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Pedro, segunda oportunidad

La primera prueba de fuego a la que se enfrenta Sánchez no es saber con cuántos leales empieza, sino cuántos apoyos es capaz de asociar

Antoni Gutiérrez-Rubí
Pedro Sánchez celebra su victoria en las primarias socialistas, el pasado 21 de mayo.
Pedro Sánchez celebra su victoria en las primarias socialistas, el pasado 21 de mayo.S. PEREZ (REUTERS)

La política no deja, habitualmente, opciones para las segundas oportunidades. Pedro Sánchez ha ganado algo más que unas primarias épicas: ha ganado la percepción pública de una historia de coherencia y resistencia, con un premio extraordinario. Ahora tiene un relato que, en comunicación política, es fundamental. Rehabilitado, empieza su segunda gran oportunidad.

La primera observación es que, probablemente, la recuperación de Pedro Sánchez —como activo electoral y político— y la del PSOE pueden no estar en la misma página, en el mismo tempo. Los problemas del PSOE son más profundos que los de Sánchez, pero las oportunidades de Sánchez pueden ser más rápidas que las del PSOE. El filósofo Séneca afirmaba que «prefería molestar con la verdad que complacer con adulaciones». Estas podrían ser, quizá, algunas de las condiciones para que Sánchez aprovechara esta gran ocasión. No habrá otra.

Sánchez ha demostrado que es audaz. Ahora le toca demostrar que es capaz. No siempre estas virtudes van juntas, pero cuando aparecen... empieza el verdadero liderazgo

Realismo. Sánchez ha ganado porque Díaz ha perdido, aunque parezca de perogrullo. El nuevo líder del PSOE debería ser realista —y modesto, si la inevitable euforia lo permite— en la valoración del resultado, sus causas y sus consecuencias. Su victoria no habría sido posible, seguramente, sin la concatenación de errores de su rival, según coinciden muchos expertos. Sánchez ha sido el voto útil para que la mayoría de militantes le dijeran no a Susana Díaz. Ha sido un plebiscito sobre ella (y lo que representa), más que un apoyo incondicional a él.

Humildad. La tarea de recuperación del PSOE es titánica, inmensa, desafiante. Capaz de doblegar cualquier intento, por entusiasta que sea. Pero Sánchez ha demostrado una doble cualidad de liderazgo imprescindible: resistencia y confianza. Aunque los atributos con los que se resiste pueden no ser los mismos con los que se construye, lidera y recompone un proyecto político. La humildad será una buena consejera. Sánchez es un héroe. Pero lo que necesita el PSOE es un líder, que no es lo mismo. Conocer las limitaciones propias, trabajar para superarlas y ser consciente de lo que se tiene y de lo que se necesita son garantías de un liderazgo transformador.

Autocrítica. Sánchez también tiene pasado, aunque parezca que su victoria haya sido un combate clásico entre este y el futuro (del PSOE). El nuevo líder ha tenido responsabilidades y pruebas, de las que una lectura honesta y sosegada no permite extrapolar excelencias sin crítica. Sánchez deberá caminar sin cometer los errores —algunos muy relevantes— con los que también adornó su mandato y candidaturas anteriores. La satisfacción del momento no debe impedir una exigente autocrítica. Honesta y profunda. Sincera y realista. Un líder que aprende de sus errores es un líder con futuro.

Equipo. Punto difícil. Sánchez ha sido abandonado, traicionado y olvidado por muchos, por casi todos. Las lealtades que ha construido a su alrededor en estos meses son propias de una intensidad química, de combate y resistencia, encomiable y envidiable. Pero el equipo que necesita no puede ser solo de leales con fe. Sino de talentos que, aunque perdieran en estas primarias, siguen atesorando capacidad y calidad. Perder tiene sus lógicas, claro, pero no te despoja automáticamente de conocimiento o capacidad. Además, hay muchas energías que se han perdido en este largo declive socialdemócrata. La primera prueba de fuego no es saber con cuántos leales empieza, sino cuántos apoyos es capaz de asociar. La generosidad será necesaria y un indicador de inteligencia emocional.

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Seriedad. Sánchez es una persona que emana entusiasmo, energía y vitalidad. Actitudes —todas ellas— imprescindibles para el combate político cuerpo a cuerpo, a las que hay que añadir la habilidad del superviviente, capaz de decir y hacer lo que conviene en cada momento concreto. Su tacticismo es virtud… y esclavitud. Pero la tarea que tiene por delante reclama seriedad y solvencia. Tener suerte —incluso merecerla, buscarla, obtenerla— no es suficiente en política. Se necesita mucho más que intuición y regate. Esta profundidad es imprescindible para abordar este desafío titánico. Sánchez deberá sacudirse, con rigor, la etiqueta de superficialidad y volatilidad que, según muchos analistas, planea sobre su figura.

Proyecto. Es, seguramente, el punto central y más discutible. El PSOE tiene, ahora, dos proyectos estratégicos. El que preparó la gestora para el próximo Congreso y el que ha elaborado el equipo de Pedro Sánchez. Y deberán sumarse algunas medidas de los otros dos aspirantes que merecen atención y seguimiento. La definición afecta al modelo de partido, al territorial, al social y económico y, también, al constitucional. La intensidad y disparidad de diagnósticos influye en la diversidad propositiva. Este desafío no es personal, es colectivo y orgánico. Pero las señales que priorice el nuevo líder serán un gran indicador de su posible éxito.

Finalmente, no sabemos el tiempo que tiene Sánchez para acometer tantas tareas simultáneas. Este dato es una incertidumbre que obligará a una gran flexibilidad y a un ritmo intenso, aunque posible. Sin dejar a nadie rezagado, pero sin lastrar su marcha. Goethe escribió: «Lo que puedas hacer, o soñar, comiénzalo. La audacia tiene genio, poder y magia en ello». Sánchez ya ha demostrado que es audaz. Ahora le toca demostrar que es capaz. No siempre estas virtudes van juntas, pero cuando aparecen… empieza el verdadero liderazgo.

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