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IN MEMORIAM
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Alfonso Osorio, el vicepresidente ‘cristianodemócrata’

Fue ministro de la Presidencia con Arias Navarro en el primer Gobierno de la Monarquía y posteriormente número dos con Adolfo Suárez

Alfonso Osorio, en una imagen de 1986.
Alfonso Osorio, en una imagen de 1986. RICARDO GUTIÉRREZ

Tras la muerte de Franco, el primer Gobierno de la Monarquía, nombrado el 11 de diciembre de 1975 y presidido por Arias Navarro, contaba entre sus miembros con personajes muy bien relacionados con Estados Unidos, a menudo por temas de negocios. Sin ir más lejos, el propio ministro de Asuntos Exteriores, Areilza, había sido embajador en Washington en la década de los 50 y sus relaciones con el mundo político y económico norteamericano (presidencia de la Liga Financiera, creada en España por los Rockefeller en 1965 a través del Chase Manhattan Bank) venían de lejos. También eran conocidas las estrechas relaciones que mantenía el ministro de Justicia, Antonio Garrigues Díaz-Cañabate, con los EE UU, acrecentadas durante su período como embajador en la capital americana a partir de 1962, con el encargo explícito de renovar los acuerdos hispano-norteamericanos que se firmaron finalmente en septiembre de 1963. Pero también Alfonso Osorio, nuevo ministro de la Presidencia, tenía fluidos contactos: en el momento de su nombramiento por Arias, ocupaba la presidencia de Esso Petróleos españoles, filial de la Exxon norteamericana.

A este primer Gobierno de la Monarquía le correspondió renovar el acuerdo hispano-norteamericano sobre las bases, firmado en 1970, y que vencía cinco años después, es decir, en el otoño crítico de 1975. De ahí que la negociación de un nuevo pacto se entrelazase con el tema de cómo debían ser las relaciones entre los Estados Unidos y la nueva España en el delicado momento de la Transición.

Meses después, ya en febrero de 1977, cuando el presidente Suárez se entrevistó en secreto con Santiago Carrillo, lo hizo contra el criterio de Alfonso Osorio. Fue una conversación importante. Se abordó, entre otros asuntos, la próxima celebración en Madrid de una "cumbre eurocomunista". Suárez prometió autorizar una rueda de prensa para los representantes extranjeros (Georges Marchais, Enrico Berlinguer…), extremo que tanto interesaba al PCE para difundir sus apoyos internacionales democráticos, al tiempo que mostraba su distanciamiento del comunismo esclerotizado de Moscú. En cambio, unos meses antes, según ha relatado Sabino Fernández Campo, la idea de reunir a la cúpula militar en el cónclave del 8 de septiembre de 1976 surgió en los jardines del Palacio de Congresos en conversación con el vicepresidente Osorio. Suárez hizo suya la idea y ordenó al ministro de Defensa que convocase a los Consejos Superiores de los tres ejércitos, un total de 29 generales y almirantes ante los que el presidente Suárez expuso sus planes sobre la reforma política. Algunos de los asistentes sostienen que, en su primera exposición, el presidente habría afirmado que, según la legalidad vigente en aquella época y con los estatutos del PCE en la mano, era inviable su legalización. Sin embargo, con posterioridad, tanto Suárez como Gutiérrez Mellado y Vega Rodríguez han insistido en que esa frase no se llegó a pronunciar. Se dijese o no la susodicha frase, la mayoría de los asistentes sacó la conclusión de que, en ese momento, no entraba en los planes del Gobierno la legalización del PCE, impresión que se correspondía con la opinión de Osorio.

Así pues, en las Navidades de 1976, Suárez no tenía decidida la legalización del PCE, sino más bien todo lo contrario, lo que concuerda con lo manifestado por Osorio cuando dice en sus memorias que Suárez empieza a plantearse la legalización del PCE a partir de la gran manifestación de duelo tras el asesinato de los abogados laboralistas de Atocha, a finales de enero de 1977. Y ahí acierta plenamente Osorio.

A partir de entonces, es poco conocida la relación de Osorio con los principales líderes de la CDU. Estos líderes pudieron leer, en la documentación interna que se les pasaba a consulta, que el PSOE estaba a punto de recibir una millonada de la Internacional Socialista y, con este dinero, podría enviar a 150 diputados al nuevo Parlamento que debía elegirse el 15 de junio de 1977. Esta cifra logró el efecto de alarmar a los conservadores alemanes y les impulsó a reforzar a fondo sus apoyos a la Unión de Centro Democrático. En efecto, los cristianodemócratas alemanes tuvieron interés en convertir a la UCD en un partido "por completo cristianodemócrata", objetivo que no consiguieron del todo, si bien el primer Gobierno Suárez estaba plagado de ellos, encabezados por Alfonso Osorio. El propio presidente le llegó a decir a Osorio que, en el fondo, él era un cristianodemócrata.

En abril de 1977, dos meses antes de las elecciones, la CDU tenía una curiosa visión de de la izquierda española. Consideraban al PCE como "el partido mejor organizado" y al PSOE como "el más financiado". Se escribe con preocupación que el PSOE estaba creciendo con la ayuda de sus conexiones internacionales. En el caso de que no se legalizase el PCE, pensaban que esos votos caerían del lado del PSOE y podrían llegar, "según las conversaciones que hemos mantenido con el ministro en funciones (sic) Osorio", a un 30%. Lo clavó Osorio: el PSOE consiguió el 29,3% de los votos. Eso sí, con el PCE legalizado, que obtuvo un 9,33%.

En 1979 se presentó a las elecciones con Coalición Democrática. Pasados los años, le llegarían las medallas al mérito y las caballerías de honor, como a casi todos los prohombres de la Transición, en este caso algo más merecidas que en otros.

Alberto Sabio Alcutén es profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza.

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