdemócrata”.

Una de las tres negociadoras del PSOE dice a este periódico que el jueves Santiago parecía, más que un negociador de la otra parte (Unidas Podemos), un mediador. “Las dos primeras horas de la reunión fueron un continuo intercambio de reproches”, dice esta política. “Lo paró él diciendo: ‘Muy bien. Ya sabemos cuáles son nuestras diferencias, ahora vamos a buscar qué tenemos en común’. Su papel en esa reunión fue, más bien, el de engrasar la confianza de unos y otros, y permitir que hablásemos todos y tratásemos de avanzar poco a poco”. “Yo no creo que la reunión no sirviese para nada. Para todo lo que había pasado en julio fue una reunión bastante constructiva por ambas partes”, cuenta el propio Santiago.

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Una foto de abril de 2017 en Gernika. Sergio Jaramillo (Bogotá, 1966) y Enrique Santiago (Madrid, 1964) juntos, sosteniendo cada uno el premio Gernika Paz y Reconciliación. Jaramillo lo hace en nombre del entonces presidente colombiano, Juan Manuel Santos; Santiago, en delegación de Timochenko, último comandante en jefe de las FARC. Los dos no pueden ser más diferentes y su relación personal más tensa, y sin embargo, junto a otros de esferas distintas como ellos, consiguieron firmar un acuerdo de paz.

Jaramillo es un hombre de grandes capitales, bon vivant, maneja seis idiomas y habla el lenguaje de la diplomacia, cuidadoso y eufemístico; Santiago es madrileño (se ha criado entre Manuel Becerra, Ventas y Guindalera), acento castizo que llamaba la atención en Colombia, y su lenguaje directo alejado de circunloquios lo convertía muchas mañanas en trending topic en Twitter de ese país. El programa de radio que lo conseguía a primera hora para hablar del proceso de paz marcaba la agenda del día: Santiago no se andaba por las ramas.

“Soy directo, quizá sea un error, pero es como soy. Se puede estar en desacuerdo conmigo pero nadie me puede decir que lo he engañado”, comenta a EL PAÍS en una pausa del comité central del Partido Comunista de España. Abogado puntilloso hasta la extenuación —suya fue la arquitectura jurídica transicional de Colombia en lo relativo a las FARC y su conversión en partido político—, Santiago empezó por acercarse a las negociaciones de paz a petición de la exsenadora Piedad Córdoba como asesor externo; el último año fue uno más en el proceso y pieza fundamental en los asuntos más delicados: lo relacionado con las víctimas y la justicia, lo relacionado con la amnistía de miles de guerrilleros.

Su relación con Colombia empezó como secretario general de la Comisión de Ayuda al Refugiado (CEAR), desde donde se atendió el asilo de cientos de colombianos, entre ellos muchos familiares de miembros de las FARC. Al final del proceso de paz apenas salió de La Habana, escenario de las últimas conversaciones; cuando lo hacía, era por un asunto profesional que lo llevó a lo personal: el caso Bárcenas, que siguió al detalle como abogado de IU. Quienes lo conocen lo califican de testarudo, ortodoxo en sus planteamientos, comunista desde su juventud; un perfil duro que, sin embargo, funciona en las negociaciones con contrarios. ¿Por qué?

El senador colombiano Iván Cepeda es amigo personal de Santiago desde 1994, cuando tras el asesinato de su padre —Manuel Cepeda, senador comunista tiroteado en la calle por un grupo paramilitar; fue encontrado por su hijo acribillado en el coche— emprendió una gira por Europa y terminó conociendo a Santiago en Madrid. “Tiene un vasto conocimiento de la política y el derecho; eso le permite negociar muy bien sin traicionar principios fundamentales. Yo no le veo ortodoxo. En La Habana jugó un papel central porque el acuerdo jurídico logrado es inédito en el mundo”, dice este senador, al que le parece “deplorable” el regreso de dos exlíderes de las FARC a las armas anunciado esta semana.

“Para la izquierda de este país sería muy trágico no ponerse de acuerdo y que se le facilitase el camino a la derecha”, dice Santiago. “La situación es muy complicada. Pero veo posibilidades de llegar a acuerdos”.

Pregunta: No más complicada de lo que estaba en Colombia.

Respuesta: Bueno, son cosas distintas.

P: Distintas en el contexto e iguales como cualquier negociación, sea de paz, de coalición de gobierno o de lo que sea: hay que ceder.

R. Pues te diría que es más complicado lo que tenemos entre manos en España. Porque es más difícil que se pretenda negociar sobre algo tan serio en tan poco tiempo. He insistido mucho en que desde principios de agosto estuviésemos trabajando con el PSOE y viéndonos. El tiempo y las horas de conversación aclaran muchos malentendidos. Sobre todo cuando vienes de intentos fallidos y de desconfianza. Estamos mejor que en julio. Lo que era una locura era negociar el Gobierno de un país en 48 horas. No es ni serio. Estamos mejor: tenemos dos semanas. En ese sentido era más fácil el proceso de paz de Colombia: teníamos todo el tiempo del mundo. No había una línea roja.

El Woodstock de las FARC y entrevistas

La X Conferencia de las FARC, la última tras la firma de los acuerdos —esta semana se supo que dos de sus líderes, expulsados del grupo, anunciaban que retomaban las armas— se celebró en Llanos del Llarí y tuvo toda la apariencia de una suerte de Woodstock, con actuaciones musicales, venta de souvenirs y zona de camping; un territorio en el que poder vivir "la experiencia guerrillera", como describió en este diario la corresponsal Ana Marcos. Por allí, mimetizado hasta en los colores (pantalones caqui, cazadora), se paseó unos días el abogado Enrique Santiago. La confrontación en Colombia se prolongó más de medio siglo y dejó más de siete millones de víctimas. La dificultad. "Los máximos responsables de los crímenes cometidos durante el conflicto no son únicamente quienes han empuñado las armas", dijo Santiago a la revista colombiana Semanaen una de sus (muchas) entrevistas polémicas.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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