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Cuando España volvió a la guerra

Más de 160.000 militares españoles han participado en 25 años de misiones internacionales

Miguel González
Legionarios en Mostar, en la carretera que conduce a Sarajevo, en noviembre de 2005
Legionarios en Mostar, en la carretera que conduce a Sarajevo, en noviembre de 2005ULY MARTÍN

“Había muchos soldados que no habían oído un tiro en su vida. Un tiro de verdad, no de prácticas”, recuerda el entonces coronel Francisco Javier Zorzo. El desembarco de la Agrupación Málaga en noviembre de 1992 en el puerto croata de Split supuso el bautismo de fuego de un Ejército nutrido mayoritariamente todavía por reclutas de reemplazo.

Desde 1989, oficiales españoles habían sido observadores de la ONU en África y Centroamérica y en 1991, tras la guerra del Golfo, un contingente de la Brigada Paracaidista se desplegó en misión humanitaria en el Kurdistán. Pero nunca antes se habían interpuesto en pleno conflicto y eso tenía un riesgo.

“Estas cosas se sabe cuándo empiezan, pero no cuándo acaban”, advirtió Gonzalo Rodríguez Martín-Granizo, entonces jefe de la cúpula militar, al ministro de Defensa, Julián García Vargas. Ni siquiera el precavido almirante hubiese aventurado que 25 años después aún estarían destinados militares españoles —ya solo media decena— en Bosnia-Herzegovina.

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El Gobierno aceptó la petición que le había hecho la ONU para intentar frenar la primera contienda en suelo europeo tras la Segunda Guerra Mundial y García Vargas elevó la apuesta: encomendó tan delicada tarea a la Legión, unidad que parecía sentenciada a disolución forzosa tras la sucesión de escándalos que habían empañado su imagen. Buscó a un oficial con experiencia internacional —Zorzo había sido asesor de Naciones Unidas en las conversaciones de paz de El Salvador— y lo puso al frente del Tercio de Ronda solo tres meses antes de su salida hacia los Balcanes.

Para la Operación Induráin, su nombre inicial, se le encomendaron solo 300 hombres, aunque afortunadamente alguien cayó en la cuenta de la dimensión del reto y revisó números sobre la marcha: cuando desembarcaron en Split ya eran más de 700 y en pocos meses superarían los mil.

Por vez primera, los militares españoles tuvieron que trabajar codo con codo en un escenario bélico con sus homólogos de otros Ejércitos occidentales y, aunque sus medios eran vetustos y escasos, superaron holgadamente el examen. “Sirvió para que la sociedad española, los civiles y algún que otro militar, se dieran cuenta de que tenían un Ejército del que podían fiarse”, recuerda Zorzo, ya general en la reserva. “Cuando elogiaban a mis soldados, yo les decía: ‘No son champiñones. Esto no sale por generación espontánea; es producto de mucha formación e instrucción”, añade.

Zorzo logró regresar con todos sus hombres, pero la Agrupación Canarias, que le sucedió, se vio bajo el fuego cruzado entre bosnios y croatas. El primero en caer fue el teniente Arturo Muñoz Castellanos, fulminado de un disparo cuando llevaba plasma al hospital de Mostar. El premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional, concedido en 1993 a los cascos azules españoles, y la plaza de España en la antigua línea de frente de dicha ciudad rinden homenaje a los 24 muertos intentando llevar la paz a aquellas tierras.

172 muertos

A Bosnia siguieron decenas de operaciones, no todas con el mismo apoyo en la opinión pública que aquella. El envío de tropas a Afganistán en 2002 tras la caída del régimen talibán suscitó recelos y la participación en la ocupación de Irak tras la invasión de 2003, una marea de protestas que se llevó por delante, con el 11-M, al Gobierno de José María Aznar.

Lo primero que hizo el socialista José Luis Rodríguez Zapatero cuando llegó al poder en 2004 fue ordenar la retirada de Irak. Un año después, se aprobó la nueva ley de Defensa Nacional, que condiciona el envío de tropas al exterior a la legitimidad internacional y la aprobación del Parlamento. Así ha sido desde entonces.

Actualmente, 2.679 militares españoles están desplegados en 19 operaciones en cuatro continentes, con la ONU (Líbano), la UE (Malí), la OTAN (Afganistán), una coalición (Irak) o por acuerdo bilateral (Senegal).

En este cuarto de siglo, 172 miembros del Ejército español, incluidos tres intérpretes, han muerto en misiones internacionales y más de 160.000, todos profesionales, han participado en ellas, la mayoría en varias ocasiones. Lo raro ahora es encontrar soldados que no hayan oídos tiros de verdad, y a veces muy cerca.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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