La última esperanza de encontrar a Sonia Iglesias
La policía ha barajado múltiples hipótesis sobre la ocultación del cuerpo, incluso la incineración en un tanatorio
Desde que en la mañana del 18 de agosto de 2010 el rastro de Sonia Iglesias, de 38 años, se esfumase en el centro de Pontevedra el caso ya parecía condenado a ser uno más de los miles que quedan sin resolver en España. Pero esta semana se abrió otra esperanza para su familia, una posibilidad tal vez remota de encontrar su cuerpo o algún indicio sólido que permita al fin a la policía detener al autor o autores de su inexplicable desaparición.
Aunque los investigadores y encargados judicialmente del caso guardan silencio, las últimas pesquisas han dado algunas pistas de los lugares dónde ahora se sospecha que pudiera estar el cuerpo de Sonia, reafirmando la tesis del homicidio y apuntando de nuevo a su expareja, Julio Araújo, de 60 años, como principal sospechoso y a un hermano de este, David, como posible cómplice. Los agentes encargados del caso han vuelto a registrar algunos escenarios ya inspeccionados al principio de la búsqueda y otros sorprendentes como el panteón de la familia Araújo y una capilla cercana al cementerio. Ningún hueco o alcantarilla pasó inadvertido para la brigada de la Policía Científica que en el entorno de este escenario también regresó a la primera casa que habitó la pareja con el hijo de ambos, que tiene 16 años. Allí se vació un pozo de barrena, se rastreó la finca con un georradar y durante día y medio se intentó encontrar algún rastro biológico de Sonia. Por los cálculos que ha hecho la policía, esta vivienda ya deshabitada y a la venta, también propiedad de la familia Araújo, es un punto clave en la desaparición.
Como si buscasen algún cabo suelto, la policía también ha a revisado las cámaras de tráfico de la Policía Local para hacer una reconstrucción de la trayectoria que hizo el coche de Julio Araújo aquella mañana, cuando hacia las 9,30 llevó a su mujer al zapatero y luego, según él mismo había declarado, ella se bajó porque encontraron un atasco y prefirió continuar a pie hasta la tienda de Máximo Dutii donde a mediodía tenía que entrar a trabajar.
Julio Araújo, un autónomo que se dedica a la compra y venta de muebles, declaró que regresó a casa, aparcó su coche y luego bajó a un bar que frecuentaba a diario. Su dueña así lo corroboró. Recibió dos llamadas en su domicilio que quedaron registradas por la policía, una de su hermana y otra de una compañera de la tienda para preguntar por qué Sonia no había ido a trabajar. Allí se presentó Julio y por la tarde, acompañado de familiares de Sonia, recorrieron los hospitales de Pontevedra en su búsqueda y hacia las 9 de la noche, su expareja denunció en la policía su desaparición.
Al día siguiente un hombre encontró en la una cuneta la cartera de Sonia con la tarjeta sanitaria dentro. Las batidas se centraron entonces en el monte Castrove pero ni la jueza instructora ni la Audiencia autorizaron la utilización del georradar en el terreno. En esta primera fase de la investigación apareció una testigo, amiga de Sonia del instituto, que declaró haberla saludado esa mañana por la calle, en torno a las 11.
Con la reapertura del caso después del archivo que decretó la jueza de Violencia de Género el 21 de abril de 2015, la instructora ha delegado el primer trámite en la policía que este miércoles citó a declarar a los hermanos Araújo pero ninguno de los dos quiso hacerlo sin conocer el atestado y los resultados de las últimas investigaciones. Ambos abandonaron la Comisaría de Pontevedra como investigados; Julio por presunto homicidio y su hermano como presunto cómplice.
El coche de Julio Araújo y el recorrido que hizo ese día, volvió a centrar el interrogatorio de la policía. También el que utilizaba su hermano por aquellas fechas y que volvió a ser inspeccionado ocho años después. Pero el juzgado todavía no les ha citado para declarar y formalmente no hay ninguna imputación contra ellos.
“Todo esto resulta muy desconcertante aunque entiendo que el caso sea muy complicado pero supongo que si hubiera nuevas pruebas contundentes habría alguna detención”, reflexiona Jesús Santaló, el abogado de Julio Araújo. “No sé qué novedades puede haber pero lo que sabemos de las diligencias que se archivaron es que no hubo tiempo material para acabar con la vida de Sonia y deshacerse del cuerpo. Comprendo que hay mucha presión de la familia y alarma social pero si no había base para investigar mucho menos para sentar a alguien en el banquillo”, añade.
La abogada de la acusación que representa a los padres de Sonia Iglesias, cree que hay un indicio sólido de que ella está muerta. “Creo que antes también lo había pero ahora está claro y que hay más personas que participaron en el homicidio. Y aunque el cuerpo no apareció, toda la ciudad y la familia también comparten esta teoría y quieren saber dónde está”, incide Isabel Martínez Cochón.
En la investigación se han explorado todas las líneas abiertas sobre el desenlace de Sonia, incluso la de que el cuerpo fuera incinerado, según confirmaron fuentes del caso. De hecho, llegó a estar entre una larga lista de sospechosos un amigo de Julio Araújo, dueño de un tanatorio en Pontevedra, pero esa hipótesis tampoco se ha podido sostener hasta ahora por falta de pruebas.
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