Z Rajoy
Después de decir dos veces no a la propuesta del rey Felipe VI para que abordara la investidura tras el 20 de diciembre de 2015, Mariano Rajoy ha dicho ahora, después de que el Partido Popular haya obtenido 137 escaños en las elecciones del 26-J, sí al Rey.
El argumento con el que dijo no una y otra vez, que ha defendido a capa y espada, fue que no contaba con los apoyos para lograr la investidura. Porque, con el habitual autoexhibicionismo de "sentido común" del que hace gala, sostiene Rajoy, "a la investidura se va para ser investido".
Bien.
El debate sobre su extraña comparecencia ante la prensa del pasado jueves, día 27 de julio, se ha centrado en lo que ha insinuado sobre lo que podríamos llamar la interpretación mariana de lo que es el encargo del Rey para formar Gobierno. A saber, si al aceptar la propuesta real, el candidato debe presentarse sí o sí ante las cámara y solicitar su confianza para gobernar. O no.
El equipo de Rajoy ha encontrado un constitucionalista, o dos, o tres, que haberlos, haylos, para quienes nuestra Carta Magna no obliga al que acepta la propuesta del Rey a presentarse ante el Congreso de los Diputados si tras realizar las gestiones para obtener los apoyos no los consigue.
La idea es que los preceptos constitucionales sobre el encargo del Rey no fueron redactados con la sensibilidad de un régimen parlamentario, de ahí la rigidez, dicen, de la fórmula empleada, que simplemente se limita a describir que el candidato pedirá la confianza de la Cámara.
Pero, más allá del debate constitucional, el hecho es que Rajoy ha actuado esta vez contra...Rajoy.
Es decir: al aceptar el encargo de buscar los apoyos está haciendo lo contrario de lo que hizo en las dos ocasiones posteriores al 20 de diciembre. En otros términos, su conducta presente desmiente todo lo que había hecho y dicho hasta el pasado jueves.
El candidato no puede justificar en los contactos informales realizados con las fuerzas políticas, por así decir, una negativa al Rey. Eso hizo tras el 20-D.
No. El proceso comienza cuando el Rey te propone.
Rajoy, si fuera por esos contactos, también podría haber dicho que no al Rey en esta tercera oportunidad. La diferencia entre 123 y 137 escaños no justifica el cambio.
Al obrar de manera distinta en una situación básicamente similar reconoce de facto Rajoy algo que negó por activa y pasiva hasta el jueves pasado. Pero como él nunca corrige o enmienda, porque todo ha estado bien hecho en el momento en que se hizo, presenta su nueva conducta, que contradice las anteriores, como un reflejo de su "sentido común".
Esa es su conducta. En la rueda de prensa del 27 de julio utilizó la ironía al punto de pasarse y regocijarse ante la perplejidad de los periodistas que observaban incrédulos a un hombre que parecía mofarse pregunta tras pregunta.
Hubo cierto momento en el que el sentido común aconsejaba decir, por ejemplo, esto:
-Señor Rajoy, todos apreciamos su sentido del humor, pero ¿no le parece que está fuera de lugar en una encrucijada de bloqueo político, inédita en la historia política de la España democrática?
Pero es normal. Rajoy y el PP se permiten hacer siempre lo que califican de atentado contra España cuando lo hacen los demás partidos. Si el PSOE, por la presión del PP, o por temor a su explotación por parte de Rajoy, llegó a prohibir a Pedro Sánchez recibir el eventual apoyo de los partidos nacionalistas / independentistas al punto de garantizar que en el momento de la votación que sus representantes no salieran ni al servicio de la Cámara, el PP fraguó un pacto con el Partido Demócrata Catalán (ex CDC) para conseguir en la constitución de la mesa del Congreso una votación que diera la idea de que la investidura de Rajoy estaba al alcance durante la primera semana de agosto. Un pacto cuando le había reprochado a Sánchez su cortesía con el mismo partido en el Senado, tras el 20 de diciembre.
Para más inri, Rajoy pactaba ahora grupo propio - nobleza obliga - para el PDC cuando estaba en agenda y todos lo sabíamos una nueva votación del plan de desconexión de Cataluña en el Parlament catalán el miércoles 26. La vergüenza que sintió el PP de que en los medios de comunicación del jueves 27, precisamente, el mismo día que Rajoy acudía a Zarzuela, apareciera la noticia de que el PDC obtenía grupo propio en coincidencia con la nueva hoja de ruta de la independencia catalana, hizo que se aplazara la decisión y se diera más tiempo para que el citado partido "justifique" su petición.
La conducta de Rajoy en relación con la investidura, antes no ahora sí, condicionado a obtener los apoyos, también es el reflejo de la campaña que inició al día siguiente del 26-J. Una campaña de presiones extrapolíticas, por así decir, sobre el PSOE y Ciudadanos. El plan: en la primera semana de agosto el pescado debía estar vendido. Por eso, la "cortesía" con los nacionalistas catalanes era una pieza más. Se trataba de crear el momentum, la sensación de impulso, de que la investidura iba sobre ruedas.
Pero la campaña de presiones de Rajoy fracasó. Sus dos alternativas eran y son obvias. Un gobierno en minoría apoyado en sus exclusivos 137 escaños o un gobierno apoyado en la mayoría absoluta, con el respaldo de PP, el sí de Ciudadanos y el "préstamo" de los seis o siete escaños justos del PSOE.
El cambio de Ciudadanos del no a la abstención en segunda votación fue todo lo que obtuvo Rajoy, y esta novedad no sirvió para lo que el candidato entonces todavía in pectore buscaba: la abstención total del PSOE. Ello para lograr la investidura y formar un gobierno en minoría apoyado en sus propios 137 escaños.
Gentes más numerosas pero quizá menos conscientes despotrican contra el presunto mutis por el foro de Pedro Sánchez.
¿Qué hubieran preferido? ¿Que hubiese tenido, por ejemplo, la actitud de Rajoy después del 20 de diciembre?
A ver si recordamos algunos hechos.
El Rey le confía en la primera ronda de consultas a Rajoy la formación del Gobierno, pero el presidente del PP declina y se reserva para otro momento. Acto seguido, en el umbral de la segunda ronda de consultas, Rajoy declara desde Córdoba que la mayoría del PP en el Senado bloqueará lo que considere disparates aprobados en un futuro Congreso. Dispara, pues, sobre el "normal desarrollo del proceso".
Tras conocer, en una segunda entrevista, que Rajoy no está en condiciones de encarar la formación del Gobierno, el Rey confía la labor a Sánchez. Es el 2 de febrero. El mismo día 2, el ministro de Asuntos Exteriores en funciones, José Manuel García Margallo, informa en Roma a sus homólogos en Bruselas que "España podría abandonar la coalición contra el Estado Islámico". Su argumento: que Podemos se ha negado a firmar el pacto antiyihadista con PP, PSOE y Ciudadanos, y, por tanto, su posible aterrizaje en el Gobierno con el PSOE supone un peligro.
Dos días más tarde, el jueves día 4, mientras Sánchez ya ha comenzado a negociar con Ciudadanos, aprovechando un mensaje que le envía Rivera, el presidente del PP llama por teléfono al líder de Ciudadanos y acuerdan "mantener las vías de diálogo y la unidad ante el desafío de los partidos independentistas".
Grandes titulares.
El 6 de febrero, Rajoy vuelve a la carga. En la reunión del PP en Cataluña, Rajoy declara que Pedro Sánchez tiene que definirse por el bien de España y le urge a entrar por la vía de la sensatez y advierte contra una alianza del PSOE y Podemos.
A todo esto, ¿quién es el que ha declinado la oferta de formar Gobierno? Y ¿quién es el que tiene confiada la tarea?
Será -cómo no, el del FernándezGate más tarde destapado- el ministro del Interior en funciones, Jorge Fernández Díaz, el que ponga la guinda.
Aprovecha dos cosas. Primero, informaciones según las cuales la banda terrorista ETA está barajando su disolución aprovechando las elecciones en la Comunidad Autónoma Vasca en 2016, y segundo, las ondas mediáticas que provoca la detención en Madrid de los dos titiriteros por presunta apología del terrorismo. Y resucita a la banda terrorista. Denuncia la agenda oculta tras las negociaciones de investidura de Sánchez y "revela" que ETA espera como agua de mayo un gobierno de coalición de PSOE, Podemos, Izquierda Unida apoyado por el PNV.
"Así de claro", explica el ministro.
El tema de los titiriteros, asimismo, lanza a varios ministros a la palestra para apuntar por elevación contra un presunto pacto para formar un gobierno de izquierdas.
Y ya en vísperas de su reunión con Pedro Sánchez, el presidente del PP se reúne con Rivera y llegan al gran acuerdo nacional de solicitar a Bruselas la flexibilización de los objetivos de déficit fiscal. Después de exhibir el déficit fiscal como su carta de credibilidad durante la campaña electoral del 20-D, ahora Rajoy parece dispuesto a abjurar y acordar una flexibilización.
Esta investidura "paralela" o bombardeo de la investidura de Sánchez refleja un cuestionamiento implícito, por la vía de los hechos, de la decisión adoptada por el Rey en el sentido de no esperar a una tercera ronda de consultas para confiar la formación del Gobierno. Rajoy no preveía esa decisión para la segunda ronda. Y la noticia de que el Rey ha encargado las negociaciones para formar gobierno a Sánchez le coge con el pie cambiado.
Rajoy tenía expectativas -es lo suyo- en el factor tiempo. Porque permitía madurar la disidencia contra Sánchez en el PSOE, por un lado, y aprovechar las presiones, intensísimas, del establishment y de Bruselas, sobre los socialistas, por el otro. El encargo del Rey corta en seco la procesión interna dentro del PSOE y le permite a Sánchez remontar desde una posición anterior erosionada. Sectores del PP no dudan en señalar a Felipe VI como el hombre que le ha arrojado a Sánchez un salvavidas.
Este es Rajoy, el zorro.
El presidente del PP que puede estrenar el nuevo Código Penal de 28 de diciembre de 2012, por el cual las personas jurídicas -partidos políticos o clubes de fútbol, por ejemplo- pueden ser llevados a juicio oral a raíz del auto de transformación dictado por la juez Rosa Freire por daños informáticos y encubrimiento en el caso de la destrucción de los discos duros de los ordenadores depositados en la sede del PP por Luis Bárcenas.
La ofensiva personalísima contra la juez a través de los comentarios inauditos del ministro de Justicia, Rafael Catalá, cuya aspiración es continuar en Justicia...y algo más en el futuro gobierno de Rajoy, tiene dos objetivos. El primer, es intentar enredar a Ciudadanos, que ve confirmadas sus denuncias directas contra Rajoy; y en segundo lugar, afecta a la independencia judicial.
No se trata de un ataque en general a la independencia. Es concreto: el recurso del PP contra el auto de transformación de las diligencias previas en procedimiento abreviado dictado por la juez Freire será resuelto por la Audiencia Provincial de Madrid el próximo mes de septiembre.
Por tanto, ¿que impresión puede causar entre los magistrados que forman la sala escuchar las afirmaciones del ministro de Justicia en los medios de comunicación despreciando el contenido de la resolución judicial?
Es que a pesar de sus indudables victorias electorales, el PP es, hoy más que ayer, si cabe, lo que describíamos en estas páginas el pasado 21 de enero:
Tras obtener el mayor número de votos (28%), el Partido Popular dirigido por Mariano Rajoy parece estar apestado.
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