Adonde va la gente
¿Por qué para ser de izquierdas hay que estar de acuerdo con Pedro Sánchez?
Que me lo expliquen, por favor. ¿Por qué para ser de izquierdas hay que estar de acuerdo con Pedro Sánchez? Aquí confundimos el ser con el existir, una vieja disputa filosófica que no domino mucho pero, caramba, me cae mejor aquel a quien le preocupa más el existir que el ser. A este lo veo como un metafísico confuso e incomprensible (ojo, no todos los metafísicos lo son, eso dicen al menos).En cambio, el partidario del existir es más vital, realista, concreto e inteligible.
Cavilaba sobre este grave problema cuando me llamó un amigo. Nos vemos y se lo suelto. Me mira como si yo fuera una persona del otro mundo, desprovisto de estar al tanto de todo lo que sucede a mi alrededor, sobre todo en las redes. Me trata como a un tonto viejo. “Vaya, ¡qué pregunta me haces! Sánchez es de izquierdas porque dice ¡no! a Rajoy”. Me mira con cara de pensar que no me entero ni de lo obvio.
Sabía la respuesta, soy bastante viejo y parezco tonto, pero no tanto. Le respondo con calma: “O sea, que la consigna revolucionaria del momento es ¡No a Rajoy!, y quien lo proclama ya es, sin más, de izquierdas”. Malintencionadamente recalco el “es”, presente de indicativo del aborrecible verbo ser, me fascina el recuerdo de aquella canción de Juliette Grèco, inspirada por Sartre, que en una estrofa daba la consigna existencialista del momento: L'existence précède l'essence. ¡Qué belleza, eso eran consignas, jolines! El “No a Rajoy” me parece, a su lado, una bobada, postmoderna encima. La Rive Gauche 1950. ¡Eran tiempos!
La vida me ha enseñado que discutir es, casi siempre, inútil. Pensé que era el caso. Él se pide un gin-tonic y yo un Ballentine's. Cada uno es cada uno. Me habla de su novia y tal. Nos despedimos en una esquina, a medio camino, como siempre. De vuelta a casa sigo con mis pensamientos. ¿Qué le pasa a la izquierda, a la gente de izquierdas mejor dicho, por cierto mucho mejor dicho?
Llego a tres conclusiones. Primera, que no piensan, han renunciado, quizás lo consideran, sartreanamente, un esfuerzo inútil. Prefieren que se lo den todo hecho, esperan la consigna, la consigna tonta, por cierto, no como las de antes, profundas, épicas. Segunda, son conservadores, les importa mucho el qué dirán, prefieren no salirse del rebaño, qué nunca se sabe, hay que ganarse la vida. Tercera, y sobre todo, les gusta llevar una etiqueta encima, cultivan con mimo el soy, lo conjugan con delectación, siempre son de una marca, no son ellos mismos, son de donde va la gente. Exactamente: ¡la gente!
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