El fantasma de la ‘kale borroka’ resucita en Alsasua
Mientras que los vecinos del pueblo navarro afirman que se trató de "una pelea de bar", los agentes destinados dicen que, todavía hoy, no pueden llevar una vida normal
En Alsasua insisten en que se trató de una “pelea de bar”. Los vecinos que acceden a hablar (son pocos, la mayoría no quiere saber nada de la prensa), tienen claro que la paliza recibida el pasado sábado por dos agentes de la Guardia Civil en este pueblo de Navarra, nació como nacen tantas otras a altas horas de la madrugada. En el cuartel de la Guardia Civil del pueblo, un agente que pide no identificarse, coincide en esta versión, aunque añade que el hecho de ser guardias civiles desencadenó el ensañamiento.
Alsasua es un pueblo navarro a 50 kilómetros de Pamplona. Tiene 7.600 habitantes, una iglesia y varios caseríos rehabilitados. Alrededor, imponentes montañas de espeso verde. Las paredes y calles de la localidad están repletas de carteles y murales que reclaman el acercamiento de los presos etarras y la independencia de Euskal Herria. En el imaginario social vasco y navarro, Alsasua es un bastión de la izquierda abertzale, un núcleo duro con un extenso currículum de ataques y atentados.
El del pasado sábado es el último capítulo violento de un listado que parecía olvidado. O, como mínimo, apaciguado. Una reconstrucción de los hechos a través de testigos que no participaron en la pelea, pero que estaban en los alrededores en el momento del ataque, sitúa a las cinco de la madrugada a un teniente y un sargento de la Guardia Civil tomando una copa en el bar Koxka, situado en el centro del pueblo, a pocos metros del ayuntamiento. Junto a ellos, sus parejas, dos mujeres que también se verían envueltas en la agresión.
Al parecer, y siempre según vecinos que estaban en los alrededores a esa hora, un joven reconoció a uno de los agentes y les increpó para que se fueran del bar. “Largo”, les dijeron. Los agentes se negaron y comenzaron los empujones. Según parece, los jóvenes agresores eran entre ocho y diez, y sacaron a golpes a los dos agentes, hiriendo a uno de ellos de consideración. Más gente de los bares cercanos salió y rodeó la escena, formando un tumulto de hasta cincuenta personas. Las parejas de los dos guardias civiles trataron de mediar y también resultaron heridas de levedad.
Compañeros de los agredidos niegan con rotundidad que los agentes estuvieran provocando, como han afirmado algunos vecinos y miembros de la izquierda abertzale del pueblo. “¿Cómo van a ir provocando si iban tranquilamente con sus novias?”, se pregunta un agente destinado en Alsasua. “Estaban tranquilamente tomado una copa. Lo raro —añade— es que estuvieran en ese bar y a esa hora”.
Entre ocho y diez jóvenes intentaron echar del bar a los agentes, que tomaban una copa con su parejas.
La normalidad que nunca llegó
Toca una tecla clave este agente. Para todos en Alsasua, agentes y vecinos, la pregunta más recurrente es la de por qué los dos agentes estaban en este bar. El Koxka pasa por ser un punto de encuentro de jóvenes radicales del pueblo. Un pueblo que, el pasado fin de semana, celebraba sus fiestas. “Es verdad que desde hace uno o dos años las cosas se han tranquilizado mucho”, cuenta un guardia civil destinado en Alsasua. “Podemos salir a tomar algo, aunque solemos hacerlo por los bares cercanos al cuartel y no hasta demasiado tarde”, dice. “Yo no iría a ese bar a esa hora, pero tienen todo su derecho a hacerlo, faltaría más”.
Los vecinos de la localidad navarra señalan que desde el cese de la violencia de ETA (que el próximo jueves cumplirá cinco años) la kale borroka ha desaparecido y los agentes han empezado a llevar una vida más o menos normal. “No es habitual verlos salir de noche, pero sí es más normal que hace tiempo”, cuenta un vecino que, de nuevo, pide no ser identificado. “Hace unos años no te cruzabas ni uno. Ahora los ves de vinos, sobre todo sin son chavales de por aquí cerca, tienen sus cuadrillas y no tienen problema”.
El anterior agente de la Guardia Civil coincide en señalar que la vida es más tranquila para ellos ahora que hace unos años. Pero matiza: “Eso de que ya no hay kale borroka no es cierto. Aquí se siguen quemando contenedores, lo que pasa que ahora lo llaman vandalismo. Y nos intentan tocar las narices todo los posible y más. Vida normal no podemos hacer, que quede claro”.
El ataque ha disparado la tensión en Alsasua. Este lunes, el pueblo, además de sus numerosas pintadas y murales, lucía en sus calles principales varias pancartas con la frase en euskera: “Montajes policiales no. Dejad a Alsasua en paz”. También se repetía casi en cada plaza la frase “Alde hemendik”, que se traduciría como “Fuera de aquí” y que hace referencia a la Guardia Civil y Fuerzas de Seguridad.
A las siete de la tarde tuvo lugar una concentración en la que un centenar de vecinos protestaron por lo que consideran un montaje “político-mediático”. En una posterior rueda de prensa en plena calle, un joven que aseguró hablar en nombre de los “habitantes de Alsasua” afirmó que el pueblo “sufre una atosigante represión” y pidió la “absolución” de Jokin y Garin, los dos jóvenes detenidos por el ataque y puestos este lunes en libertad a la espera de juicio.
Largo historial de violencia
Agentes destinados en Alsasua afirman que están muy lejos de poder llevar una vida normal.
Alsasua es uno de los pueblos con mayor presencia de la izquierda abertzale que hay en País Vasco y Navarra. Actualmente gobierna Geroa Bai y antes lo hacía Bildu. En los últimos 25 años, esta localidad navarra de 7.000 habitantes ha estado gobernada siempre por fuerzas nacionalistas vascas.
El currículum de Alsasua en cuanto a kale borroka es amplio en los últimos años. En 1997, Mariano García y Antonia Romás, concejales socialistas de la localidad, recibieron cartas con amenazas de muerte y se encontraron sus coches destrozados. La misma suerte había corrido un año antes el vehículo de Alfonso Estévez, exparlamentario socialista.
En 2003, el socialista Mariano García Garrancho, vecino de Alsasua, anunció su intención de presentarse como candidato en el pueblo. Recibió días después una carta: “Debes saber que somos muchos los vascos que no estamos dispuestos a permitir que esta política de ataque global y estructural contra los derechos de Euskal Herria y sus ciudadanos continúe. Vamos a ejercitar nuestro derecho a defendernos”. En agosto de ese año varios encapuchados rompieron a martillazos los cristales de su coche.
Estos y muchos, muchísimos capítulos más de violencia, son recogidos en el libro Relatos de Plomo, escrito por Javier Marrodán, María Jiménez, Rocío Garcia y Gonzalo Araluce.
Alsasua también fue el epicentro del Comando de ETA ‘Txarito’, constituido en 1985. Y en Alsasua fue asesinado, en 1980, el ex guardia civil Sebastián Arroyo. En realidad, el ataque del pasado sábado a dos agentes fue un macabro retroceso en el tiempo. Un tiempo que parece resistirse a abandonar Alsasua.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.