“El problema en Gibraltar con el Brexit no es entre pueblos”
La colonia británica confía en que el acuerdo con España sirva para resolver en poco tiempo temas “irritantes” que están enquistados desde hace años
Cuando el sueño europeo de Gibraltar saltó por los aires, en la mañana del 25 de junio de 2016, nadie se atrevió a volver por la sede de la campaña a favor del Remain (permanecer). En el colorido escaparate de Main Street el eslogan “Gibraltar stronger in Europe” (Gibraltar más fuerte dentro de Europa) se convirtió en una broma cruel. Dos años y tres meses después del Brexit, la guasa continúa: el local hoy es una oda al jamón ibérico y otros productos gourmet españoles. La reconversión inmobiliaria es una anécdota de cómo, superado el shock, en el Peñón hoy se mueven entre el pragmatismo económico y el optimismo idealista ante la inminente desconexión de la UE fijada para el próximo marzo.
“Vivimos en un calma nerviosa”, resume el sindicalista gibraltareño Lionel Chipolina, presidente del Grupo Transfronterizo que agrupa a organizaciones sindicales y empresariales de Gibraltar y Campo de Gibraltar. España ya ha anunciado su interés para que el acuerdo europeo de retirada de Reino Unido incluya un capítulo que rija las relaciones con una colonia que posee una de las rentas per cápita más altas del mundo —similar a la de Luxemburgo—, pero enclavada en una comarca con una de las tasas de desempleo más elevadas de la Unión. La negociación empezó a principios de 2018 con un Gobierno popular y deberá resolver en octubre, con un Ejecutivo socialista, temas como el futuro de la frontera, la fiscalidad, el contrabando de tabaco, el estatus de los trabajadores transfronterizos o el desarrollo del Campo de Gibraltar.
“Hay un deseo de llegar a acuerdos que agilicen la relación de una manera que debería haber sido así antes, Brexit o no Brexit”, reconoce el ministro principal, Fabian Picardo, antes de aclarar que, en este acuerdo, “el bilatelarismo es entre España y Gibraltar y no entre España y Reino Unido”. Esa es la voluntad, pero en el Peñón a nadie se le escapa que el acuerdo necesitará resolver en un mes temas que llevan años enquistados y que ambas partes ya definieron como “irritantes”. Mientras, esta semana la UE rechazaba con cajas destempladas el Brexit blando de la primera ministra británica, Theresa May, pese a que la negociación debe estar lista para octubre.
Con ese delicado tablero de juego, en Gibraltar se dividen entre el optimismo y el recelo. A Johnnie Gaggero, presidente de la compañía MH Bland, aún le cuesta fiarse, después de que, en 2016, el entonces ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, llegase “a cotas de tensión muy altas” en sus reivindicaciones de soberanía. El popular no dudó en azuzar el espíritu de un posible cierre de la verja, como el vivido entre 1969 y 1982. “El damage [daño] no se va a recuperar en cinco años. España no puede estar cambiando de tercio, se tiene que ganar la confianza”, reconoce el responsable de una empresa con más 180 empleados y 208 años de trayectoria.
Gaggero tiene claro que no hay otra salida posible para Gibraltar más que el entendimiento: “No somos ingleses, somos británicos. Socialmente, estamos más cerca de los españoles. El problema no está entre pueblos, sino en Madrid”. Y tanto cree en ello que para cuando la desconexión se materialice, su compañía estará a punto de iniciar unas obras millonarias para reconvertir el teleférico de Gibraltar, un atractivo para turistas llegados por la frontera o en cruceros. El pragmatismo del empresario coincide con la nueva línea diplomática ya abierta por el popular Alfonso Dastis, cuando tomó el testigo de Margallo en Exteriores y renunció a reivindicaciones políticas. Ahora, con Josep Borrell el giro se ha hecho aún más evidente para Gibraltar, pese a que en julio llegó a insinuar, en una entrevista en EL PAÍS, que la colonia “parasitaba” a su entorno. “Se partió de tesis muy diferentes [antes del cambio de Gobierno], en parte, por el desconocimiento de la realidad de Gibraltar y del sistema legal anglosajón, pero creo que ya no estamos en esa situación”, asegura Picardo.
Son muchos los flecos que el acuerdo tendrá que cerrar. España solicita incrementos en el precio del tabaco en Gibraltar o un mayor control a las empresas con domicilio fiscal en el Peñón (en abril eran 14.221 las registradas). Pero allí no hay conversación sobre el Brexit en la que no salga a relucir la preocupación por la frontera. Cada día la cruzan 14.041 trabajadores transfronterizos, según cálculos de Gibraltar, 8.739 de ellos españoles.
En el Grupo Transfronterizo desconocen si en el paso — no incluido ahora en el Espacio Schengen— será necesario el pasaporte a partir de marzo. De momento, solo tienen el compromiso, pronunciado esta semana por el presidente Pedro Sánchez, de que los ciudadanos de uno y otro lado no se verán afectados. “Sus palabras han sonado muchísimo aquí”, asegura Picardo. Pero, por si acaso, Chipolina lanza al aire una recomendación: “Están hablando de personas. Cuando escucho algunas declaraciones veo que no conocen a Paco, el que viene de Benalup cada mañana”. El nerviosismo y la impaciencia empiezan a cundir al otro lado de la frontera. Encabezados por el alcalde de La Línea, Juan Franco, varios alcaldes de la comarca ya se han sumado a la convocatoria de una posible manifestación, ante la falta de detalles concretos. “Es normal que esté preocupado, Gibraltar es la única fábrica que tiene la ciudad”, asegura Loren Periáñez, empresario linense y vicepresidente del Transfronterizo.
Lo único claro es que el suspense parece asegurado en los próximos meses. Ya hay quien incluso se encomienda al cielo, como Vicky Dewar, dependienta de la tienda de rosarios que está justo frente a la antigua sede de los promotores de la campaña Remain. “Confío en Dios y en los ingleses, por ese orden. Ya estuvimos encerrados y salimos adelante”, apostilla con orgullo la gibraltareña.
Un aeropuerto en la recámara
Uno de los aspectos que el nuevo acuerdo deberá dilucidar es qué hacer con el aeropuerto de Gibraltar. La ampliación nació de un acuerdo rubricado en 2006 entre España, Reino Unido y Gibraltar por el cual, Gibraltar construía la ampliación, España levantaba un edificio para sus dependencias y, a cambio, el edificio tendría un uso compartido. Sin embargo, con la llegada del PP al Gobierno, el pacto no llegó a aplicarse. Ahora, el ministro principal Fabian Picardo, le recuerda al PSOE que tiene la llave para desbloquear la situación: “Aceptamos que es un acuerdo del Gobierno de Gibraltar que es de debido cumplimiento. En el momento que podamos ponernos a trabajar, con los cambios que sean necesarios, puede impulsar la economía de Gibraltar y el entorno considerablemente.
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