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Capbreton: los últimos coletazos de ETA

El jefe de información de la Guardia Civil cree que la Operación Santuario fue clave en el final del terrorismo

Luis R. Aizpeolea
Controles en los alrededores del lugar del atentado de ETA, en Capbreton, durante la reconstrucción del mismo en 2008.
Controles en los alrededores del lugar del atentado de ETA, en Capbreton, durante la reconstrucción del mismo en 2008.JESÚS URIARTE

"El atentado de Capbreton fue para el servicio de información de la Guardia Civil y para mí personalmente el atentado más brutal y que más me ha impresionado”. Quien se pronuncia de modo tan tajante es el teniente general Pablo Martín Alonso y sorprende aún más su contundencia cuando su autor fue jefe de Información de la Guardia Civil desde 2004 al final de ETA y estaba acostumbrado a convivir con los crímenes de la banda.

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Ciertamente, el asesinato de los guardias civiles Raúl Centeno y Fernando Trapero en la localidad de las Landas francesas el 1 de diciembre de 2007, hace ahora 10 años, tuvo connotaciones especiales por su ensañamiento, por romper ETA su regla de oro de no actuar en Francia y porque la banda no asesinaba desde el atentado de la T-4 en Barajas, justo un año antes. Eran los últimos coletazos de ETA, que cesó definitivamente cuatro años después, tras cometer ocho asesinatos más.

Lo cuenta Martín Alonso en el documental El fin de ETA, participado por Prisa-Vídeo, premiado en los festivales de Nantes y Marsella: “Fue un asesinato puro y duro, a sangre fría, con dos tiros a bocajarro. Es falso que fuera tras un enfrentamiento armado, como dijo ETA. Los dos guardias desayunaban, fuera de servicio. Los etarras que estaban en la misma cafetería de Capbreton les detectaron y, cuando los guardias salieron y se montaron en el coche, les encañonaron. Sabían que iban desarmados y les dispararon a la cabeza. Fue una ejecución brutal. Nunca lo olvidaremos”.

Para Martín Alonso tuvo, además, connotaciones personales: “Tuve un impacto emocional muy fuerte”. “La mañana del 1 de diciembre estaba en mi despacho. Me dicen que en un tiroteo en Francia han fallecido guardias civiles. Poco después me dicen que son Fernando Trapero y Raúl Centeno. Apoyé mi cabeza sobre los brazos y lloré un rato porque a Raúl le conocía mucho. Se había criado con mis hijos en el cuartel de Batalla del Salado en Madrid desde que tenían ocho años. Llamé a casa para que uno de mis hijos controlara a su madre y no se enterara por televisión. No pudo ser. Se enteró en el supermercado y se desmayó”.

Las treguas sirvieron

“Con Alfredo Pérez Rubalcaba tuvimos una relación directa, muy franca y era realmente una persona que nos entendía en lo que hacíamos y nos animaba a ello. El ministro preguntaba y explicaba muchísimo”, señala el teniente general Martín Alonso.

A este, defensor de la solución policial, no le sorprendió que el Gobierno hablara con ETA en 2005 y 2006. “Las conversaciones con ETA existieron siempre. Es una responsabilidad de los políticos explorar esa vía”. Y asegura que durante aquellas conversaciones no recibieron “ninguna orden” que les dijese que variasen la lucha contra el terrorismo.

A su juicio, las conversaciones tenían un efecto positivo. “Al declarar ETA una tregua generaba una expectativa y al romperla frustraba a parte de sus seguidores. Por nuestra parte trabajábamos en mejores condiciones porque desaparecía la tensión del riesgo de atentado. ETA salía perdiendo”.

Martín Alonso acompañó a Francia al ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba. “Las autoridades francesas organizaron una batida general y dos de los autores del atentado fueron detenidos a los cinco días, Saioa Sanchez y Asier Bengoa. El tercero, el autor de los disparos, Mikel Karrera, Ata, lo fue dos años y medio después”, cuenta Martin Alonso. Estaba convencido que el autor solo podía ser un jefe de ETA porque un militante no hubiera osado asesinar en Francia. “Solo podían ser Garikoitz Aspiazu, Txeroki o Ata. La policía científica determinó que fue Ata. Tras ser detenido en 2010 fue condenado en Francia a cadena perpetua revisable”.

Precisamente, la detención de Ata en mayo de 2010 facilitó el fin de ETA porque era su último jefe militar y partidario de seguir atentando, señala Martín Alonso. Ata contradecía a la izquierda abertzale que, desde diciembre de 2006, tras el atentado de ETA en Barajas, reclamó a la banda que cesara.

En septiembre de 2010, ETA declaró una tregua indefinida y un año después, en octubre, el cese definitivo. Pero el jefe de información de la Guardia Civil sitúa el origen del final de ETA, en el plano operativo, en la Operación Santuario, en octubre de 2004, con la detención del que fue jefe político de la banda durante 12 años, Mikel Antza. Fue “la operación más importante contra ETA, tras la desarticulación de su cúpula en Bidart (Francia) en marzo de 1992, a la que sucedió Mikel Antza. El aparato político de ETA era fundamental porque fijaba su estrategia, controlaba sus finanzas y marcaba las campañas. Disponía, además, de comisarios políticos en la izquierda abertzale”. “La Operación Santuario es la culminación de la lucha contra las estructuras logísticas de ETA, en las que centramos nuestro esfuerzo de investigación desde fines de los años noventa. Se intervinieron cinco casas con elementos sofisticados de ocultación de depósitos y acceso, en los que se descubrieron más de 500 armas de todo tipo: fusiles, lanzagranadas, dos misiles, explosivos, etcétera. Y también el archivo histórico de ETA dónde guardaba todos sus documentos”.

Martín Alonso incide en que tras analizar esa “importantísima documentación, que lleva mucho tiempo”, se producen “las operaciones más importantes que descabezan el aparato político de ETA”. “A los tres años y medio, en mayo de 2008, fue detenido el sucesor de Antza, Javier López Peña, Thierry, con Igor Suberbiola y Ainhoa Ozaeta, en Burdeos. Y al año y pico siguiente, Aitor Elizaran, sucesor de Thierry”. Detrás vino David Pla, pero ya con una ETA cesada y descabezada. Thierry, Suberbiola, Ozaeta, Txeroki y Ata integraban la última cúpula de ETA en activo. Los dos últimos dirigían la rama militar.

Respecto a su desarticulación, Martín Alonso señala: “Desde 2006 iniciamos una colaboración con el servicio francés y el CNI para detener a Txeroki. Lo logramos en noviembre de 2008. Era su jefe desde 2003 y 21 días después detuvimos a su sucesor, Aitzol Iriondo. Ata, el último jefe militar de ETA, lo fue al año y medio, en mayo de 2010. “Txeroki y Ata eran unos desalmados, aún más duros que Thierry. Txeroki siempre hablaba de ‘poner muertos sobre la mesa’ y Ata fue el autor de los asesinatos de Centeno, Trapero y del gendarme francés, Serge Nerin, el último de ETA, en 2010”.

Martín Alonso explica cómo se produjeron esas detenciones encadenadas: “Tras la Operación Santuario acumulamos mucha información sobre los movimientos de ETA. Una vez detectada la actividad lo siguiente era saber quién era la persona. Se trabajaba mucho sobre el terreno y requería tiempo hasta que los localizábamos. A través de medios técnicos les escuchábamos. Cuando detectábamos una estructura importante les deteníamos y nos proporcionaba más información. Además, siempre dejábamos cabos sueltos para seguir investigando. Esto unido a que su estructura se reducía con nuestras intervenciones, nos permitía concentrarnos mejor y explica las detenciones encadenadas”.

Martín Alonso narra por qué tardaron en detener a Txeroki, pese a tenerlo localizado. “Le teníamos localizado, pero su detención debía producirse sin riesgos. Hubo que esperar a tenerlo ubicado en un lugar cerrado. Lo seguimos durante más de un año hasta que lo ubicamos en un apartamento en Coteret, en el sur de Francia. Allí se le detuvo. En esa operación, desarrollada durante un año, participaron centenares de personas. Requiere mucha constancia porque lo ves un día y no sabes cuando volverás a verlo”.

¿Cuál fue el factor decisivo del final de ETA? Martín Alonso opina: “El agotamiento. Les habíamos dado en todos los frentes. Les habíamos dejado reducidos a la mínima expresión. En el año 2.000 calculamos que ETA podía tener mil militantes Tras la Operación Santuario agotamos su gran depósito logístico y muchas de sus personas. Improvisaron muchos depósitos con pequeñas cantidades en Francia. Su capacidad se redujo sensiblemente. Reclutaron gente, pero mucha menos y de menor calidad que antes. En 2.010 solo tenían unos 50 militantes. Además, con la Ley de Partidos, atacamos sus estructuras políticas. No tenían otra salida que declarar el final. No por convicción moral”.

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