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Un paso más allá de “ducharse en lugar de bañarse”

El ciudadano, además de sus pautas para no despilfarrar agua, debe presionar para que las empresas adopten medidas

GETTY

En el mundo viven casi 1.000 millones de personas sin servicio básico de suministro de agua potable, y al menos 2.000 millones que se abastecen de una fuente contaminada por heces; se calcula que en 2025, la mitad de la población del planeta (que en 2030 podría alcanzar los 8.100 millones) vivirá en zonas afectadas por la sequía. Alejandro Maceira, fundador y director de la web iAgua, va poniendo estas cifras encima de la mesa mientras coincide con el resto de expertos consultados en que reducir drásticamente el consumo es, más que nunca, una cuestión de supervivencia. Ahora bien, ninguno está de acuerdo en limitarse a ofrecer los típicos consejos para ahorrar en los hogares, que en 2014 gastaron la muy moderada cifra de 132 litros por persona y día según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística. E incluso superan ligeramente los 100 litros en La Rioja y en áreas metropolitanas de Madrid y Barcelona (la OMS considera pobreza hídrica los consumos inferiores a 100 litros). “Trasladar el problema al ciudadano me parece injusto cuando el ámbito urbano representa el 18% del consumo total de suministro, con un grado de eficiencia aceptable, mientras que la agricultura, como sector primario, supone el 75%, y un tercio, 5.000 hectómetros cúbicos, sigue siendo por riego a manta”, critica Rubén Ruiz, director de Operaciones de Suez Concesiones Iberia. Por todo ello, la consigna es que el individuo tome conciencia, como ciudadano y consumidor, y presione, con hábitos y acciones, para que se adopten las medidas colectivas necesarias.

Las soluciones de siempre

No por sabidas está de más repetir medidas que podemos adoptar individualmente. En el hogar, cargar el lavavajillas y la lavadora, procurar que estos electrodomésticos sean de la máxima eficiencia, utilizar la media carga del váter, ducharse en lugar de bañarse, no abrir el grifo a tope (no es necesario) y cerrarlo mientras nos lavamos los dientes o nos afeitamos. Los llamados grifos inteligentes, instalados en casas, centros educativos u oficinas, pueden ahorrar entre un 40% y un 80% del suministro: sensores de presencia, temporizadores, grifería termostática (que da la temperatura deseada desde que se abre). Es importante inculcar hábitos de consumo eficiente en el colegio, alentando a los niños a utilizar el agua de manera responsable.

Desnudar el agua

Al igual que se ha puesto en marcha la campaña #DesnudaLaFruta para denunciar el excesivo uso de plástico en la comercialización de productos hortofrutícolas, Alejandro Maceira propone desnudar el agua, es decir, dejar de comprar botellas de plástico (para fabricar una de un litro son necesarios entre cinco y siete litros de agua, según las fuentes) y beber del grifo. “Hemos trabajado mucho para que en España los abastecimientos urbanos tengan todas las garantías de calidad”, defiende Rubén Ruiz, que califica de “inconcebible” que el agua se envase en un botellín de 33 centilitros en Granada y viaje 800 kilómetros en camión para que alguien se la beba “en dos tragos” en Barcelona.

Cerrar ciclos

Si se toman algunas precauciones se puede conseguir una reducción del consumo de entre el 40% y el 80%

Reutilización de aguas grises: Una práctica al alcance de todos. Así titulaba la ingeniera técnico industrial Humilde Martín de Lucas un post en iAgua. Existen tratamientos físicos, fisicoquímicos o biológicos para recuperarlas. “Aplicando la tecnología conveniente, se puede reducir un 40% el gasto de agua apta para el consumo humano de nuestros edificios”, apuntaba Martín de Lucas remitiéndose a la Guía técnica española de recomendaciones para el reciclaje de aguas grises en edificios. Pero puede bastar, simplemente, con un cubo con el que recoger el caudal que sale del grifo mientras esperamos a que se caliente, o el de la lavadora, que luego podemos utilizar en el inodoro; recordemos que una lavadora de categoría A+++ de siete kilos de carga gasta en torno a los 40 litros por programa.

Reducir el consumo de carne

Producir un filete de 300 gramos de ternera requiere unos 4.500 litros de agua, según el famoso tríptico Virtual water inside products (agua virtual dentro de los productos), frente a los 70 litros que necesita una manzana o los 50 que pide una naranja. Masticar menos carne ayuda al medio ambiente. Pero también consumir menos arroz (1.700 litros por un paquete de medio kilo), menos queso (2.500 litros para una pieza de medio kilo) o decantarse por el té en lugar del café (90 frente a 840 litros de agua). Y tampoco son solo los alimentos. Un traje de caballero (mezcla de fibra) se ha llevado en su producción 5.550 litros de agua, y unos zapatos de piel, 4.400, según una infografía del Observatorio del Agua de la Fundación Botín. El problema de base estriba, a juicio de Ruiz, en que los consumidores no tienen información sobre la huella hídrica de lo que compran. “Conocerla nos permitiría poder elegir, y premiar a productores que incluyan la eficiencia hídrica, así como optar por productos que necesitan menos agua”, reflexiona. “Cambiar algunos de nuestros hábitos alimentarios o de ropa podría ahorrar mucha agua”, concluye.

Urbanismo y diseño

“Solemos centrarnos en los hábitos de consumo, pero eso sería, digamos, el tercer escalón; la cosa empieza desde el mismo momento en el que pensamos dónde vamos a vivir, y continúa con el diseño de nuestra casa”, apunta Cristina Monge, directora de conversaciones de Ecodes (Ecología y de Desarrollo). No es lo mismo irse a una urbanización a 15 kilómetros del centro urbano que vivir en una ciudad mediterránea, “compacta y más sostenible”, según la describe. Del mismo modo que, de puertas para dentro, si por ejemplo el calentador está en una punta y la ducha en otra, la cantidad de agua que se perderá por el camino hasta que salga caliente será mucho mayor que si ambas instalaciones están juntas.

En 2017 había en España 228 edificios (la mayoría de oficinas pero también industriales y comerciales) LEED, una certificación de edificios sostenibles desarrollada por el US Green Building Council (Consejo de la construcción verde de Estados Unidos). Para lograrlo tuvieron que seguir algunas estrategias: urinarios sin agua, inodoros de compost, duchas y grifos de ducha de flujo bajo (6,7 litros por minuto), aireadores y sensores de movimiento, instalación de medidores de agua, recolección de pluviales, reutilización de aguas grises y residuales; jardines con plantas nativas y adaptadas al clima local, regadas solo cuando es estrictamente necesario, limitando o descartando el uso de agua natural.

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