El fin del hiperliderazgo
La consulta de Podemos demuestra que la militancia es más que pablista
Pablo Iglesias está acostumbrado a ganar. El líder de Podemos ha dominado las votaciones de los simpatizantes desde el nacimiento del partido con muy pocas excepciones, como la victoria de Pablo Echenique en las primarias autonómicas de Aragón, cuando el actual secretario de Organización se encuadraba entre los críticos. Esa tendencia instaló en la formación una cultura del hiperliderazgo que atribuía a los planteamientos del secretario general el único horizonte político posible. Ayer se rompió esa dinámica.
El responsable de ese giro, Íñigo Errejón (y el sector que le tiene como referente), participó inicialmente de esa lógica. Pero su distanciamiento de las tesis del líder, iniciado hace meses, demuestra ahora, por primera vez a escala nacional, que la militancia de Podemos es más que pablista. Iglesias volvió a ganar, pero lo hizo con tan escaso margen, 2,5 puntos, que el resultado abocará a sus principales dirigentes a meditar sus próximos pasos.
Queda un mes y medio para el congreso del partido, bautizado como Vistalegre 2. Lo que se dirimía en la consulta interna eran, sobre el papel, asuntos técnicos relacionados con las votaciones y el reglamento. No obstante, las tres principales familias —los afines al líder, los partidarios de Errejón y el sector anticapitalista— convirtieron ese referéndum en un enfrentamiento político, en una especie de primera vuelta del congreso. Todos lo usaron para medir fuerzas y los cerca de 100.000 participantes lanzaron algunos mensajes.
En primer lugar, aunque exista un consenso declarado sobre la figura de Iglesias como secretario general, se cierra en Podemos el ciclo del hiperliderazgo. En segundo lugar, el resultado otorga a Errejón más margen para redoblar la apuesta, hacer valer su proyecto político y su cuota de poder en una negociación. En tercer lugar, el empate técnico entre los dos sectores mayoritarios demuestra que los afines al portavoz parlamentario representan mucho más que una corriente crítica, como sugirió Iglesias hace semanas. Los datos de la consulta ofrecen también una imagen de partido con elevados riesgos de polarización si finalmente se produce un enfrentamiento entre los pablistas y los erreojonistas. Por eso, de momento, todos ayer en Podemos apelaron con insistencia al diálogo y a la unidad ante Vistalegre 2.
Comenzarán ahora las negociaciones para intentar un entendimiento. Errejón quiere influir en el rumbo del partido y reclama una representación satisfactoria en los órganos de dirección. El principal dirigente anticapitalista, el eurodiputado Miguel Urbán, puede ser una pieza clave. Sus tesis políticas coinciden con las de Iglesias, pero está más cerca de Errejón en algunas cuestiones organizativas. En cualquier caso, todos negociarán, previsiblemente, bajo una espada de Damocles. El primero que se levante, entorpezca el diálogo o busque la confrontación pondrá en bandeja a sus competidores un argumento muy básico y, quizá por eso, eficaz: la acusación de dividir el partido.
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