Al final, los principios
Nada se presta menos a ser interpretado o a buscar segundas intenciones que hacer lo que corresponde en el momento preciso


Nada se presta menos a ser interpretado o a buscar segundas intenciones que hacer lo que corresponde en el momento preciso. No sobra, sin embargo, echar mano de algunos antecedentes.
19 de junio de 2014: “Hoy puedo afirmar ante estas cámaras —y lo celebro— que comienza el reinado de un Rey constitucional”. Fue una parte clave del discurso de proclamación de Felipe VI, quien completó esa afirmación recordando las funciones que le atribuía la Ley Fundamental, “ser símbolo de la unidad y permanencia del Estado, asumir su más alta representación y arbitrar y moderar el funcionamiento regular de las instituciones”.
13 de septiembre de 2017: “La Constitución prevalecerá sobre cualquier quiebra de la convivencia en democracia”. El independentismo ya había aprobado sus leyes de referéndum y transitoriedad jurídica. Se disponía a consumar su golpe al orden constitucional. El Rey lanzó ese aviso durante la entrega de los Premios Nacionales de Cultura, en Cuenca.Como Jefe del Estado, y vértice de la arquitectura legal e institucional aprobada en 1978, Felipe VI busca cumplir la función que le ha sido atribuida, y solo la suya.
A diferencia del 23-F, ninguno de los tres poderes del Estado ha sido secuestrado. Ejecutivo, legislativo y judicial disponen plenamente de sus facultades, y el Rey les ha pedido que las ejerzan. A todos. Eso incluye a los partidos que forman parte del arco parlamentario. ¿Cuándo ha decidido hacerlo? No el 1 de octubre, en el que la respuesta correspondía al presidente del Gobierno. Tampoco al día siguiente, cuando Rajoy comenzó a hablar con los líderes del PSOE y de Ciudadanos. La declaración del Rey se ha producido en la ventana que se ha abierto entre esos hechos y el anuncio del presidente de la Generalitat de que en un breve plazo se dispone a proclamar la independencia de Cataluña. Lo ha hecho para señalar la “deslealtad inadmisible” hacia el Estado que los dirigentes del Govern representan.
Finalmente, se ha dirigido a los ciudadanos de Cataluña — “a todos—” para recordarles que el Estado ofrece vías democráticas para defender cualquier idea, que no están solos ni lo estarán y que la Corona está firmemente comprometida con la Constitución y con la democracia.
No era un discurso para ejercer de árbitro o moderador, ni para indicar a nadie lo que debe hacer. Era el que al Rey le correspondía hacer en el momento necesario. Era un discurso de principios.
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