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Ceuta y Melilla acaparan casi la mitad de los rechazos en frontera de la UE

Los pasos fronterizos de las ciudades autónomas suman casi la mitad de todos los rechazos registrados en la UE

Control en la frontera española en Melilla.
Control en la frontera española en Melilla. Antonio Ruiz
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Cerca de medio millón de personas se quedaron el año pasado a las puertas de Europa y casi la mitad de ellas tuvo que darse media vuelta en fronteras españolas. El 97% de las 230.540 personas rechazadas en territorio nacional eran marroquíes intentando entrar en territorio comunitario a través de Ceuta y Melilla. Los números, los más recientes publicados por Eurostat, reflejan el desafío fronterizo de ambas ciudades autónomas. “Aunque menos visibles que las pateras, Ceuta y Melilla son el espacio más complejo en términos de control migratorio”, ilustra la directora de políticas migratorias de la consultora Instrategies, Gemma Pinyol.

España continúa ejerciendo así de gendarme entre África y Europa, en una de las fronteras más desiguales del mundo. Desde 2008, no hay ningún país que alcance cotas de denegaciones en frontera de seis cifras. España encabeza los rechazos en frontera, aunque no es la principal puerta de entrada. Según las últimas cifras disponibles de 2017 es el tercer Estado miembro en número de llegadas regulares, con un 13% del total.

Tras España, y con números considerablemente más modestos, Francia (70.400) y Polonia (53.700) registraron el año pasado las cifras más altas de rechazos en frontera. Los tres juntos suman el 75% de los rechazos en frontera de toda la UE.

Las fronteras en cifras

- La Unión Europea rechazó en sus fronteras a 471.000 ciudadanos no comunitarios

- España fue responsable de denegar la entrada a casi la mitad, más de 230 500 personas

- El 97% de los rechazados, 223.500 personas, son marroquíes intentando entrar en Ceuta y Melilla

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Las denegaciones de entrada en España alcanzaron en 2008 el tope de la década, con 510.000 rechazos, un 80% del total comunitario. Las cifras caen desde entonces, coincidiendo con los peores años de la crisis económica, y no vuelven a crecer hasta 2016, cuando Europa se convierte en destino de cientos de miles de personas procedentes de algunos de los países más peligrosos del mundo, como Siria e Irak. “Gestionar las migraciones desde la frontera es confirmar que no se han planteado debates más consistentes y complicados antes. Reaccionar en frontera es una disfunción de la política migratoria”, observa Pinyol.

La frontera terrestre ha sido siempre el lugar más complicado para el control de los flujos migratorios. En Melilla y Ceuta, los únicos accesos por tierra entre África y la Unión Europea, los medios son escasos y el tránsito, gigantesco. Más 32.000 personas entran diariamente por los pasos del Tarajal, en Ceuta, y Beni Ensar y Farhana, en Melilla, según los datos oficiales de 2017 facilitados al diputado de EH-Bildu, Jon Iñarritu, en una pregunta parlamentaria. A los peatones se suma el número oficioso de vehículos, entre 15.000 y 20.000 al día entre las dos ciudades. San Ysidro, considerada la frontera más concurrida del mundo, que comunica San Diego, en California, con Tijuana, en México, registra la entrada diaria de unas 25.000 personas y 50.000 vehículos.

Una frontera obsoleta

Pese a su función estratégica, las infraestructuras fronterizas de Ceuta y Melilla, construidas en 1988, están obsoletas y deterioradas. Lo afirma el propio Gobierno, que acaba de aprobar un plan de 32 millones de euros, para modernizarlas. El proyecto contempla la instalación de un sistema de reconocimiento facial para aumentar la seguridad y agilizar los trámites de control. “La frontera de Ceuta es una asignatura pendiente tanto del Gobierno central como de la Unión Europea”, reivindica el presidente de la ciudad autónoma, Juan Vivas (PP), que lleva 20 años repitiendo lo mismo a todos los presidentes del Gobierno, de derecha e izquierda. “En mis reuniones tanto con Mariano Rajoy, primero, como con Pedro Sánchez, después, la frontera siempre ha sido una prioridad porque consideramos que es una cuestión de Estado”.

Ambas ciudades autónomas reivindican, también desde hace años, más personal que facilite el paso a través de los pasos habilitados, a menudo saturados. En los dos enclaves es constante el tránsito de viajeros procedentes de ciudades europeas con destino a Marruecos y otros países del Magreb y de trabajadores transfronterizos que residen en localidades al otro lado de las fronteras. Y a ello se suma la presión migratoria irregular. "Las de Ceuta y Melilla son las dos únicas fronteras terrestres de Europa en África y requieren de una respuesta ágil y eficaz en cuanto a infraestructuras, medios humanos y tecnológicos, adecuados a su singularidad”, insiste Vivas.

En Beni Ensar, la instalación de las primeras cámaras de reconocimiento facial ha concluido este mes, según la Delegación del Gobierno en Melilla. “Estamos iniciando lo que va a ser la frontera inteligente”, comentaba a comienzos de julio Sabrina Moh, delegada del Gobierno en Melilla, “llevábamos mucho tiempo sin una inversión importante en frontera, hablamos del año 2006, ya era hora de que se invirtiera para mejorar este paso de Beni Ensar por el que pasan tantas personas y vehículos”.

España, décimo país de la UE en denegación de visados

Otra fórmula que tiene la UE para frenar los flujos migratorios es la concesión de visados. El año pasado, los consulados de los países del espacio Schengen recibieron más de 16 millones de solicitudes para poder viajar a la UE y 9,6% de ellas fueron rechazadas. España, según el portal de estadísticas Schengen Visa Info, es el décimo país que más visados ha rechazado. Recibió 1.701.783 solicitudes y negó 157.532, un 9,3%.

El resto de fronteras españolas también tiene un papel relevante en el conjunto de la UE. Las fronteras marítimas, donde se ha impedido la entrada a cerca de 2.000 personas, sitúan a España en segundo lugar tras Reino Unido, que bloqueó la entrada de 5.000 personas. Si el recorte se reduce a la frontera aérea, España, con 7.045 rechazos, ocupa el tercer lugar entre sus socios europeos. Los aeropuertos de Reino Unido y Francia tienen los mayores registros con cerca de 10.000 personas cada uno.

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