¿España va bien?
Por una vez, parece que nuestra “diferencia” cae del lado de lo positivo y no de lo negativo


Pongo el título entre interrogaciones porque lo que sigue nace más de una intuición que de datos empíricamente verificables; o, mejor, de una introspección presente desde la elección de Trump. ¡Por primera vez en años España me preocupa menos que el mundo! ¡Incluso que nuestro entorno europeo más inmediato! Antes uno no podía dejar de tener en el centro de sus cavilaciones nuestros grandes problemas; ahora mis inquietudes se concentran sobre lo que pasa fuera. Y no creo que haya sido por un ataque de cosmopolitismo ni porque se me haya obstruido la capacidad crítica. Tampoco he caído en el rajoyísmo a lo Merkel ni pienso que Susana Díaz vaya a resolver los problemas del PSOE o que la salida al conflicto catalán esté a la vuelta de la esquina.
No, como suele ocurrir, uno no puede evitar la mirada comparativa, tanto hacia atrás, hacia donde estábamos hace tan solo unos meses, como hacia los otros, aquellos países a los que antes admirábamos y que ahora vagan por un mar de incertidumbres. Mal de muchos, consuelo de tontos. Pero hay cosas que son objetivables. Primero, en España carecemos de partidos xenófobos de extrema derecha. Irónicamente, nuestro populismo, que lo tenemos, va camino de “izquierdaunidificarse”, de convertirse en un partido más convencional a la izquierda del PSOE, a pesar del añadido multicolor de las confluencias. Compárenme eso con Wilders, Le Pen u Orban, por solo mencionar unos cuantos.
Segundo, gracias al pragmatismo del PNV, nuestros propios conflictos culturales han iniciado una interesante senda en Euskadi que puede tener efecto sobre el caso catalán. Antes estábamos huérfanos de un paradigma, ahora se abren nuevas vías para salir del atolladero. Nadie piensa que será fácil, pero creo que al menos se rompe el impasse. El PP da ligeros síntomas de salir del autismo y el propio contexto exterior debería ser favorable, a sensu contrario, para buscar una política más reconciliada y menos propensa a los antagonismos.
Tercero, hay Gobierno. Nos gustará más o menos, pero significa un desbloqueo de la capacidad de adoptar decisiones. Es muy probable que en esta legislatura, dure lo que dure, podamos alcanzar el tan ansiado pacto por la regeneración de la vida política y el pacto educativo tantas veces ansiado. Otras cosas quizá deberán esperar. Mucho dependerá de cómo el PSOE resuelva su crisis, de que la economía siga creciendo y de lo que vaya ocurriendo en Europa. Si Rajoy ha aprendido de sus errores, puede ayudar a que el gobierno de la UE no se colapse. Por primera vez en varios lustros, España muestra condiciones para volver a ser importante en Europa.
Son señales de progreso “a poquitos”, más como resultado de la fatiga de los anteriores fracasos que de una auténtica voluntad de buscar la concordia. Pero es que los otros están cayendo a plomo. Por una vez parece que nuestra “diferencia” cae más del lado de lo positivo que de lo negativo. Espero no hacerme ilusiones.
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