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“Teresita, te voy a poner de administradora”

Los colaboradores de Rato cuentan al juez cómo les presionó para situarles al frente de sus negocios

Fernando J. Pérez
Teresa Arellano, tras ser detenida.
Teresa Arellano, tras ser detenida. EFE

Teresa Arellano ha sido la sombra y la guardiana de los secretos de Rodrigo Rato desde 1983, cuando el futuro vicepresidente económico del Gobierno era una joven promesa de Alianza Popular. La secretaria, una de las personas de máxima confianza del expolítico, y que solo se separó de él cuando se mudó a Washington tras ser nombrado director gerente del FMI, fue detenida en el garaje de su casa por la Guardia Civil en la mañana del 30 de septiembre. Tras pasar 24 horas en los calabozos del instituto armado en Tres Cantos, Arellano contó a los agentes y posteriormente al juez Antonio Serrano-Arnal los detalles de su colaboración con el expresidente de Bankia, al que, pese a los 33 años de relación laboral, siempre se dirige como "señor Rato". El expresidente llegó a colocarla en Bankia, donde se hizo cargo de la comunicación. 

En diciembre de 2014, Rato necesitaba a una persona de confianza para sustituir al administrador de Kradonara, la empresa clave de su entramado societario en España. "Me invitó a tomar un café en Castelló 50 [sede del despacho de Rato] y me dijo que tenía que pedirme un favor, que el administrador de Kradonara tenía un problema y se tenía que ir y me pidió que yo fuera la administradora", contó al juez Serrano-Arnal.

"Yo le dije que no estaba preparada, que mi madre era mayor y estaba enferma y que él tenía dos causas en la Audiencia Nacional [por la salida a bolsa de Bankia y por las tarjetas black] y que si le pasaba algo yo no estaba preparada para administrar", relató al magistrado. Tras el café, según la versión de Arellano, el jefe siguió insistiendo: "Me dijo que nunca me pediría algo que no fuera legal".

Una vez en la oficina, Rato pidió a su colaboradora Nelia que le llevara una copia del DNI de Teresa Arellano, lo que aquella hizo. "Teresita, te voy a poner de administradora", le anunció. Dos días después, Rato y su secretaria de toda la vida fueron al notario a formalizar el nombramiento que se inscribe el 29 de enero de 2015: "Me vi obligada emocionalmente a firmar", manifestó Arellano al juez, según su declaración, incorporada al sumario del caso.

El 20 de marzo, Arellano se negó a firmar un formulario de blanqueo de capitales que le presentó la empleada del banco Santander donde tenía cuenta Kradonara. Tuvo que ir Rato con ella a firmar ese documento. "Me dijo que Kradonara no tenía ninguna cuenta fuera", señaló la secretaria.

520 euros

Tras la detención de Rato y los registros de la oficina, el 16 de abril pasado, Arellano pidió a su jefe que la relevara como administradora de Kradonara. "Él me dijo que tenía que firmar unos papeles de la sociedad; yo le dije que no, discutimos un poco pero no lo firmé, no sabía siquiera de que se trataba". Finalmente el 12 de mayo, "después de perseguirle", Arellano logró que Rato la quitara como responsable oficial de su mercantil. "Tuve que pagar yo los 520 euros [de la operación en el registro]", contó.

Arellano no fue la única colaboradora de Rato que tuvo que figurar como apoderada o administradora de sus empresas. Mar Prado, que empezó a trabajar para la familia Rato en 1990, con 21 años, y que fue despedida a mediados de abril de 2014, llevó el proyecto Bagerpleta, sobre la adquisición del 44% de la propiedad de un hotel de Berlín. Rato lo puso como administradora mancomunada de la sociedad VR Inversiones, pese a que ella no llevaba la gestión de esa mercantil. Preguntada por la Guardia Civil, que la citó como testigo el pasado 30 de septiembre, Prado se excusó: "son favores que se piden y cuando una trabaja para una familia tiene que aceptar estas cosas".

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Sobre la firma

Fernando J. Pérez
Es redactor y editor en la sección de España, con especialización en tribunales. Desde 2006 trabaja en EL PAÍS, primero en la delegación de Málaga y, desde 2013, en la redacción central. Es licenciado en Traducción y en Comunicación Audiovisual, y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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