Los 630 del ‘Aquarius’ reciben un permiso especial de residencia de 45 días
La invitación del Gobierno de Sánchez los descarta como migrantes irregulares
Los 630 migrantes del Aquarius llegaron ayer a Valencia y ya saben que, casi con seguridad, no serán repatriados de momento, a no ser que tengan una orden de expulsión anterior. Todos recibirán una autorización de residencia de 45 días, permiso que prevé la ley de extranjería por circunstancias excepcionales, en este caso humanitarias. Tras ese plazo, la ley se aplicará atendiendo a la situación de cada uno. En cambio, a los 1.290 inmigrantes llegados en patera a Andalucía en las últimas horas se les abrirá expediente para su devolución por haber intentado entrar irregularmente, siempre y cuando no realicen también una solicitud de protección internacional, un derecho que tienen y que se les ofrece independientemente de cómo hayan entrado en España.
¿Por qué a los pasajeros de la flotilla del Aquariusse les recibe con un permiso de residencia por razones humanitarias y a quienes llegan en pateras no? Existe una diferencia fundamental, según los expertos consultados: los migrantes que entran o naufragan en el intento de alcanzar territorio español son considerados personas intentando entrar irregularmente. Para ellos, la ley de extranjería prevé un expediente de devolución, que puede resolverse en libertad, en un CIE, o inmediatamente, como ocurre sobre todo con marroquíes y argelinos.
En el caso de la flotilla del Aquarius, que llegó ayer a Valencia entre gritos de alegría y agradecimientos a las ONG, la invitación del Gobierno los descarta como migrantes irregulares por lo que la ley no contempla su devolución. La repatriación forzosa solo se consideraría si sobre alguno de ellos pesaba una orden de expulsión anterior que lleve aparejada la prohibición de entrar en España. Anoche no se había concretado ningún caso de estas características, según un portavoz de la Policía Nacional. Pasados los 45 días, la ley se aplicará en función de las circunstancias de cada uno de los 630 migrantes. Todos tienen derecho a pedir asilo. Unos podrán acogerse a esa protección internacional y otros intentar regularizar su situación por otra vía.
Fuentes de Interior recalcan que la acogida del Aquarius ha sido, primero una “decisión humanitaria y extraordinaria” y, segundo, un gesto político. “Ha sido una manera de llamar la atención a todos los países de la UE para que dejen de mirar para otro lado y se busquen soluciones conjuntas”, explica un portavoz ministerial. En cualquier caso, el Aquarius o el anuncio de estudiar un método menos lesivo que las concertinas de las vallas de Ceuta y Melilla no suponen un cambio en la política migratoria española, mantienen. “Se dice que se les va a tratar igual porque a todos se les trata de acuerdo la ley. Y la ley permite estas circunstancias excepcionales. Es un barco a la deriva, que no puede atracar en ningún puerto, con personas en una situación límite, casi sin combustible y sin víveres, con niños y mujeres embarazadas”, remata el portavoz.
Náufragos
“La ley considera que los que entran en patera están entrando ilegalmente en España. En el caso del Aquarius son náufragos recogidos en el mar y su entrada está autorizada”, explica Francisco Solans, abogado especialista en inmigración. El gesto del Gobierno tiene una explicación para el director del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad de Valencia, Javier de Lucas. “Beneficia la imagen de España y representa el cambio. Pero al mismo tiempo no quieren desmarcarse del estrecho margen que les da la política europea en materia de inmigración. Es contradictorio y por eso están midiendo tanto el paso. Por eso se agarran a la necesidad humanitaria”, mantiene.
La llegada del Aquarius a Valencia se produjo a la hora prevista y provocó que se desbordara la emoción de los migrantes, felices de llegar al fin a un puerto europeo. Reward, un nigeriano alto y delgado, fue el último en desembarcar después de ocho días de travesía. “Gracias, gracias, muchas gracias”, decía un lloroso J. al despedirse de los enfermeros que le han cuidado y de los rescatadores que le han salvado la vida. “Confío en España”, escribió en inglés Mok en su camiseta, en agradecimiento al país que recibe al grupo al que Italia rechazó.
En el mismo lugar de cubierta donde hace ocho días los recibieron de noche empapados en agua y gasolina con un “¡bienvenidos!”, los miembros de MSF y SOS Mediterraneé los despidieron uno por uno. Por sus nombres y con un abrazo, ante la atenta mirada de guardias civiles y médicos españoles, ataviados con monos blancos, mascarillas y guantes.
Los barcos de Salvamento Marítimo, la Guardia Civil, la lancha de la ONG Proactiva Open Arms, que también salva vidas en el Mediterráneo, eran una avanzadilla del gran despliegue en los muelles para recibir a Pogress, a Ibrahim, a Moses, a Mok, a Nana, a Reward, a Jessica, a Jack…. Acababa de amanecer en Valencia cuando el primer barco de la flotilla del Aquarius, el Dattilo, de la Marina de Italia, asomaba su proa por la bocana del puerto. Esperándolo ya había un contingente de 2.300 personas, entre voluntarios, traductores, médicos y policías y más de un centenar de periodistas, en pie desde las cuatro de la madrugada. El Dattilo atracó sobre las 6.50. Los médicos de Sanidad Exterior, equipados con monos blancos, guantes azules y mascarillas, fueron los primeros en entrar para comprobar el estado de salud del pasaje y la existencia de enfermedades infecciosas. Tomaban la temperatura con termómetros infrarrojos. A varios pasajeros les pusieron mascarillas. La Cruz Roja coordinaba todo el operativo de recepción con traductores y personal de apoyo tranquilizando a los recién llegados.
La salida de los 274 migrantes del primer buque, uno de los dos aportados por Italia para que el grupo pudiera arribar a España y donde viajaban cerca de 60 menores no acompañados, fue más lenta de lo que se pensó. El número de heridos leves era mayor de lo esperado, presentaban quemaduras por la mezcla del gasoil y el agua de mar y cinco de ellos tuvieron que desembarcar en silla de ruedas, según el subdirector de Emergencias de la Generalitat de Valencia, Jorge Suárez.
Ninguno de ellos pudo comunicarse con sus allegados desde el rescate porque no tienen teléfono o no lo tienen cargado. La única mujer embarazada del primer pasaje fue trasladada al hospital. “Estoy contento, nos van a cuidar. Nuestra vida no es fácil”, decía Ibrahim cuando el Aquarius aún estaba acercándose al puerto. Antes de atracar ya había a bordo varios médicos y guardias civiles. Algunos de los agentes estaban armados, pero se mantuvieron alejados.
Los primeros en salir del Aquarius fueron dos hombres jóvenes, que lloraban y abrazaban a los médicos y rescatadores que les salvaron de una muerte casi segura. “Good bye, my friend”[ADIÓS, AMIGO], se despedía de ellos la enfermera irlandesa Aoife. “Au revoir, mon amie”, decía con un abrazo un rescatador, Ludo.
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