¿Sobre quién recae la carga de la prueba?
Rajoy ofreció pactar todo aquello que, desde su mayoría absoluta, impulsó sin escuchar a nadie
Dicen los ingleses que la prueba de la virtud del cocinero está en el sabor del pudin. Mariano Rajoy hizo este miércoles de la necesidad virtud, se mostró humilde, prometió diálogo y ofreció pactar todo aquello que, desde su mayoría absoluta, impulsó sin escuchar a nadie.
Si finalmente es investido presidente del Gobierno, va a tener que esforzarse en demostrar que el catálogo de buenas intenciones desplegado este miércoles en el Congreso es sincero.
¿Pacto sobre la educación? Lo reventó en el último minuto cuando estaba en la oposición y a punto estaba de sacarlo adelante el entonces ministro, Ángel Gabilondo. Y ha impuesto, sin concesiones, su nueva ley, la LOMCE, sin escuchar las protestas de profesores, alumnos y expertos, y de toda la oposición.
¿Pensiones? Rechazó con displicencia las propuestas para reforzar la Seguridad Social con nuevos impuestos, rebajó las advertencias de que el sistema era insostenible y apostó todo a un incierto crecimiento económico prolongado en el tiempo.
¿Financiación autonómica? Ya hace dos años que debió haberse revisado un sistema que el Gobierno del PP prefirió no tocar, para evitar conflictos con las comunidades autónomas.
¿Cataluña? Más allá de la promesa de un diálogo bienintencionado y su compromiso de defender a ultranza la legalidad, nada nuevo bajo el sol.
¿Corrupción? Rajoy volvió a definirla como un mal del que nadie se libra. No reconoció que ahí radica su principal falta de credibilidad y que es hoy, en este tiempo político concreto, cuando corresponde a su partido, y a él en primera persona, hacer un esfuerzo extra de contrición.
¿Reforma laboral? Se remitió a una nueva ronda de diálogo social con los sindicatos. Rajoy sabe que, durante estos años, los sindicatos han tenido una respuesta responsable y constructiva en su interlocución con el Gobierno. Son pragmáticos y defienden condiciones concretas. Pero, como a las fuerzas políticas progresistas, no les gustan muchos aspectos de la reforma. Rajoy debe llevar esa voluntad de diálogo al Congreso, donde es posible hacer cambios en la ley.
¿Va a ser Rajoy capaz de revertir un estilo de Gobierno que, hasta en funciones, cuestionó la capacidad de control del Congreso?, como anunció este miércoles desde la tribuna. A él corresponde en exclusiva la carga de la prueba. No puede pedir a estas alturas un acto de fe, ni siquiera un margen de confianza.
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