La política slow de Rajoy
Pensábamos que solo era una manera de vivir, de comer, o de emprender. Con el líder del PP ya sabemos, también, que es una manera de gobernar
¿Y si Mariano Rajoy se estuviera inspirando en el movimiento slow para liderar la política española? La pregunta me parece pertinente. O, al menos, introduce una variable más para interpretar e intentar descifrar las claves del estilo Rajoy en el ejercicio de su liderazgo. La slow life promueve la desaceleración como fórmula para ser feliz. Propone tomar el control del tiempo, dar prioridad a las actividades pausadas, y resistir a la excitación de la aceleración. La cultura slow busca, además, el placer por lo lento, lo breve, lo simple, lo contemplativo. El movimiento comenzó en 1986 cuando, en protesta por la apertura de un establecimiento de la cadena McDonald's en Roma, se creó la organización Slow Food.
Estas podrían ser algunas claves de la versión política del movimiento en su adaptación por el Presidente:
El estilo de Rajoy provoca una gama de reacciones tan diversa como contradictoria: resignación, perplejidad, irritación, desesperación, confusión, claudicación o pura adaptación
1. Rajoy sabe que lo aburrido es valorado (y, en consecuencia, útil). Rajoy afirmó una vez que deseaba y aspiraba a «una política previsible». Este concepto de gobernar sin sobresaltos, sin sorpresas, con previsibilidad, es una garantía para una amplía mayoría de la ciudadanía que desea que la política no protagonice su vida cotidiana, aunque les aburra. Rajoy quiere menos política, no más, ni mucho menos agitada, excitada, intensa. Ha comprendido que la tranquilidad es garantía de continuidad y estabilidad. Rajoy aburre deliberadamente, adormece con intención. Enfría todo con paciencia pétrea. No es indolencia, aunque a veces pueda parecerlo, es una decisión consciente.
2. Rajoy intuye que la política básica y pausada es más valorada que la compleja y rápida. La aceleración y gesticulación constante de algunos partidos producen mensajes a un ritmo que el electorado no percibe, ni consume; y produce un exceso de oferta que provoca desconexión o desinterés. A lo mejor por esto los partidos más tranquilos son los que más refuerzo obtienen, según los últimos datos del CIS. Este fenómeno se llama agnosia (política) y se describe como la incapacidad para reconocer e identificar las informaciones que llegan a través de los sentidos, especialmente la vista. Rajoy intuye algo importante en la sociedad acelerada: menos es más.
3. Rajoy apuesta por las digestiones lentas y las reacciones ralentizadas. El Presidente, por ejemplo, ha echado a rodar en el Congreso el proyecto de presupuestos, sin tener atados los apoyos parlamentarios. ¿Es temerario o audaz, sin parecerlo? Su confianza en la decantación por gravedad y sedimentación es incomprensible, pero, sin duda, ha sido eficaz hasta ahora. Rajoy cree en Newton. La manzana caerá por su propio peso. Su política de maduración tiene, en ocasiones, tintes de placer íntimo por el dolor (ajeno, claro). Cree, sinceramente, que el control del tiempo (paciente) es clave para la victoria política. A veces se confunde su inacción con incapacidad; su lentitud con torpeza o indefinción. ¿Y si no fuera así? ¿Y si creyera, sinceramente, que el tiempo lento y la inmovilidad desgastan —y mucho— a sus adversarios? Si así fuera, haría lo que hace: esperar, enfriar, frenar. Sus avances siempre son los retrocesos de los demás.
El estilo de Mariano Rajoy provoca una gama de reacciones tan diversa como contradictoria: resignación, perplejidad, irritación, desesperación, confusión, claudicación o pura adaptación. No despierta admiración, pero deberíamos prestar más atención a lo que está consiguiendo. Está macerando la política española y, con ello, también a la sociedad española. Vivimos en tiempos de política slow: lenta (paciente), tranquila (aburrida), básica (simple). Quizá Rajoy ha descubierto la modernidad de la esencia slow. Pensábamos que solo era una manera de vivir, de comer, o de emprender. Con Rajoy ya sabemos, también, que es una manera de gobernar.
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