Abascal desafía su techo electoral y busca el voto de izquierdas
Vox se presenta como un "movimiento patriótico" y no una mera "escisión del PP"
La gente se pone en pie y aplaude a rabiar cuando Santiago Abascal promete que la policía echará "de una patada en el culo" a quienes okupen una vivienda, sin necesidad de engorrosos trámites judiciales. “Está claro que no sois comunistas ¡Cómo os habéis levantado por la propiedad privada!”, exclama el orador entre sorprendido y divertido.
Pese a la lluvia, el Palacio de Congreso de Sevilla (FIBES) está abarrotado. Más de 3.500 personas dentro y varios cientos fuera, a los que el líder de Vox se dirige por megáfono. Ningún otro partido, ni siquiera los socialistas que durante décadas tuvieron aquí su feudo, consigue tal éxito de convocatoria.
Abascal va desgranando sus mensajes y observa cómo los recibe el auditorio. Envueltos todos en la bandera de España, desfilan sus insultos al presidente Sánchez (traidor es lo más suave), a la ”derechita cobarde” (PP) y la “veleta naranja” (Ciudadanos). También contra la Ley de Memoria Histórica o a la de Violencia de Género. Con quienes más empatiza es con los pequeños comerciantes, preocupados por la inseguridad, que él asocia con la inmigración irregular, o los “impuestos confiscatorios”, que amenazan la continuidad de los negocios familiares. No en vano sus padres tenían una tienda de ropa en Amurrio (Álava).
Abascal no hace pronósticos sobre los resultados electorales. Se limita a decir que Vox ya ha ganado, “saque nueve diputados o 90”, porque ha puesto encima de la mesa temas que estaban fuera de la agenda política (desde el desmontaje del Estado de las autonomías a la caza o la tauromaquia). “El genio ha salido de la lámpara y ya no hay manera de volver a meterlo dentro”, advierte.Añade, eso sí, que el domingo “va a pasar algo grande” y que “muchas empresas demoscópicas tendrán que cerrar cuando se conozcan los resultados”. Las encuestas dan a Vox entre el 10 y el 15% de los votos.
La cuestión está en saber si la movilización sin parangón que Vox consigue en sus actos de campaña (el “movimiento patriótico”, lo denomina Abascal) llenará la urnas de papeletas y si logrará arrastrar a nuevos electores, más allá de los desencantados con el PP.
La eclosión de Vox en las elecciones andaluzas de diciembre pasado, con 12 diputados, sorprendió a todos los observadores. Sin embargo, no se produjo un aumento de los votos del bloque de la derecha: la suma de PP, Cs y Vox obtuvo 1,8 millones de sufragios; 400.000 más que en las autonómicas de 2015; pero 200.000 menos que en las generales de 2016. La diferencia estuvo en la distribución interna y la abstención de la izquierda.
El último partido español con representación parlamentaria que defendió posiciones próximas a las de Vox fue Alianza Popular, cuyo techo electoral se situó en el 26% de los votos en 1986. Solo lo rompió José María Aznar cuando tomó el timón del partido de la derecha y le dio un giro al centro, rebautizándolo como PP.
David, de 65 años, dueño de una pequeña empresa subsidiaria de la construcción, votó a Felipe González en los años ochenta, al PP en las dos últimas décadas y a Vox en diciembre pasado. Reconoce que Rivera le gusta y que se identifica con muchas de las cosas que dice, pero no se fía de Ciudadanos después de que apoyara a Susana Díaz en la pasada legislatura. Tabién admite que Pablo Casado supone un cambio respecto a la "blandura" de Rajoy, pero estima que aún está "demasiado verde". Así que el domingo votará a Abascal, aunque no comparte algunas de sus posiciones. "Hay que darle una oportunidad", alega, "y para quedarse en la mitad hay que salir a por todas". Es el mismo argumento que emplearon muchos catalanes para apoyar el órdago independentista.
Abascal sostiene que Vox no es “una escisión del PP" ni "el PP auténtico" sino un “movimiento patriótico”, de carácter transversal, en la que caben gentes de distintas ideologías políticas, y hace guiños a los tradicionales votantes de izquierdas aludiendo al PSOE como el Partido Socialista ni Obrero ni Español, porque habría traicionado a unos y otros.
Sin embargo, a la hora de confeccionar las listas electorales, Abascal ha renunciado a fichar a personajes del otro lado del espectro político y ha primado a sus más fieles, prefiriendo mantener el control de un partido en creciemiento geométrico antes que ensanchar su base ideológica.
Confía en que sean los errores de una izquierda que, a su juicio, se ha desentendido de las problemas de las clases más humildes para embarcarse en batallas “elitistas” (“los pescadores de Barbate están preocupados por los derechos de las mascotas o los micromachismos”, ironiza su cabeza de lista por Cádiz, el general Agustín Rosety) los que acaben echando en sus brazos a los trabajadores. Sin que tenga que cambiar un ápice de su programa económico ultraliberal.
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