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El adiós de un alcalde con los deberes hechos

El socialista Damián Sabater dimite en San Isidro (Alicante) tras cumplir su programa electoral

El alcalde socialista Damián Sabater.
El alcalde socialista Damián Sabater.Ayuntamiento de San Isidro

En los tiempos que corren, que un alcalde dimita no deja de ser noticia. Y si esa renuncia no guarda relación con irregularidades, intrigas partidistas o problemas con la Justicia, la noticia roza casi la dimensión de lo insólito. Damián Sabater, alcalde socialista de San Isidro (Alicante, 2.000 habitantes), es una rara avis en el mundo de la política. A más de un año para el final de su mandato, acaba de dejar el cargo porque considera ejecutado, o en vías de ejecución, el programa con el que concurrió a las últimas elecciones municipales. “Hago 65 años y ya había satisfecho mi ilusión”, explicaba a EL PAÍS el 23 de marzo, al día siguiente de que el pleno formalizara su dimisión y un día antes de la investidura de su sucesor, Manuel Gil.

Los logros de Sabater consisten en medidas humildes que mejoran notablemente la calidad de vida de los ciudadanos. Van desde la construcción de un gimnasio y la mejora del patio de un colegio a la colocación de fibra óptica en un polígono industrial, la instalación de placas solares en el techo de una piscina climatizada o la reforma del parque municipal. “Decir que alguien ha cumplido el programa al 100% es una utopía”, matiza, mientras se lamenta, por ejemplo, de no haber dotado de una segunda pista de frontenis al polideportivo, aunque esa inversión se destinara a arreglar una pista de fútbol sala y otras instalaciones.

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San Isidro es uno de esos núcleos de población impulsados en la década de los cincuenta por el Instituto Nacional de Colonización y que recibieron a familias llegadas desde diferentes partes de España. Hace exactamente 25 años, en 1993, tras una intensa lucha vecinal, San Isidro consiguió la declaración de municipio independiente, ya segregado de la vecina Albatera. Con una economía basada en la agricultura y la industria, enclavado en la comarca de La Vega Baja del río Segura, al sur de la provincia de Alicante, el pueblo no ha dejado de prosperar.

“Aquí lo pasamos muy mal. La gente llegó con una mano detrás y otra delante. El único requisito era estar casado. Te daban 30 tahúllas de terreno (medida de superficie equivalente a 1.118 metros cuadrados) y una casa que no era más que cuatro paredes”, relata Sabater. “Lo que más une a las personas es pasar calamidades. Somos peculiares en eso. Tenemos valores que se han forjado desde el sufrimiento. Queremos que el pueblo siga prosperando. Es nuestra única obsesión”, añade.

Este profesor de autoescuela entró en política en 2011, tras años de activismo en la comisión promotora de la segregación. En septiembre de 2013, asumió la alcaldía tras la renuncia del también socialista Fernando Morales, quien había aceptado el cargo un poco a regañadientes porque él no se sentía todavía “preparado”. Morales fue su maestro y con él se fogueó en los despachos de las instituciones supramunicipales en la búsqueda de subvenciones para su pueblo.

En 2015, encabezó la lista local del PSOE para las municipales. Se alzó con la mayoría absoluta con seis ediles, frente a los dos del PP y el único regidor de Ciudadanos (C's). “Pero bajamos de nueve a seis concejales. Hay un tercio de los vecinos que no nos apoyó y con todo el derecho del mundo. Cuando uno toma decisiones tiene siempre partidarios y detractores”, admite, en un ejercicio de autocrítica poco común. Esa crítica también la hace extensiva a su propio partido: “Los socialistas hemos metido la pata muchas veces".

Su dimisión se ha convertido en una noticia viral. Familiares y conocidos han visto su imagen en Noruega, Alemania o incluso Senegal. El exalcalde atribuye esa inusitada repercusión al “hartazgo” de los medios de comunicación, como reacción a un continuo goteo de casos de corrupción y un panorama político “de vergüenza”.

Sabater deja un Ayuntamiento con una deuda de 180.000 euros que “quedará a cero” en el ejercicio 2020-2021 gracias a un plan de pago a proveedores. Pero no abandona la política. Seguirá al frente de la secretaría de Justicia, Derechos y Libertades en la ejecutiva comarcal de los socialistas. Y centrará ahora su activismo en la recuperación de la memoria histórica de su tierra –Albatera albergó un campo con unos 20.000 presos republicanos en la Guerra Civil- “para sacar a la luz lo que ocurrió y cerrar las heridas”.

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