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Normalizar el terrorismo: resistencia y resignación

Los investigadores coinciden en que Europa se está acostumbrando a sufrir los ataques del yihadismo

J. J. Gálvez
Cientos de personas, congregadas en La Rambla de Barcelona, depositan velas, flores y mensajes de apoyo y recuerdo a las víctimas del atentado.
Cientos de personas, congregadas en La Rambla de Barcelona, depositan velas, flores y mensajes de apoyo y recuerdo a las víctimas del atentado.Alejandro García (EFE)

La sentencia la lanzó Manuel Valls, entonces primer ministro francés, apenas un día después del atentado de Niza: "Tendremos que vivir con el terrorismo". "Formará parte de nuestro día a día durante mucho tiempo", remachó, después de que un yihadista se adentrase con un camión en el paseo de los Ingleses de la ciudad de la Costa Azul y matase a más de 80 personas. Era el enésimo golpe que sufría Francia en apenas un año y medio —antes ya se habían sucedido, por ejemplo, Charlie Hebdo y Bataclan— y, con esas palabras, abría la puerta a una pregunta que se repite tras los ataques de Barcelona y Cambrils. ¿La sociedad puede acostumbrarse al terrorismo?

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"Lamentablemente, en Europa, estamos acostumbrados a convivir con él", respondía este jueves el consejero delegado de Ryanair, Michael O'Leary, tras afirmar que el tráfico de pasajeros hacia Barcelona no se había visto afectado por los atentados de Cataluña. "Al final, normalizamos vivir en una sociedad de riesgo", reflexiona Antonio Díaz, profesor de la Universidad de Cádiz, especializado en investigaciones sobre servicios de inteligencia y comunicación de crisis: "Solo tenemos que ver el tiempo que se tarda en retornar a la normalidad. En unas horas, la zona está limpia de restos de lo sucedido, se hacen llamamientos a recuperar la vida cotidiana y las actividades de recuerdo y duelo son cada vez menos y se prolongan menos en el tiempo".

Las crónicas del día después del atropello masivo de Barcelona recogían que La Rambla "recuperó su aspecto normal, atestada de gente" en solo 24 horas. La mayoría de los comercios levantaron las persianas en la tarde del 18 de agosto y las terrazas se volvieron a llenar. El paso de turistas y locales se mezcló con los homenajes y altares improvisados.  "Normalizar se puede entender de dos maneras. Primero, como resignación. Pero también, como resistencia: es la idea de que no vamos a cambiar nuestro modo de vida", subraya Olivia Muñoz-Rojas, investigadora y doctora en Sociología por la London School of Economics.

"Es un hecho que la sociedad se ha acostumbrado al terrorismo internacional. Hemos sido, somos y seguiremos siendo objetivo. Por lo tanto, es una realidad. Y nos encontrarnos con una amenaza que, por las características que tiene, es prácticamente imposible prevenir y garantizar la seguridad al 100%", continúa Jesús A. Núñez Villaverde, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH). En esa idea profundiza José María Irujo, periodista de EL PAÍS especializado en el islamismo radical: "La yihad en Europa se ha convertido en algo cotidiano. Los ataques se van a convertir en cotidianos y van a formar parte del peor de nuestros paisajes, como fue cotidiano y terrible durante casi 40 años el tiro en la nuca, las bombas lapas, los secuestros, chantajes y extorsiones de ETA".

La reacción del continente

Entonces, los investigadores también se preguntan cómo reacciona Europa a ese fenómeno. Primero, si a medida que se suceden los atentados en el continente, la conmoción disminuye. En ese sentido, Muñoz-Rojas considera que, hasta ahora, el duelo se ha repetido con cada ataque. Pero subraya que el impacto de algunos, como el de Charlie Hebdo en enero de 2015, fue mayor que otros posteriores, como los de Bruselas o Cataluña. "Es cierto que influye la ciudad, el número de fallecidos, la época del año o si el método utilizado es novedoso", se arranca la socióloga, que matiza: "Pero la gente se habitúa a vivir con cotas de terror y trata de seguir haciendo su vida".

Y, segundo, si se renuncia a libertades a cambio de la seguridad. Un viejo debate. "Interiorizamos la presencia de policía con armas largas, obstáculos en las zonas principales o tener que llegar tres horas antes a un partido o concierto...", cuenta Antonio Díaz, que recuerda la multitud de cámaras que graban a los ciudadanos a diario: "Se basa en la idea del beneficio percibido. Sé que son necesarias estas medidas para estar seguro y, por tanto, normalizo su presencia".

"Pero nos enfrentamos a una amenaza sobredimensionada por parte de nuestros Gobiernos. La califican como la amenaza más grave cuando no lo es. Basta con ver las cifras: ni somos el principal objetivo del terrorismo internacional, ni ninguno de nuestros estados va a colapsar por muy duro que sea el golpe", denuncia Núñez Villaverde, que concluye: "Mientras tanto, no se abordan las causas estructurales y no se modifica la política exterior. Porque, si uno cree que la venta de armas a regimes autoritarios como el saudí no tiene consecuencias, se equivoca".

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Sobre la firma

J. J. Gálvez
Redactor de Tribunales de la sección de Nacional de EL PAÍS, donde trabaja desde 2014 y donde también ha cubierto información sobre Inmigración y Política. Antes ha escrito en medios como Diario de Sevilla, Europa Sur, Diario de Cádiz o ADN.es.

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