El Lucky Luciano gallego vuelve a las andadas
El histórico narco condenado en la Operación Nécora cae a los 70 años en un alijo de coca
La tranquilidad de una pequeña aldea de Vilanova de Arousa (Pontevedra) se vio interrumpida hace dos semanas con la llegada de varios furgones policiales que rodearon el llamativo fortín empedrado de uno de sus vecinos más famosos, Luciano Núñez, apodado como el mayor gánster de la mafia siciliana, Lucky Luciano, por los que fueron sus compinches en las primeras descargas de fardos en las playas de su pueblo en los ochenta.
Aunque aparentemente vivía retirado del negocio de las drogas desde que salió de la cárcel como uno de los pocos que cumplieron condena por el juicio de la Operación Nécora en 1993, el histórico narco salió esposado de su caserón, después de que la policía descubriera en el puerto de Algeciras (Cádiz) un alijo de media tonelada de cocaína dentro de un contenedor que traía una carga de muslos de pollos congelado procedente de Brasil.
Con 70 años, Luciano Núñez Villanueva se había dedicado más de 20 a producir vino con la marca Albariño Andión, de la Denominación de Origen Rías Baixas. Pero hace un año, el oficio de viticultor se fue al traste. Su empresa Bodegas Núñez entró en concurso de acreedores y ahora la gestiona una administración concursal para remontarla y sacarla a la venta. Arruinado, la policía cree que Luciano Núñez hace tiempo que ocultaba una doble vida y que había vuelto a las andadas, como también lo han hecho otros narcos históricos de su generación.
Ahora, se le atribuye la supuesta jefatura de una red que se dedicaba a meter alijos en puertos alejados de Galicia, que eran fletados por traficantes colombianos asentados en Madrid, lo que desencadenó la denominada Operación Bodeguilla. Esta vez, el envío era de 498 kilogramos, valorados en unos 17 millones de euros. Junto a Núñez hay otros 11 detenidos en Andalucía y la provincia de Pontevedra, entre ellos dos gallegos multirreincidentes por narcotráfico: Ricardo Juan Dacal Feijoo y José Castro Lamas.
Una historia de película
Núñez Villanueva comenzó en el narcotráfico como un eslabón intermedio a las órdenes del poderoso clan gallego Los Charlines. Esto pesó como una losa para el entonces veinteañero narco que pagó con la cárcel una de las mayores condenas impuestas por el tribunal del caso Nécora mientras su jefe y mentor, Manuel Charlín, salía absuelto.
Sus hazañas como estibador de alijos para la que entonces era la mayor organización de narcotraficantes en España quedaron impresas en cientos de legajos del sumario de la Nécora y actas del juicio en los que su apodo no pasó inadvertido. Tampoco el relato que hizo ante el tribunal, que escuchó con atención su fantástica historia como funcionario del Departamento de Estado de EE UU, un pasado que nada tenía que ver con el narcotraficante al que había denunciado el arrepentido Manuel Fernández Padín, su principal testigo de cargo. Este le implicó en el transporte de 1.300 kilos de hachís.
El Lucky Luciano de la aldea de Tremoedo contó en el juicio que desde 1975 había trabajado para las administraciones de los presidentes Gerald Ford y Jimmy Carter. Su cometido era preparar los menús para recepciones oficiales en la Casa Blanca, y citó como ejemplo el ágape que organizó durante la visita del presidente de Irak, Saddam Hussein, para el primer ministro israelí, Menahem Begin, el shah de Persia o el emperador de Japón.
El fantástico currículo como masterchef de nada le sirvió a Luciano Núñez para evitar o atenuar la condena de 13 años y cuatro meses, agravada con una multa de 100 millones de las antiguas pesetas. A finales de los 90, salió en libertad condicional completamente decidido a volcarse en el cultivo de albariño, que ya se había puesto de moda como operación de marketing entre los penados más conocidos.
Pero su nueva vida de bodeguero a punto estuvo de acabar antes de tiempo cuando, en 2012, fue víctima del asalto en su casa de dos encapuchados que le ataron y prendieron fuego después de rociarle el cuerpo con un líquido inflamable para robarle. El episodio tenía todos los ingredientes de un ajuste de cuentas porque Núñez acabó en la unidad de quemados de un hospital con graves heridas, principalmente en los testículos, hasta que los asaltantes, ladrones de poca monta, fueron detenidos. Cuatro años después de aquel episodio, vuelve a estar acusado de narcotráfico.
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