Algo va mal
Una vez emitido el voto, los partidos están obligados a negociar hasta que formen Gobierno
Tal como los partidos políticos se han lanzando de nuevo a la campaña electoral, no da la impresión de que sus dirigentes hayan medido en toda su gravedad la hartura y el desapego que su fracaso en formar Gobierno ha extendido entre los electores. Nada, vienen a decirnos, aquí no ha pasado nada, sino que como ustedes han votado mal, es menester que corrijan su voto a ver si en esta segunda ronda aciertan. Pero los resultados de las elecciones, mal que les pese a los emergentes nacionalpopulismos, no pueden modificarse a voluntad de los partidos políticos. Y no porque del conjunto de votos se desprenda un mandato claro para cualquiera de las opciones que se presentan; ni tampoco porque los electores formen un cuerpo que expresa una voluntad, sino porque, una vez emitido el voto de cada cual, los partidos están obligados a debatir y negociar hasta la formación de un Gobierno. Esto es lo que ocurre en las sociedades y en los Estados democráticos.
Si se encogen de hombros o disfrutan metiéndose en el estúpido juego de las líneas rojas, dando como no celebradas las elecciones, es que algo va mal.
Y eso que va mal se llama democracia, que no es solo una forma de Gobierno, sino una forma de Estado, con una relación pactada entre sus territorios y un determinado ejercicio y control de los diferentes poderes. Por eso, lo que ha revelado la estrategia de los partidos que decidieron forzar nuevas elecciones es que nuestra forma de Estado atraviesa una crisis sin fácil salida, situación que solo se produce cuando los acuerdos sobre los que se ha construido la convivencia de una comunidad política saltan por los aires o, como es nuestro caso, cuando no faltan partidos que trabajan a conciencia para que salten.
Por eso tenemos que ir de nuevo a las urnas, porque unos partidos políticos sostenidos en amplias pero insuficientes minorías sociales pretenden modificar a su gusto la forma del Estado o poner en marcha, desde el Gobierno, procesos encaminados a la deconstitución de ese mismo Estado.
Y eso, en democracia, no puede ser.
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