Un impulso para una sociedad más justa
Fundación Mutua Madrileña distribuye sus ayudas anuales entre 32 iniciativas sociales de toda España
Un trabajo de cara al público puede empoderar a mujeres en paro que han sido víctimas de la violencia de género. Así lo cree Ana Bella Estévez, promotora de la fundación que lleva su nombre y que desde 2006 combate esta lacra social. "Les ayudamos a encontrar un trabajo y estamos con ellas en todo el proceso de ruptura con su situación anterior", asegura Estévez. El objetivo es acelerar el proceso de reintegración y que no caigan en la exclusión social. "Queremos un cambio de paradigma, que las mujeres salgan de trabajos como la limpieza, necesarios pero invisibles, ocultos, y opten por otros que refuercen su autoestima", añade la creadora de esta organización que ha ayudado 1.600 personas. Y a otras muchas próximamente gracias a la ayuda de entidades como la Fundación Mutua Madrileña, que este año ha seleccionado el proyecto de Ana Bella como uno de los beneficiarios de las Ayudas a la Acción Social que desde 2012 otorga la fundación de la aseguradora. Un total de 670.000 euros repartidos entre 32 proyectos de 32 entidades sin ánimo de lucro cuyo objetivo es impulsar programas en el ámbito de la discapacidad, la integración laboral de jóvenes en riesgo de exclusión, la violencia de género, la infancia y la cooperación al desarrollo.
"La colaboración de Mutua Madrileña demuestra su implicación activa para crear una sociedad libre de violencia", afirma Estévez. Con la ayuda de la fundación del grupo asegurador, presidida, al igual que la fundación, por Ignacio Garralda, podrán formar a 100 mujeres y prestarán ayuda a otras 300. Las Apostólicas del Corazón de Jesús, que también han sido beneficiarias de las ayudas, también centran sus esfuerzos en ayudar a las mujeres que han sufrido maltrato, particularmente a las mayores de 65 años, el colectivo que encuentra más dificultades para rehacer sus vidas.
Mutua también apoya iniciativas para favorecer a asociaciones que trabajan con personas con discapacidad. Una de ellas es la Confederación Plena Inclusión, que desarrolla una aplicación para facilitar el acceso a las convocatorias de empleo público a estas personas, otra es la de la Fundación Gil Gayarre para acercar el transporte adaptado a personas con discapacidad intelectual en la localidad madrileña de San Sebastián de los Reyes. La Confederación de Salud Mental mantiene un servicio de orientación y asesoramiento profesional a personas con trastornos mentales y sus familiares de forma presencial en su sede madrileña, por teléfono o por correo electrónico. "Queremos sensibilizar y visibilizar los problemas mentales para luchar contra el estigma que sufren muchas personas", explica Esperanza Rubio, directora técnica de proyectos.
Apoyo psicológico y laboral es lo que la Fundació Concepció Juvanteny de Barcelona ofrece a los jóvenes que han dejado de ser tutelados por el Estado al cumplir la mayoría de edad. “Asistimos a chavales que han pasado su niñez y adolescencia en centros de la administración pública", explica Antoni Morales, secretario de la fundación. Al hacerse adultos suelen volver al entorno del que salieron. "A veces, ese ambiente no es el mejor para su integración social", añade. Un empleo les ayuda a salir adelante, por eso favorecer su incorporación al mercado laboral es esencial. "Trabajando mejoran su autoestima", apostilla Morales. En ocasiones, necesitan una ayuda extra. "Muchos han sido maltratados o han sufrido abusos sexuales. Las secuelas les bloquean y les impiden ser independientes o mantener un trabajo, en esos casos les facilitamos apoyo terapéutico y alojamiento hasta que cumplen los 21 años", explica Morales.
Los menores que crecen en la Cañada Real de Madrid, un asentamiento irregular al este de la capital, sufren carencias cognitivas por su tardía escolarización. "Aquí los niños pasan muchas horas en la calle. No aprenden a concentrarse, ni a leer ni a escribir al mismo ritmo que los demás. Esto incrementa las diferencias con sus compañeros y les condena al fracaso escolar", explica Pablo Choza, responsable de uno de los proyectos de Cáritas en la Cañada que promueve la escolarización de los pequeños.
Esta acción de la ONG de la Iglesia Católica ha permitido la mejora de las instalaciones de La Fábrica, una antigua factoría de muebles, por las que cada tarde pasan en torno a 100 menores. Allí aprenden hábitos de estudio, de higiene y se les proporciona una merienda. "Los niños lo pasan muy bien y complementan su dieta", concluye Choza.
Aprender en Etiopía
Los vecinos de Oda a unos 130 kilómetros de Addis Abeba, la capital de Etiopía, construyeron su propia escuela. El Gobierno les facilitó el salario de los profesores para que 700 niños de la zona recibieran la educación básica en clases de hasta 80 alumnos en dos turnos.
Pero los edificios han envejecido muy rápido y la Asociación Nuevos Caminos, fundada en 1981, ha decidido repararlos y levantar nuevas aulas, así como llevar agua potable para mejorar la higiene de los pequeños. En este proyecto recibirán el apoyo de Fundación Mutua dentro de sus ayudas a la cooperación al desarrollo. "Lavarse las manos reduce las enfermedades", cuenta Silvia Garriga, gerente de la asociación. El suministro hídrico es vital también para reducir el absentismo femenino en las aulas, ya que "la tarea principal de las niñas es ir a por agua, algo que a veces les supone el día entero, por lo que acaban abandonando la escuela", agrega.
La fundación también financia iniciativas para mejorar de la salud de menores sudaneses refugiados en los campos del este del Chad, para la construcción de un comedor en una escuela primaria de Tharaka, en Kenia, para la creación de una red de asistencia farmacéutica en aldeas en Honduras de la Fundación Comparte.
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