Emotiva, activa y primaria
Esperanza Aguirre, la recién dimitida presidenta del Partido Popular, ha sido una figura política enérgica
Si se hace caso a la clasificación caracteriológica clásica, formulada por el científico francés René La Senne, desarrollada por su compatriota Gastón Berger y por Roger Mucchielli, que establecieron una tipología de personalidades políticas sobre la base de la emotividad, la actividad y la repercusión, la figura de la recién dimitida presidenta del Partido Popular, Esperanza Aguirre (Madrid, 1952) quedaría entre las emotivas, activas y primarias. Es decir, aquellas que muestran ante los acontecimientos relevantes un índice emocional superior al de la media; las que, activamente, se singularizan por mostrar una tendencia a enfrentar directamente los obstáculos interpuestos en su camino, no a eludirlos; y aquellas caracterizadas por una repercusión determinada por su predilección por actuar sobre el presente inmediato en mayor medida que teniendo en cuenta el pasado o el futuro. Tal es la personalidad correspondiente a las figuras políticas enérgicas o coléricas, según el científico francés.
Si se tratara de encuadrarla según la clasificación del politólogo estadounidense, Harold Lasswell, que diferenciaba a las personalidades políticas entre “agitadoras, administradoras y teóricas”, pocos dudarían de que la condición de agitadora definiría mejor la personalidad de la ex presidenta regional, por exclusión de las dos dimensiones posteriores, sobre todo por la desenvoltura exhibida por Esperanza Aguirre en el empleo de la palabra y la frase corta como revulsivo emocional contra sus rivales y hacia sus seguidores. En la dicotomía clásica entre personalidades doctrinarias y pragmáticas, la segunda dimensión es la que más se le ajusta, según sus allegados. Sin ser, desde luego, leptosomática, es decir, melancólica; ni pícnica, esto es, gozadora perpetua, Aguirre, más "marciana", combativa pues, que conciliadora, "venusiana", parece ser el ejemplo de la política oportunista, cuyo ideal sería la consecución continuada de éxitos, cualesquiera que sean estos.
Una finca polémica en El Escorial
De familia numerosa, Esperanza es hermana de Santiago Aguirre Gil de Biedma, promotor de la compañía de consultoría, gestión inmobiliaria y urbanística Aguirre& Newman. Fue Santiago quien adquirió, mediante compra a otros co-herederos, la finca La Granjilla, en El Escorial, comprada a su vez en la época de la desamortización de bienes de lglesia, en 1834, por la familia Borrell; la finca había sido heredada por la abuela, de apellido Borrell, de Esperanza Aguirre. Por esa finca y por otras dos, cruzaba, según la tradición vecinal, el histórico Camino Real de El Escorial a Madrid, que atravesaba Galapagar. No obstante, Santiago Aguirre, decidió cerrar al vecindario el paso caminero, que conduce a la ermita de una Virgen de la Herrería donde las gentes de El Escorial celebraban una romería anual.
Cuando el vecindario logró que el Ayuntamiento, regido entonces, 2003, por Foro Progresista, coalición formada por el PSOE, IU, Ecologistas en Acción, recurriera la decisión del cierre al paso público de la finca, las elecciones municipales dieron la victoria a un candidato del PP. El pleito contra el cierre de La Granjilla quedó archivado. El concejal de Urbanismo, del PP, Ignacio González Velayos, sería poco tiempo después nombrado Consejero-Delegado en el Metro de Madrid, compañía vinculada al Consorcio de Transportes, donde impera la Comunidad de Madrid, de la que Aguirre fue presidenta entre los años 2003 y 2012. González Velayos simultaneó ese cargo con el de Concejal de Urbanismo de El Escorial, donde el quinto teniente alcalde, su cuñado, también del PP, el aparejador Fernando Preciado Lage, durante un recorte de personal directivo, fue promovido al cargo de Gerente de Patrimonio de la compañía metropolitana. La retirada del recurso planteado por el Ayuntamiento se hizo con la necesaria aquiescencia del Gobierno regional, que Esperanza Aguirre a la sazón presidía, según señala el exalcalde socialista escurialense Mariano Rodríguez.
Esperanza Aguirre frecuentaba asiduamente los círculos más franquistas de la facultad madrileña. Empero, asegura haber sido siempre “liberal”
Un lugareño escurialense, José Lucas Reguilón, que rompió el candado de La Granjilla para permitir el paso de los vecinos hacia su ermita, fue juzgado y condenado a pagar una multa y el candado de la finca, que había cortado con una cizalla. Reguilón había sido concejal de Urbanismo de Izquierda Unida y formaba parte del grupo "Correcaminos", de defensa de los viales públicos, explica Mariano Rodríguez. Los abogados de Santiago Aguirre Gil de Biedma argumentaron ante la justicia que el Camino Real solo pasaba por la carretera El Escorial-Madrid al haber caído en desuso el anterior; e invocaron un texto de Gregorio Sánchez Meco, hoy Cronista Oficial de la Villa, que de tal manera lo fundamentaba. A partir de entonces, la puerta de la finca exhibe un “Prohibido el paso”. Solo pueden pasar las carretas de la romería, una vez al año, pero no el público.
Franquismo y liberalismo
Esperanza Aguirre, mediados los años 60 del siglo XX, estudiaba Derecho en la Universidad Complutense. Entonces frecuentaba asiduamente los círculos más franquistas de la facultad madrileña. Empero, asegura haber sido siempre “liberal”. Cuando en la primavera de 2008, un periodista de El País le preguntó a cuál liberalismo se refería, si al continental, del francés Benjamín Constant, o al liberalismo británico respondió: “No, no, al de Churchill”. “¿Se refiere a quien bendijo el empleo de carros de combate contra obreros en huelga?”, repreguntó el periodista. “No, no, me refiero al del puro, al del habano”, dijo colocando los dedos índice y corazón en forma de uve.
El mismo periodista cubría una visita de Aguirre a un tramo del Camino de Santiago madrileño cerca de Becerril de la Sierra, el 28 de enero de 2010. Durante un alto en el recorrido, cuando ella creía que estaba cerrado un micro dentro de una carpa en la que se hallaba, la escuchó comentar con Ignacio González: “Hemos tenido suerte de darle un puesto a Izquierda Unida y quitárselo al hijoputa ese”. Aguirre, según se interpretó entonces, aludía a una supuesta maniobra suya para cortar el paso a una persona allegada al alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, a quien consideraba adversario político suyo.
Muy poco antes de aquel episodio, con cajas destempladas y ante varios alcaldes de la zona guadarrameña, Aguirre había dado órdenes de que “ese hijo de puta que tiene una casamata con techo de uralita junto al camino la retire inmediatamente”. Se trataba de un agricultor que mantenía allí aperos de labranza.
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