No hay mimbres para el segundo frente
Según el último Euskobarómetro, el 63% de los vascos no desea la independencia
Cuatro años después del cese definitivo de la violencia de ETA, Euskadi crece al 3,1%, tras nueve meses seguidos de auge, con un 119% del PIB per cápita de la media europea y el 75% de sus ingresos dedicados a políticas sociales (sanidad, educación...). Tiene un 14% de paro con la expectativa de bajar al 10% en la próxima legislatura. A su vez, sigue bajando la demanda independentista. Según el último Euskobarómetro, el 63% de los vascos no desea la independencia, con un 57% que está por la autonomía y el federalismo y un 5%, por el centralismo.
Son datos del balance de la primera legislatura tras el cese de ETA. Un balance apresurado pues el lehendakari Iñigo Urkullu no descarta adelantar las elecciones vascas a junio, en vez de octubre, si en España se repiten las generales. Pocos creían hace cuatro años que ETA había cesado definitivamente y, menos aún, que en este plazo Euskadi se colocaría en el grupo de vanguardia de España en bienestar social y convivencia.
No es ajena a esta situación la decisión del Gobierno peneuvista de Urkullu, en estos cuatro años, de priorizar la lucha contra la recesión y su salida social, con el respaldo de los socialistas vascos, frente a debates identitarios. De tal manera que, incluso, en Podemos reconocen las políticas sociales del Gobierno vasco.
La salida de la recesión y el esfuerzo por la convivencia, tras 43 años de terrorismo, han aplazado la reforma del Estatuto, pendiente tras el fracaso del plan soberanista de Ibarretxe la pasada década. Euskadi es una de las escasísimas comunidades que no lo ha reformado y lo hará en su próxima legislatura. El PNV, probable ganador en las elecciones vascas, según los sondeos, sabe que, además del apoyo de sus bases nacionalistas, ha recuperado la centralidad y transversalidad que perdió Ibarretxe. Por eso mantendrá como prioridad la lucha por el bienestar y, aunque plantea una reforma profunda del Estatuto con el reconocimiento de Euskadi como nación y la bilateralidad como principales ingredientes, ha adelantado que no se arriesgará a una aventura unilateral a la catalana y pactará con el Estado el Estatuto que se refrendará, de acuerdo con la ley.
Solo Bildu defenderá el independentismo vía referéndum en un momento de decadencia, con generaciones jóvenes más preocupadas por los retos sociales que los identitarios. Solo el 22% de los vascos cree que vivirían mejor en una Euskadi independiente, según el último Euskobarómetro.
El tercer actor no parece que sea el PSE —definido por una reforma constitucional— sino Podemos, en alza en Cataluña y Euskadi, según las encuestas. El catalán Xavier Domènech, de En Comú Podem, en sus conversaciones con el PSC se ha definido no por una consulta refrendataria, como la del PNV, sino dual: independencia sí o no, con petición de voto negativo. Podemos Euskadi no ha enseñado sus cartas. Errejón, muy influyente aquí, ha hablado de bilateralidad y consulta pactada, lo que le sitúa más cerca del PNV que de Bildu.
Todo apunta a que el experimento vasco de reforma territorial será complejo. Pero no hay mimbres para el segundo frente independentista, tras Cataluña, que ha reclamado Otegi. PNV y Podemos lo han rechazado. Más bien, al contrario, Euskadi podría ser referente para que Cataluña salga del agujero en que le metió Artur Mas. Pero para eso hace falta, también, un Gobierno dialogante en España. Y, ¿será eso posible?
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