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Ofensiva terrorista

Los etarras de Capbreton formaban un 'comando' listo para matar en España

Los investigadores creen que los guardias se toparon con un jefe de la banda

Jorge A. Rodríguez

La muerte de uno salvó la vida de otros. Los terroristas que mataron a Raúl Centeno y casi a Fernando Trapero llevaban en el coche en el que huyeron de Capbreton, al sur de Francia, material para fabricar bombas lapa, temporizadores, detonadores y una cantidad de explosivo cloratita que no ha sido detallada por las fuentes del Ministerio del Interior que informaron ayer del hallazgo. Es decir, que los tres etarras formaban parte de un comando operativo que iba a entrar en España para atentar. Al menos uno de los tres era un miembro relevante de ETA, de su cúpula, lo que motivó que los agentes lo identificaran y, también, que tomara la decisión de disparar y matar en Francia.

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Un día después del atentado, nuevos datos permiten reconstruir algo mejor la escena, la secuencia del crimen. Los dos guardias del Grupo de Apoyo Operativo (GAO) entraron charlando en la cafetería Les Ecureuilles, de tamaño reducido y con pocas mesas. Dentro ya estaban sentados los tres etarras, probablemente celebrando una cita de entrega de material e instrucciones. Posiblemente eran parte del objetivo que el operativo en la zona montaba.

Los agentes se sentaron en una de las mesas, casi pegados a los terroristas, que también hablaban en español. Los guardias reconocieron a uno de sus enemigos habituales. Según las declaraciones del camarero, uno de los dos funcionarios españoles se levantó de la mesa y le preguntó si conocía a alguno de los sentados al lado. No, no los había visto en su vida.

Centeno y Trapero no llegaron a tomar nada. Se levantaron de la mesa y se dirigieron hacia la salida. Los terroristas debieron percibir algo. Quizás un gesto extraño, una forma disimulada de transmitirse una sospecha. ETA vive una auténtica paranoia de seguimiento, como demuestran los documentos sobre medidas de seguridad intervenidos en las últimas operaciones antiterroristas. Si los guardias reconocieron a uno o más etarras, sólo quiere decir que sus caras eran conocidas. O muy conocidas.

Si era un jefe de la banda, posiblemente del aparato militar, como sospechan los investigadores, eso explicaría que tomaran la decisión temeraria de matar en Francia, una acción que "un pringadillo seguramente no haría por su cuenta y riesgo", señalan mandos antiterroristas. Algunos de éstos especulan que el reconocido por los dos agentes tiroteados pudiera ser Garikoitz Aspiazu Rubina, Txeroki. De hecho, la operación en la que participaban los funcionarios españoles era, precisamente, contra la cúpula de la banda.

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Los etarras del bar siguieron los pasos de los guardias cuando se marchaban para avisar a sus compañeros. Luego, los datos son más imprecisos sobre lo ocurrido en la calle. Los terroristas dieron algunas voces. Los investigadores sospechan que hicieron algún tipo de pregunta o lanzaron alguna frase para confirmar que los que iban delante de ellos eran guardias. Uno de los agentes fue tiroteado por la espalda cuando estaba montándose en el coche. Al otro le dispararon de frente, hasta vaciar todo un cargador sobre su cuerpo.

Dos hombres de 30 años

La precipitación en la huida abona la tesis de que se trató de un encuentro casual. Los tres salieron a toda velocidad en un solo vehículo y se vieron obligados a robar otro, pistola en mano, en el que viajaban una mujer y su hija. Luego, dejaron a la mujer atada a un árbol, con su hija cerca. Antes le preguntaron sobre direcciones a tomar. De su declaración a la policía sólo ha trascendido, de momento, que los terroristas eran dos hombres de entre 30 y 35 años.

Los investigadores analizan el coche utilizado al inicio de la huida y confían en hallar el segundo. El primero había sido robado en julio en el centro de Francia y portaba placas de matrícula falsas. En el interior, los etarras habían colocado un dispositivo con explosivos para incendiar el coche y borrar huellas, que no llegaron a utilizar. Estos datos llevan a Interior a asegurar que los asesinos formaban parte de un comando que iba a entrar a España para atentar, una tesis que no es incompatible con que alguno de ellos fueran de la cúpula militar de ETA y que asistieran a una cita de seguridad con un comando para entrar a España. Txeroki, por ejemplo, suele mantener este tipo de citas con los terroristas que van perpetrar un atentado.

Escenario del crimen, en el aparcamiento de la cafetería de Capbreton.
Escenario del crimen, en el aparcamiento de la cafetería de Capbreton.EFE

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Sobre la firma

Jorge A. Rodríguez
Redactor jefe digital en España y profesor de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Debutó en el Diario Sur de Málaga, siguió en RNE, pasó a la agencia OTR Press (Grupo Z) y llegó a EL PAÍS. Ha cubierto íntegros casos como el 11-M, el final de ETA, Arny, el naufragio del 'Prestige', los disturbios del Ejido... y muchos crímenes (jorgear@elpais.es)

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