Tres años de Munar en prisión: misa, inglés y cinco tallas menos
La que fuera mujer más poderosa de Baleares cumple condena
Los domingos en la cárcel de Palma rompen la monotonía de la pautada vida de las presas, que desayunan al toque de diana, tienen estipulado el tiempo de recreo y ven cronometradas sus horas de sueño. Cada domingo, la expresidenta de la extinta Unió Mallorquina, María Antonia Munar, se levanta sabiendo que recibirá la visita semanal de su marido, a veces acompañado de su hijo, su madre y uno de los pocos amigos que no le dan la espalda ahora que pintan bastos.
La que un día fue la política más poderosa de Baleares, la primera mujer en presidir el Parlamento autonómico, la alcaldesa más joven de España, lleva tres años tras las rejas de la cárcel de Palma donde cumple dos condenas que suman once años y medio de cárcel. El probado desvío de fondos desde el Consell de Mallorca que presidió a una productora televisiva que dominaba mediante testaferros le llevó a ser condenada a cinco años y medio de cárcel por el caso Maquillaje. El Tribunal Supremo también ratificó seis años de condena por el caso Can Domenge, al considerar probado que se compinchó con otros compañeros de partido para beneficiar a un empresario en el concurso para adjudicar el mayor solar edificable de Palma.
Durante años, Munar dominó el destino de los gobiernos de Baleares a través del partido que dirigió, la formación regionalista de derechas Unió Mallorquina, una suerte de CIU a la balear que con un puñado de diputados se alió con PP y PSOE de forma alternativa, aupando por ejemplo al poder a Jaume Matas y provocando su abandono de la política cuatro años después tras aliarse con el socialista Francesc Antich. Gracias a sus estrategias políticas logró ser consejera de Cultura, presidenta del Consell de Mallorca y del Parlamento balear, después de ser alcaldesa de Costitx durante más de dos décadas.
Ningún expediente
Pero poco queda de aquello desde que hace tres años atravesara la puerta de la prisión, con un vestido azul a media pierna, una chaqueta color beige, tacones y sus eternas gafas de sol. Durante estos tres años, Munar no ha disfrutado de ningún permiso. Sólo ha salido de prisión en tres ocasiones, siempre para declarar por causas judiciales que tiene pendientes. No le han abierto ningún expediente por mal comportamiento, pero los permisos no llegan por los casos que aún están por juzgar.
Su círculo más íntimo dice que el principio fue lo más duro, aunque logró amistad con dos presas mallorquinas que cumplen condena por asuntos económicos que le guiaron durante los primeros meses. Con ellas, dicen sus amigos, la expolítica regionalista puede mantener conversaciones que no tiene con otras reclusas con las que comparte módulo, donde se mezclan condenadas por delitos de sangre, narcotráfico, robo o estafas.
La expresidenta de Unió Mallorquina ha participado activamente en la vida de la prisión. En estos años se ha apuntado a cursos de inglés, catalán y alemán, asiste de forma regular a los ciclos de cine que se organizan en el módulo y también acude a misa. A pesar de que su salud es buena, la dieta de la cárcel hace mella en su físico. Una de las personas que le visita regularmente afirma que ha bajado cinco tallas y ahora viste una 36, un cambio que ya se notaba la última vez que compareció en la Audiencia Provincial, donde también acudió con el pelo teñido de negro, muy alejado del rubio que acostumbraba a cuidar varias veces por semana en peluquerías de renombre de Palma.
A partir del año que viene y si no suma más condenas, la expresidenta del Parlamento balear podrá acceder al tercer grado, lo que le permitirá disfrutar de un régimen de semilibertad al haber cumplido dos tercios de la condena. Sin embargo, aún le quedan varias causas pendientes. La más inmediata es el juicio con jurado por el caso del 'soborno de Can Domenge' fijado para el próximo tres de octubre, donde se investiga el pago de cuatro millones de euros por parte de un empresario a líderes de UM para hacerse con un concurso público.
A la soledad de la prisión, Munar suma el abandono de su antiguo círculo de confianza. Sus allegados afirman que “la mayoría de los que venían a pedir cargos le han dado la espalda”. ‘Sa Princesa’, como muchos le llamaban en la isla, se siente abandonada. El verano no es una buena época en la prisión, según cuentan algunos reclusos, porque cambian las rutinas, el tiempo se ralentiza y vuelve la monotonía que algunos domingos se rompe en la cárcel de Palma.
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