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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

“Explícanos qué es la nación”

El País Vasco y Cataluña son "nacionalmente" tan plurales desde el punto de vista identitario como la nación española

El primer secretario del PSC, Miquel Iceta.
El primer secretario del PSC, Miquel Iceta. Albert Garcia

El PSOE y los socialistas catalanes del PSC (y también los vascos del PSE) comparten el planteamiento sobre la cuestión nacional plasmado en la Declaración de Granada (julio de 2013). Pero lo que para la gestora que encabeza Javier Fernández es un punto de llegada, lo es de salida para el partido de Miquel Iceta, siendo la siguiente estación el reconocimiento de Cataluña como nación.

En su reciente congreso, el PSC ha defendido que una característica esencial de su posición respecto a la de los nacionalistas es que el PSC desea compartir el proyecto político con los socialistas del resto de España. Pero a la vez reclama una relación bilateral de Cataluña con el Estado, especialmente en materia de financiación, a lo que se oponen los demás barones del PSOE. La Constitución admite diferencias competenciales entre los Estatutos de autonomía, pero siempre que no impliquen “privilegios económicos o sociales”. Esto remite a la excepción de las comunidades forales, que se benefician de una aplicación de los conciertos económicos y el cupo cuyo resultado es una mayor capacidad de gasto.

El “pacto fiscal” planteado por Artur Mas en 2012, bajo amenaza de ruptura rumbo a lo desconocido, fue un intento fallido de esquivar ese condicionante. La reclamación del reconocimiento de que Cataluña es una nación parte del supuesto de que de ello derivan derechos como el de un trato singular en materia de financiación. Pero los barones del PP hicieron saber a Rajoy que si Cataluña se sumaba a la excepción foral ellos pedirían lo mismo.

El reconocimiento de la condición nacional de un territorio con aspiraciones secesionistas tiene una obvia dimensión identitaria. En junio de 2006, un periodista preguntó a bote pronto a Michael Ignatieff —conocido escritor y académico canadiense especialista en conflictos étnicos, pasado luego a la política aplicada como dirigente del Partido Liberal— si pensaba que Quebec era una nación. En unas memorias de su paso por la política publicadas en 2014 recuerda que su respuesta fue “por supuesto”, dando por hecho que ello no significa reconocer un derecho a separarse de Canadá dado que “varias naciones pueden compartir el mismo Estado”. Hay unas 3.000 lenguas y culturas en los poco más de 200 Estados representados en la ONU.

Lo que Ignatieff rechazaba no era la idea de Quebec como nación, sino la creencia de que ello obligaba a los quebequenses a elegir entre Quebec y Canadá, lo que “siempre habían rechazado porque sentían lealtad hacia ambas”. Lo mismo dijo Gordon Brown cuando se implicó en la campaña del referéndum escocés. En Cataluña, los contrarios a la secesión suponen como media de los siete últimos sondeos del CEO el 47,4%, frente al 44,7% de favorables. Pero sería igual que fuera al revés. En ambos casos una consulta sobre la independencia dividiría a la población por la mitad cuando una mayoría de casi dos tercios considera compatibles sus identidades catalana y española. La Constitución no contempla otra nación que la española, pero distingue entre regiones y nacionalidades, categoría que no define pero que la doctrina considera mayoritariamente sinónima de nación.

(En abril de 1790 una banda de campesinos revolucionarios, al sospechar de un hombre bien vestido que pasaba por su distrito, le obligaron a gritar “¡Vive la nation!”. Para rogarle tímidamente a continuación: “Ahora, explícanos qué es la nación”).

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