Gracias, José Pedro
Fue un hombre leal que practicó esta lealtad aceptando todo lo que ello pudiera suponer de restricción o limitación a sus propias consideraciones
En la madrugada de este miércoles día 6, recibía una llamada que me informaba del fallecimiento de José Pedro Pérez-Llorca. Hacía días que su salud era motivo de preocupación para toda su familia y amigos. Sabíamos de sus dificultades, pero queríamos mantenerlas bajo un cierto secreto construido con cariño, solidaridad y respeto. Ya en los últimos actos de conmemoración del 40º Aniversario de la Constitución compartí con él su propia debilidad que, en modo alguno, afectó a la brillantez de sus intervenciones y reflexiones. Cabeza brillante, cuerpo débil; pero siempre aquella sonrisa que te aproximaba a su mundo, desde la ironía y el comentario crítico junto a la ilusión por estar, por vivir, por debatir, por participar.
El papel de José Pedro en todo el proceso de la Transición democrática fue de extraordinaria relevancia. Su capacidad negociadora, su manera de comprender y practicar la acción política, su disposición a situarse en el terreno de los demás para comprenderles en la defensa de sus respectivas posiciones y así acercar las suyas a propuestas conciliadoras, fue de extraordinaria importancia. Especialmente cuando en muchas ocasiones toda esta capacidad negociadora la puso al servicio incluso de propuestas que no compartía plenamente pero que su fidelidad al proyecto que servía le obligaba a defender. Fue un hombre leal al Gobierno de Suárez y fue un hombre que practicó esta lealtad aceptando todo lo que ello pudiera suponer de restricción o limitación a sus propias consideraciones. Hombre de Estado, en el que sus orígenes gaditanos ya auguraban su deseo de enlazar lo que fue la Constitución de Cádiz de 1812 con la nueva realidad de la España democrática de 1978.
No debería olvidarse en modo alguno el importantísimo papel que José Pedro Pérez-Llorca jugó en la europeización de España desde su paso por el Ministerio de Asuntos Exteriores, siguiendo los caminos abiertos por Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo-Sotelo. En este campo también su labor fue fundamental, estableciendo relaciones sólidas con sus homólogos europeos, abriendo caminos de colaboración diplomática que se proyectaron mucho más allá en el tiempo de su paso por el Ministerio. Esta era también su forma de actuar: trabajar para España más que para un Gobierno en concreto y así los que le sucedieron pudieron aprovecharse de los caminos que él había abierto.
Pérez-Llorca vivía ahora con preocupación los avatares de la política española y con ocasión del 40º Aniversario de la Constitución puso de manifiesto algunas de sus reflexiones críticas, especialmente en una brillante intervención en un acto en el Tribunal Constitucional. Me decía al terminar el acto: “Es que ahora me duele lo que está pasando y me interrogo sobre saber si tenemos alguna responsabilidad de todo ello”. Deberíamos tranquilizarle: su labor no está en el origen de ninguna situación conflictiva actual, sino todo lo contrario. Él puso las bases y las previsiones para que la evolución fuera distinta y si las cosas a veces no han salido como él hubiera deseado, muy lejos de su responsabilidad están.
España le debe mucho a José Pedro Pérez-Llorca. No únicamente por su trayectoria política sino también por sus aportaciones al campo de los servicios jurídicos profesionales. Cuando abandonó la política constituyó un despacho profesional que honra a la abogacía por su gran calidad y riguroso sentido de la ética profesional. Ese no es un tema menor en su trayectoria vital, por cuanto en el fondo él era un hombre de derecho con un arraigado espíritu de justicia y muy buen conocedor de la historia del derecho español. Esta era otra forma de servir para él los intereses del país, dando a su actividad profesional el valor de una aportación para su modernidad y su proyección internacional.
Y es más, no contento con todo cuanto queda dicho, al asumir la Presidencia del Museo del Prado, atendió a otra de sus grandes vocaciones que era la del servicio a la Cultura. A esta tarea dedicó mucha parte de su tiempo más reciente dando al Museo un nuevo impulso que benefició al patrimonio artístico español.
A todo ello y mucho más sirvió José Pedro Pérez-Llorca. Con su estilo, con su proximidad, con su amabilidad, con su señorío. Serán muchos los que le echarán de menos y será ahora el momento de preguntarnos todos cómo podríamos aprovechar su ejemplo para recuperar los mejores valores de la convivencia y la libertad. Si José Pedro sabía que la base de la democracia está en el respeto a las ideas de los demás, él lo practicó; si conocía de los riesgos de repetir la Historia, él intentó evitarlo; si sabía de la necesidad de construir desde el pacto, él lo hizo siempre posible.
La Constitución fue el resultado de un gran esfuerzo colectivo; de toda la ciudadanía. Pero José Pedro, como el que más, supo interpretarla y traducirla en norma. Desde la discreción, desde la serenidad y desde el sacrificio. Esta era su manera de entender la política. Esta era la manera de entender cómo practicarla.
Un orgullo para todos y muy especialmente para Carmen, para Pedro y para Carmen.
Gracias, José Pedro.
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