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Un “cuchitril insalubre” como vivienda social en Cádiz

La solicitante de un alquiler social denuncia la presencia de plagas de insectos, suciedades y humedades en una casa recién adjudicada

Jesús A. Cañas
Estado de la cocina de la vivienda entregada.
Estado de la cocina de la vivienda entregada. paco puentes

Luisa Reyes va, por momentos, de la ira a la rabia. Tras 15 años de espera para acceder a un alquiler social, está decidida a rechazar el que la empresa municipal de vivienda de Cádiz, Procasa, le concedió el pasado viernes. Pero antes, argumenta con pruebas su repulsa: “¿Que por qué hago esto? Porque esto es un cuchitril insalubre, un foco de infecciones. Igual que no lo quiero para mí, no quiero para nadie”. Es la enésima y última vez que visita la que iba a ser su casa acompañada de un periodista, después entregará las llaves. “Prepárate para lo que vas a ver y no exagero”, insiste Reyes, mientras introduce la llave en la cerradura. En la puerta, una pintada añade aún más suspense al momento: “Aquí vive un violador de niñas, un ladrón, un maltratador de su madre y un ladrón. Y un gilipollas”.

Tras forcejar con el atascado portón -“¡ni esto funciona!”, exclama iracunda Reyes-, la casa, ubicada en el segundo piso del 13 de la plaza Tío de la Tiza, deja ver sus encantos: paredes sucias y desconchadas, humedades, muebles desvencijados o armarios sin puertas. El olor tampoco se queda a la zaga. Va del rancio a la putrefacción, mientras que Reyes se afana en abrir las ventanas para dejar correr el aire de la calle. “Y esto no es nada, taparos la nariz”, amenaza la gaditana mientras abre el frigorífico del salón-cocina. Una olla y tres paquetes putrefactos proporcionan alimento a la constelación de pequeños insectos que pueblan el aparato. “Soy pobre pero no mendiga. Dime ahora si hay derecho que alguien tenga que enfrentarse a esto”, añade indignada mientras se tapa la boca con la mano.

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La rabia de la que hoy hace gala Luisa Reyes viró de la alegría que experimentó cuando supo, el pasado jueves, que Procasa al fin había encontrado una casa para ella y sus dos hijos, de dos y 15 años. Llevaba desde 2002 en el Registro de Demandantes de Vivienda Protegida y, desde mayo, estaba alertada de que su momento estaba cerca. “Desde Procasa me avisaron para que viniese al día siguiente a esta casa para la adjudicación de la vivienda. Estaba muy ilusionada”, rememora Reyes. Por 110 euros al mes, la gaditana de 34 años por fin dejaría de vivir en casa de su madre y tendría un hogar, pese a contar solo con una ayuda estatal y ganarse la vida “limpiando portales y cargando cajas de pescado al amanecer en el muelle”.

Pero cuando Reyes accedió a la casa la ilusión se desvaneció. “Vinieron a entregarla sin saber ni siquiera como estaba. Para ellos, debe ser que está habitable por que me dijeron que se habían planteado fumigarla pero que tampoco la veían tan mal. Yo solo vi con ellos el salón, que es lo que está más decente, pero, cuando yo vi la casa, salí corriendo de aquí”, explica, mientras continúa el recorrido por la vivienda. Reyes asegura que los muebles de la desvencijada cocina están llenos de cucarachas y que, en una despensa sin puertas y con comida caducada, hay excrementos de ratones. Además, en el cuarto de baño el inodoro está roto y en los dormitorios el olor y las manchas de humedad en paredes y puertas se hace aún más intenso.

“Pretendían que me metiese ya a vivir aquí cuando esto es evidente que no está habitable y mi hijo pequeño tiene problemas de bronquitis Me consta que esto no es la primera vez que pasa en Procasa, pero a mi no me van a tapar la boca”, denuncia la adjudicataria. Por eso, Reyes decidió anunciar su renuncia a la vivienda, no sin antes convocar a distintos medios de comunicación locales para enseñarla. “No quiero que esto vuelva a ocurrirle a nadie”, zanja la mujer. De hecho, ya incluso le ha quitado las ganas al siguiente de la lista al que le correspondería el piso: “Después de yo comunicar mi renuncia, avisaron desde Procasa a un conocido mío con un hijo minusválido. Por suerte, como aún tenía yo las llaves pude enseñarle la casa y, cuando la vio, me dijo que él aquí no se metía y que también la va rechazar”.

Desde el Ayuntamiento reconocen que el protocolo de entrar en la vivienda, a la vez que el adjudicatario y en cuanto que el piso se queda libre se realiza para evitar ocupaciones. Eso sí, “salvo que se tenga constancia, desde un principio, de que la vivienda se encuentra en mal estado y entonces proceden al arreglo antes de llamarle”. Sin embargo, en este caso, los técnicos de la empresa municipal desconocían el mal estado en el que se encontraba la casa. Según la versión municipal, cuando los trabajadores vieron la casa el pasado viernes acordaron con Reyes que ayer (por este lunes) comenzarían las labores de mejoras y adecentamiento: “De hecho, no se realizó la entrega oficial de llaves, sólo se le dio una copia porque así lo solicitó la nueva inquilina. La empresa municipal se quedó con la otra copia para ejecutar las labores de mantenimiento”, explica Eva Tubío, concejala de Vivienda.

Concretamente, el Consistorio enumera que se iba a acometer “el cambio de ventanas, grifos, así como la instalación de luz y agua, entre otras muchas labores” y que siguen ofreciendo esa posibilidad a la mujer. Además, desde la delegación de Vivienda dicen haber “tomado nota para que no vuelva a repetirse esta excepcionalidad que se cometió de buena fe por parte de la empresa ante la insistencia de la adjudicataria” por tener las llaves. Por su parte, la adjudicataria niega la disposición a la que hace referencia el Ayuntamiento: “Me ofrecieron pintarla y colocarle los rodapiés del suelo, nada más. Es evidente que esta casa tiene muchos más problemas. Además, cuando comuniqué mi renuncia ayer (por el lunes) ni siquiera han dado posibilidad de arreglar la situación. De hecho, ya han llamado a otro inquilino”. Así lo prefiere Reyes que, en el mediodía de hoy, ha echado el cerrojo de la vivienda con la intención de no volver y de entregar las llaves a Procasa.

Justo en el portal de la finca, rehabilitada hace más de una década para viviendas sociales, se ha encontrado con una de las vecinas del bajo. “Haces muy bien en irte, ojalá yo pudiese hacerlo. Las condiciones para vivir aquí no son buenas”, ha reconocido la señora, que ha preferido no revelar su nombre, mientras se despedía de Reyes. A Reyes aún le quedan dos oportunidades más de acceder a una vivienda de Procasa, antes de ser rechazada de la lista. Aunque, esta gaditana de 34 años “acostumbrada a luchar”, duda de que eso vaya a ocurrir. “Después de todo el jaleo que he montado dudo de que vuelvan a llamarme. Pero no me importa, saldré adelante como haga falta”, remacha con coraje.

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Sobre la firma

Jesús A. Cañas
Es corresponsal de EL PAÍS en Cádiz desde 2016. Antes trabajó para periódicos del grupo Vocento. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Sevilla y es Máster de Arquitectura y Patrimonio Histórico por la US y el IAPH. En 2019, recibió el premio Cádiz de Periodismo por uno de sus trabajos sobre el narcotráfico en el Estrecho de Gibraltar.

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