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Manuel Charlín, el capo pirómano

Inquilinos del patriarca de Los Charlines, para quien el fuego ha sido siempre una táctica de intimidación, lo denuncian por quemarles un coche para que dejen su piso

Manuel Charlín, el pasado septiembre en una terraza de Vilanova de Arousa.
Manuel Charlín, el pasado septiembre en una terraza de Vilanova de Arousa.ÓSCAR CORRAL

Es uno de los patrones del narco gallego y no ha dejado de protagonizar titulares desde que salió de la cárcel en 2010. Manuel Charlín, el incorregible capo de 86 años, sigue envuelto en asuntos de blanqueo y tráfico de cocaína e incluso fue denunciado por abusos sexuales a una menor. Hace unos meses, él y uno de sus hijos recibieron una sonada paliza de unos presuntos traficantes sudamericanos en su propia casa. Ahora está involucrado en el incendio de dos coches que aparecieron calcinados en medio de su pueblo, Vilanova de Arousa (Pontevedra), la madrugada del pasado domingo.

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Este último episodio fue la mecha de otra denuncia contra el viejo narco por parte de una inquilina de un edificio que Charlín heredó junto a sus hermanos José Luis y José Benito, y donde se crió la extensa prole del clan de Los Charlines en la década de los años setenta. La mujer le ha acusado de agredirla en el rellano del edificio con un alicate y hostigarla para que ella y su familia se marchen del piso. Por eso ella sospecha que le prendieron fuego al coche de su padrastro y que las llamas alcanzaron al que estaba detrás aparcado.

La denunciante ha relatado en el juzgado que “don Manuel el casero” ya ha tenido varios enfrentamientos con ella y otros vecinos hasta el punto de cortarles la luz y el agua. El detonante, dice, fue el hecho de que su familia le pidiera a Charlín un contrato de arrendamiento después de llevar varios años pagándole en mano. Ella ha solicitado una orden de alejamiento para el capo pero la juez la ha rechazado hasta que no se aclaren los hechos.

Charlín ha empleado toda su artillería para defenderse. Ha acusado a los inquilinos de “okupas”, porque “llevan más de tres años sin pagar un duro, ni los gastos corrientes”. También ha negado en el juzgado tanto la agresión como el incendio de los coches. “Aquí el único perjudicado soy yo y no hay contrato que valga”, ha declarado.

El incidente lleva el sello intimidatorio del clan para imponer sus normas que ha dejado huella en el historial de su patriarca. A principios de los años sesenta, Manuel Charlín fue multado por contrabando de dinamita que había traído de Portugal, según consta en la denuncia judicial, cuando este ya controlaba una de las bandas más importantes del contrabando de tabaco.

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En junio de 1980, una bomba de fabricación casera reventó la puerta de la casa de otro afamado contrabandista y narcotraficante, Manuel Carballo, El Gavilán, fallecido hace un año. El artefacto explosivo estaba compuesto por uno o dos cartuchos de dinamita, según el atestado de la Guardia Civil que apuntaba en sus pesquisas que la mano de Charlín estaba detrás del atentado. Sospechaban de él porque Los Charlines habían acusado a Carballo de traicionarlos al delatar varias de sus descargas a la Benemérita.

Otra de las diferencias que zanjó Charlín con sus rivales prendiendo la mecha fue en 1981, cuando quemó una planeadora de la banda de Los Pimpos. La escaramuza quedó recogida en otro atestado de la Guardia Civil y la presunta agresión del capo a José Luis Martínez, Pimpo, al que acusaba de haberle robado el depósito de gasolina de un motor fueraborda. Luego Charlín denunció a Pimpo por presentarse en el cocedero de mariscos Charpo (la tapadera del clan) armado con una escopeta, aunque el de Vilanova sacó también su arma, una pistola que ocultaba en el bolsillo del pantalón.

En noviembre de 2004 apareció calcinado el coche del narco arrepentido Manuel Fernández Padín, cuyas confesiones como exmiembro de la organización llevaron al capo al macrojuicio de la Operación Nécora. Padín se encontraba en Vilanova de visita esporádica, cuando vivía aislado y con escolta como testigo protegido. La furgoneta Ford Transit estaba aparcada delante de la casa de Padín cuando de repente comenzó a arder. Aunque la investigación nunca pudo aclarar aquel suceso, el arrepentido siempre denunció que había sido “un aviso” de Los Charlines para que no regresase a los territorios del clan.

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