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“Mi nieto no se ha educado en Marruecos”

Los abuelos del supuesto autor de la matanza de Barcelona aseguran que en su país de origen no recibió ninguna influencia radical

Aqbouch Aboyaaqoub y Hychami Charifa, abuelos del sospechoso en busca y captura, en su casa de Marruecos.
Francisco Peregil
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El periodista llega a la ciudad marroquí de Mrirt (30.000 habitantes), a tres horas en coche desde Rabat, donde nacieron cuatro de los presuntos yihadistas involucrados en la matanza de Barcelona y Cambrils (Tarragona). Pregunta dónde vive la familia de Younes Abouyaaqoub, de 22 años, el principal sospechoso de conducir la furgoneta con el que se cometió el atropello masivo en La Rambla. Cualquier cliente de cualquier bar indica que viven en el barrio de Tahjaouite. Y avisa a la policía. Cuando el reportero llega, unos cinco agentes de paisano aguardan en una esquina. Son ellos los que abren o cierran el paso a la entrevista con la familia. Finalmente, un policía afirma: “Por favor, haga llegar este mensaje: esta región es sana, las gentes son buenas. Esto ha sido una excepción, jamás hemos visto aquí algo parecido”.

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Los familiares y amigos de los terroristas no se saldrán del guion. Aqbouch Abouyaaqoub, abuelo del presunto terrorista, de 80 años, pide perdón por lo sucedido y dice que el crimen cometido no tiene nada que ver con la cultura y la tradición marroquíes. Insisten en que Younes se marchó muy joven de Marruecos. Ni los abuelos ni las tías saben precisar cuándo, aunque creen que fue hace años. “Pero una cosa es segura: mi nieto no terminó sus estudios aquí. Estudió en España”.

Mohamed Abouyaaqoub, de 35 años, vive en Ripoll y está de vacaciones en Mrirt. Conocía a los cuatro terroristas nacidos en la localidad marroquí: los hermanos Omar y Mohamed Hychami y Houssaine y Younes Abouyaaqoub (su apellido coincide con el de estos, aunque él no aclara si son familia). “Eran gente muy tranquila”, dice. “Los cuatro hablaban español y catalán perfectamente. Jamás sospeché de ellos. Ni en Ripoll ni aquí. Al pueblo este creo que vinieron en julio Younes y Houssaine con sus motos. Tenían unas motos muy grandes. Llevaban una vida tranquila. Creo que fue el imán de Ripoll [Abdelbaky Es Satti] el que los convenció. Yo iba también a la mezquita del imán y nunca le escuché decir nada de Daesh [Estado Islámico] ni de la lucha armada. Creo que esos mensajes los transmitía después en un piso de Barcelona, no en la mezquita”.

Un joven pasa junto a Mohamed y se lleva la yema de los dedos a la boca para decir que los chicos, los cuatro jóvenes del pueblo, eran excelentes personas. El sentimiento que impera entre quienes los conocían es el de la incredulidad. Y esa misma emoción aflora en el pueblo de Aghbalá, a unos cien kilómetros desde Mrirt, pero con unas carreteras malísimas y en obra que convierten la distancia en dos horas y media de coche.

“Tienen la cabeza vacía”

En Aghbalá nació Moussa Oukabir, uno de los yihadistas abatidos por los Mossos en Cambrils (Tarragona). “Pero aquí no tenemos nada que ver con el Estado Islámico”, subraya un habitante. “Los islamistas se aprovechan de los menores para conseguir sus fines”, afirma Nacer Bouyadnomma, otro vecino. “Moussa Oukabir era un menor de 17 años. ¿Qué puede saber un chico así del mundo? Esos niños tienen la cabeza vacía y Daesh se las llena”, añade.

A las seis y media de la tarde se organiza una manifestación silenciosa en Aghbalá. Una de las tres pancartas que la encabeza dice en un español defectuoso: “El terrorisme no tiene relegion ni nationalidad”. Y otra: “Al nombre de todos los imigrantes de Aghbala qui residen en España y Europa nuestra condolencia a las familias de las víctimas del ataque terrorista en Barcelona”. Muchos de los vecinos hablan español. La mayoría lo aprendió en Cataluña.

“La familia Oukabir es muy grande. Son por lo menos 70 personas”, señala Bassou Oudalia, un vecino del pueblo que vive en Terrassa (Barcelona) y vivió también en Ripoll (Girona). “El padre se separó de la madre hace cinco años. Apenas tenía información sobre el niño”, dice. Otro vecino, Bassou Oudsahia, que vive habitualmente en el sur de Francia, aclara: “Ese niño venía aquí cada cuatro años, apenas se le conocía en el pueblo”.

En Aghbalá lo que salta a la vista es la pobreza. La gente vive de la agricultura, muchas casas están a medio hacer y la carretera para llegar al pueblo es un infierno. La mayoría de los que lograron escapar de la miseria, al menos la mayoría de los consultados, encontraron en España un lugar donde se sienten a gusto. Ninguno quiere que se confunda islam con terrorismo. “Cualquiera que mata de forma indiscriminada no es musulmán”, dice Oudsahia.

A pesar del esfuerzo de las autoridades y los vecinos por desvincular a los terroristas marroquíes de la tierra donde nacieron, Marruecos sigue siendo un vivero de terroristas. El Ministerio del Interior marroquí no deja pasar un mes sin desmantelar al menos una célula vinculada al Estado Islámico. Hasta ahora, es el único país del Magreb que ha logrado frenar las matanzas en los últimos seis años. Pero la vigilancia es constante. Y el país permanece en el punto de mira del yihadismo.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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