El coraje de Teresa, la española que sufrió en Armenia su propio ‘No sin mi hija’
El padre secuestró al niño en Madrid y se lo llevó en avión pese a una orden judicial de cierre de fronteras
Teresa P. L. no fue a ninguna televisión a pedir ayuda para buscar a su hijo de cinco años. Vivió en silencio una dura odisea de casi dos años antes de localizarle en el Cáucaso, a 4.081 kilómetros de Madrid. Su exmarido, exdiplomático de la República Checa, lo secuestró en Madrid aprovechando un régimen judicial de visitas y lo escondió en un pequeño pueblo de Armenia fronterizo con Azerbaiyán, allí donde el olor a guerra nunca desaparece. "Estaba sin escolarizar, sin revisiones médicas e inmerso en una cultura totalmente diferente...", describe la madre en una denuncia en la que detalla el sufrimiento vivido hasta encontrarle, y del que se podría extraer un guion que no envidiaría al de la película de Brian Gilbert No sin mi hija.
Cuando el hijo de Teresa fue secuestrado hablaba español; al encontrarlo y volver a abrazarle se dirigía a ella en ruso
Cuando secuestraron al hijo de Teresa, el niño hablaba español; cuando pudo abrazarlo de nuevo, mucho tiempo después, se dirigía a ella en ruso. Su historia es la de una funcionaria española que se separó de su marido harta de turbulencias matrimoniales. Teresa dejó el domicilio de Praga y se instaló con el menor en Madrid. El 11 de julio de 2013, el Juzgado 93 de Madrid le otorgó la custodia del menor y permitió al padre visitarle un fin de semana al mes, pero sin pernocta. Teresa intuía —había recibido mensajes en ese sentido— que la intención de su exmarido era llevarse al pequeño de España. Y expresó sus miedos al juez, que puso varias condiciones al padre para visitar al niño, entre ellas, que un tercero del entorno familiar de ella debía acompañarle mientras estuviera con el niño en Madrid.
El padre dice que llevó a su hijo a Praga "con pasaporte válido"
El padre denunciado por la sustracción de su hijo asegura que fue su exesposa la que, inicialmente, secuestró al menor en Praga y se lo llevó a Madrid. “[El menor] vivió desde su nacimiento en Praga, y su madre (…) lo secuestró [y se lo llevó] a España. Yo, como padre, pedí el retorno de [mi] hijo y la custodia compartida después del divorcio, pero la justicia consideró [a] mi hijo como propiedad de la madre”.
Admite que, pese a las sentencias dictadas en España dándole la custodia a la madre y permitiéndole a él estar con el menor un fin de semana al mes (y la prohibición judicial de que el menor saliese de España, con cierre judicial de fronteras incluido), lo subió en Madrid en un avión con destino a Praga y desde allí lo llevó hasta Armenia. “Viajamos legalmente con un pasaporte válido, por supuesto. [Mi hijo] fue a la escuela y al médico. Y siempre [pedí] la custodia compartida a la madre y a los tribunales. Pero solo obtuve varias horas [de visita] al mes”.
En Armenia, señala, el menor tuvo “un padre amoroso, su propia habitación, aire puro y educación en varios idiomas. Hoy vive en el sucio Madrid, duerme con su madre y a los nueve años, solo habla español y no ve a la mitad de su familia”. “La justicia española [solo] me dio varias horas al mes con mi hijo, sin vacaciones [ni] festivos. El Estado checo no ha hecho nada por mí y [ni por] mi hijo secuestrado por la madre, [aunque ambos] estados hablan constantemente sobre la igualdad entre hombres y mujeres”. También se queja el padre de la colaboración que prestó a la madre la Embajada española en Armenia para que esta lo trajera a España a escondidas del padre.
El diplomático viajó varias veces a la capital de España. En un principio las visitas transcurrieron en paz. Habitualmente, la acompañante era la abuela materna. Pero el padre insistió en recursos ante los jueces: deseaba estar solo con el menor en sus visitas, sin nadie delante. Finalmente, logró que la Audiencia de Madrid accediese a su petición. Eso sí, el órgano judicial ordenó que el menor nunca saliese de España, ni dispusiera de pasaporte, y que se le retirase el que ya tenía. Y dio orden a la policía de cierre de fronteras sobre el menor para que lo anotase en sus ordenadores.
Durante la visita del fin de semana del 12 de octubre de 2014, el diplomático se las ingenió para huir con el niño. Al llegar la noche del domingo, Teresa enfureció al ver que el padre no regresaba a la hora fijada. El cierre de fronteras no había servido. Hay certeza de que lo sacó a través del aeropuerto de Madrid-Barajas Adolfo Suárez, en un vuelo Madrid-Praga. Pero solo conjeturas sobre cómo esquivó la orden judicial. La policía cree que falsificó un pasaporte, era diplomático. Y que ese fue el motivo de que no se dieran cuenta en el aeropuerto.
La madre denunció la desaparición y casualmente la investigación recayó en el Juzgado de Instrucción 6 de Madrid, que abrió diligencias y lanzó una orden internacional de detención por el secuestro del menor. Se dio la circunstancia de que este mismo juzgado había impuesto, hacía un tiempo, una multa de 400 euros a Teresa por no dejar al niño acercarse al padre.
Teresa viajó a Praga y habló con amigos de su extinto matrimonio, pero no encontró rastro de su hijo. No tenía buenos recuerdos de Praga, donde su vida fue un infierno. Aún conserva mensajes aterradores que recibió del padre del menor. De vuelta a Madrid, desesperada, contrató a un detective privado. Y el Juzgado 93 de Madrid, que ya le había dado la custodia, le otorgó también la patria potestad del menor al conocer el secuestro.
La Audiencia de Madrid acabó autorizando al padre del menor a estar solo con el niño durante las visitas
Teresa no cejó en su angustiosa búsqueda. Muchos meses después, le llegó una pista fiable: el pequeño y su exmarido estaban en la frontera de Armenia, una zona especialmente castigada por la guerra. Allí no se considera delito que un padre secuestre a su hijo. Viajó a Armenia, pero no pudo acercarse al niño. Ni verlo. En Armenia no regía, además, la orden europea de detención dictada desde Madrid. Más tarde, el papel del Consulado español en Armenia sería crucial para el desenlace. Teresa no se cansó de exhibir las sentencias que demostraban que ella tenía la custodia del niño y la patria potestad.
Detención del diplomático en Armenia
Estando en Madrid, recibió un chivatazo. Su exmarido había sido detenido en Armenia. La justicia de ese país se activó por el secuestro y le detuvo. Teresa hizo las maletas y se presentó allí de inmediato. Mientras el padre estaba detenido, las autoridades dejaron a la madre estar con su hijo, que le hablaba en ruso. El consulado le facilitó un pasaporte al niño y Teresa, desde la legalidad, subió a su hijo a un avión y regresó con él a Madrid, ante la rabia del progenitor, que continúa enviándole mensajes que dicen que volverá a por él.
La policía española ha incluido al niño en un programa de especial vigilancia. Su hijo ya sí le habla en español, pero Teresa sigue con miedo. Hace unas semanas, un hombre se acercó al niño y le susurró que su padre quiere verle. Él sabe dónde viven.
¿Por qué no saltaron las alarmas en el aeropuerto?
Teresa P. L. ha pedido responsabilidades a los Ministerios de Justicia e Interior ante la negligencia de que su hijo saliese en un vuelo a Praga desde el aeropuerto de Barajas pese al cierre de fronteras acordado sobre él por los jueces. La sospecha es que el padre, diplomático, le falsificó el pasaporte para eludir los controles del aeropuerto. Pero solo es una sospecha. Lo cierto es que el niño salió y no saltaron las alarmas.
En su demanda, Teresa expone su queja por no haberse evitado la salida de su hijo de España: "Una simple consulta en la base de datos policiales hubiera evitado el daño sufrido"; es decir, el secuestro del menor por parte del padre. "Me he visto privada de mi hijo y obligada a múltiples y dolorosas gestiones para intentar conseguir recuperarle y poder regresar a España [gastos judiciales, viajes a la República Checa y a Armenia, contratación de detectives privados, traducciones juradas...]". Teresa denuncia también "el evidente daño moral causado a su hijo al verse inmerso en otro país, en una cultura totalmente diferente, fuera de su entorno, con lengua diferente, lejos de casa, sin escolarizar ni revisiones médicas...".
El Ministerio de Justicia ha alegado que la actuación judicial, al ordenar el cierre de fronteras, fue correcta y que, en su caso, la responsabilidad cabe situarla en el ámbito del Ministerio del Interior, que es quien vela los pasos fronterizos y aeroportuarios.
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