Los deberes invaden el tiempo de las familias
Nadie puede pretender que los padres renuncien a sus derechos y acepten que se les niegue decidir sobre una cuestión de su competencia
Hay quien afirma que el debate sobre los deberes escolares es innecesario porque no es lo importante en la educación. Argumentan, para defenderlos, que es sólo una mera cuestión ligada a la libertad de cátedra y que son los docentes los únicos que pueden emitir posición sobre ello. Sin embargo, como los deberes escolares están basados en la invasión del tiempo familiar, nadie puede pretender que la familia renuncie a sus propios derechos y acepte, sin más, esta negativa a que pueda decidir sobre algo cuya competencia es exclusiva.
Merece la pena recordar que el Tribunal Constitucional, en una sentencia en la que se pronuncia sobre el alcance de la escolarización obligatoria, indica que “los padres continúan siendo libres para educar a sus hijos después del horario escolar y durante los fines de semana”. Por tanto, esa libertad incluye, obviamente, decidir cómo se organiza esa educación que la familia debe realizar fuera del tiempo de la escuela, así como qué tiempos debe usar, ya que sólo en el tiempo escolar esa libertad se ve supeditada a la obligación de escolarizar.
Es decir, desde la escuela no se pueden condicionar en modo alguno los tiempos propios de las familias, ni las actividades que estas desarrollen en ellos. Sólo en aquellas familias que acepten, de forma previa y expresa, que su tiempo familiar quede supeditado al tiempo escolar, dicha invasión podrá producirse. No obstante, la familia tampoco puede gestionar dichos tiempos y espacios como si los menores no fueran sujetos de derecho. Al contrario, las decisiones de los adultos tienen fronteras que no se pueden traspasar, como en este caso ocurre con la gestión del tiempo de los menores. Según se indica en la Convención de los Derechos del Niño, artículo 31, “El niño tiene derecho al esparcimiento, al juego y a participar en las actividades artísticas y culturales.”, y la vulneración de este derecho no puede realizarse ni tan siquiera por sus propias familias.
Pero, dejando sentado lo anterior, ¿por qué decimos que estamos ante un debate sobre el modelo educativo? Sencillo. La invasión ilegítima del tiempo de los menores y de sus familias mediante los deberes escolares se encuentra muy ligada con las carencias de la escuela, que son consecuencias claras y directas del modelo social que tenemos, el cual necesita de un determinado modelo educativo para poder sobrevivir.
Dos ejemplos de esas carencias. Cuando se alude a que no existe tiempo real para poder abordar el currículo escolar en la escuela, o bien se está diciendo que el tiempo escolar se debe aumentar o que el currículo escolar debe reducirse. Cuando se afirma que la atención individualizada no se puede hacer en el aula y que, por tanto, no importa que la escuela delegue funciones hacia las casas del alumnado, o bien se está planteando que no existe capacidad para poder realizarla o que faltan recursos humanos y materiales para hacerlo. Y, en lugar de cambiar entre todos esta realidad, vulneramos los derechos de los menores sin ruborizarnos. Es fácil, no se pueden defender. Pero, precisamente por eso, somos sus padres y madres los que tenemos que defenderlos. Por convencimiento, sí, pero también por obligación legal.
José Luis Pazos es presidente de la confederación de asociaciones de padres y madres de la escuela pública CEAPA.
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