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PP y Ciudadanos: dos estrategias ante la extrema derecha

Ambos partidos afrontan la irrupción de Vox de distinta manera: mientras Casado rentabiliza sus pactos, Rivera se relaciona con incomodidad

Albert Rivera en el comite ejecutivo de Ciudadanos, en la sede del partido, este lunes.
Albert Rivera en el comite ejecutivo de Ciudadanos, en la sede del partido, este lunes.Samuel Sanchez (EL PAÍS)

La irrupción de Vox en el tablero político ha afectado de lleno a los dos partidos políticos con el que se disputan el mismo electorado: tanto el PP como Ciudadanos han cedido parte de sus apoyos a la formación de Santiago Abascal. Pero ambas formaciones se han enfrentado de manera muy diferente al nuevo rival y, cumplido el trámite de las urnas, potencial aliado con el que firmar pactos que les permitan arrebatar poder autonómico y municipal a la izquierda. Los populares, pese a los tira y afloja, han normalizado y de momento han logrado sacar partido a su trato con Vox. En el caso de Cs, se trata de una relación mucho más tormentosa.

El PP y Vox. La relación ha pasado por varias etapas. En sus inicios, los populares blanquearon a la formación de Santiago Abascal. “Se escucha a tanta gente hablar de Vox como un partido peligroso, pero Podemos ha defendido la historia criminal etarra, a la dictadura de Nicolás Maduro, proponía expropiaciones forzosas, decía que había que ir a la caza de los de derechas”, decía Pablo Casado el pasado diciembre, tras las elecciones andaluzas. A principios de enero, Vox presentó sus exigencias para permitir la investidura del popular Juan Manuel Moreno en Andalucía: un listado de 19 puntos en los que incluía la eliminación de las leyes de violencia de género y LGTBI. Pero eso quedó en un susto, porque a las 24 horas retiró esas exigencias y firmó una lista muy rebajada, con medidas coincidentes con el ideario del PP.

Los populares habían logrado arrebatar Andalucía al PSOE negociando por separado con Vox y Cs, y han repetido la fórmula tras las elecciones autonómicas y municipales del 26 de mayo. Tras un paréntesis motivado por la debacle en las generales en el que Casado llamó “extrema derecha” y criticó con dureza a Abascal —“debe mucho a este partido, del que ha estado cobrando de chiringuitos y mamandurrias”—, volvió la normalidad. Los populares han arrebatado a Manuela Carmena el Ayuntamiento de Madrid, y Vox, que prometió que no permitía que se repitiera la “vía andaluza”, apenas ha arrancado puestos de poder en los pactos.

Cs y Vox. El partido de Albert Rivera tiene un relación tortuosa con la extrema derecha. Cs se siente incómodo con Vox y ha intentado no suscribir acuerdos ni compartir gobiernos. Ese fue el mandato de la ejecutiva, aunque en la práctica el partido ha entrado en los pactos indirectos —el PP pacta con Vox, y Cs lo admite— e incluso en algún acuerdo directo, como en Palencia. Lo que de momento sí ha conseguido es no compartir gobiernos con Vox: aunque estaba dispuesto a hacerlo en juntas de distrito del Ayuntamiento de Madrid, la ruptura de Vox evita esa concesión. En la Comunidad, el líder de Cs, Ignacio Aguado, mantiene firme su negativa a que Vox entre en consejerías u en otros niveles de la Adminstración.

Cs ha empezado a desarrollar la idea de que Vox no es una extrema derecha análoga a la de otros países europeos. La portavoz Inés Arrimadas defiende que Vox es solo “ultraconservador”. Pero esa relación le ha costado ya algún disgusto con su gran socio en Bruselas, Emmanuel Macron.

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