Melilla intenta olvidar el lunes: “El terremoto nos lanzaba contra la pared”
El miedo pervive entre los vecinos, que se echaron de madrugada a la calle tras el seísmo
Fadma Abdeselam agarró a su hijo Aiub de 9 años, epiléptico, y lo "arrastró" hasta la calle mientras toda la casa temblaba. Salieron descalzos. En bata y en pijama. Nerviosos y "asustadísimos". "Los platos y los vasos se caían al suelo. Los armarios no paraban de moverse. Era casi imposible andar porque el movimiento te lanzaba y golpeaba contras las paredes", narra esta mujer, de 52 años, pasado ya casi medio día desde que un terremoto de magnitud 6,3 en la escala Richter, con epicentro al sur del mar de Alborán, sacudiera Melilla a las 5.22 de este lunes. Un seísmo que, según el 112, ha dejado 26 heridos leves y una decena de viviendas desalojadas; además de multitud de calles cortadas por los cascotes que se precipitaron al suelo desde las fachadas de los inmuebles. Las clases se han suspendido en los centros educativos. Y el miedo aún pervive entre los vecinos.
"Yo estaba durmiendo cuando una sacudida me despertó. Fue tan fuerte que me tiró de la cama", cuenta Ibrahim El Funti, un quiosquero de 42 años que trabaja junto al puerto. Explica, mientras muestra las manos y asegura que aún le tiemblan, que se levantó entonces a todo correr y salió con su mujer y dos niños al exterior. "Intentábamos mantener la calma para que mis hijos, de 7 y 10 años, no se asustaran. Pero se me saltaban las lágrimas al tratar de explicarles lo que estaba pasando", añade este hombre, que apostilla de inmediato: "Aunque lo peor fue después, ya fuera, cuando se sintió el segundo terremoto fuerte. Estábamos agarrados a una barandilla y notamos cómo comenzaba a vibrar: primero un poco y, después, con mucha intensidad. Tengo pánico a que vuelva a ocurrir".
El seísmo sorprendió a Melilla durmiendo. Los vecinos cuentan que salieron rápidamente de sus casas y se concentraron en las plazas y explanadas al aire libre. Temían que alguna de las réplicas tirara abajo los edificios —se registraron 46 en el municipio, según los servicios de emergencias, entre la primera sacudida y las seis de la tarde—. Los cascotes aún dibujaban en la tarde de este lunes un panorama desalentador en el centro de la ciudad. La policía ha precintado los alrededores de los principales edificios de la Plaza de España, como el Palacio de la Asamblea, sede del Gobierno autonómico, donde aparecieron grietas en los torreones que lo encumbran. Y los bomberos se han esforzado para retirar de las fachadas los trozos que habían quedado sueltos.
El jefe del Ejecutivo, Mariano Rajoy, y el rey Felipe VI han telefoneado este lunes al presidente de la ciudad, Juan José Imbroda, para interesarse por los efectos del terremoto. "Ha sido un susto importante para los melillenses, pero esperamos recuperar la normalidad a lo largo del día", ha aseverado el regidor local, que ha pedido a los vecinos "no hacer casos de las rumores que anunciaban nuevos seísmos". "Insistimos en la necesidad de no hacer caso de los bulos. Los terremotos no se predicen", han subrayado los efectivos del 112, que recibió casi un millar de llamadas desde el primer temblor y hasta las siete de la tarde de ayer.
"Cuando noté el seísmo, quería morirme"
Lucía Abad, de 24 años, vive con sus padres y su hermana en uno de los bajos del Estrella Polar, uno de los edificios más afectados por el terremoto, situado a la espalda del hospital comarcal y convertido este lunes en una atracción para los melillenses. Los conductores que pasan por delante se detienen y señalan la enorme grieta de seis metros que recorre la parte superior de la fachada de este edificio de seis plantas. "La junta entre dos de los bloques está tan abierta que corre el aire entre ellas", cuenta la madre de Abad, mientras muestra los escombros caídos en el patio de su casa. "Cuando noté el seísmo me quería morir, porque enseguida me acordé del ocurrido en 2014 [entonces, alcanzó una magnitud de 6,5]. Al levantarme de la cama, tenía la sensación de estar mareada", detalla la joven, que se golpeó la cabeza contra la pared, mientras "un fuerte ruido no paraba". "Se escuchaban los botes de cristal cayendo al suelo. Los golpes de las puertas", apostilla esta chica, maestra de educación infantil, que cuenta que el Ministerio de Educación informó esta mañana a los profesores de que las clases se suspendían por "seguridad" y "precaución".
11 familias de la ciudad, de cinco calles del centro y del barrio del Tesorillo, han tenido que abandonar sus casas este lunes porque han sufrido "daños estructurales", según ha informado el Gobierno local. En cambio, Lucia Abad, al igual que el resto de vecinos, ha podido volver al Estrella Polar sobre las ocho de la mañana.
Fadma Abdeselam también ha logrado regresar al domicilio donde dormía sobre las once de la mañana, tras pasar varias horas a la intemperie, junto a su hijo, que se quedó dormido abrigado por las mantas que bajaron de las casas. "Ahora estamos pensando dónde nos quedamos esta noche [la del martes]. Porque aquí no queremos", sentencia la mujer mientras su pequeño se asoma por la ventana del domicilio. Bajo él, una grieta recorre uno de los soportales.
Al detalle
5.22 horas. Melilla no olvida esa horao. En todos los corrillos, los vecinos la repiten. "Ahí empezó: Tembló todo. Saltamos de la cama y nos pusimos debajo de los quicios de la puerta. Pero no paraba", cuenta José Manuel Torreblanca, vecino del edificio Estrella Polar.
Heridos leves. La delegación del Gobierno ha informado que 26 personas han requirido asistencia médica en el hospital tras el seísmo por crisis de ansiedad, golpes y cortes de cristal o cerámica que cayeron al suelo. Todos han recibido el alta este mismo lunes.
Antecedentes. "En este sector del mar de Alborán ha sido reconocida una importante zona de fallas activas", explica el Instituto Geológico y Minero de España, que recuerda que en 1994 y 2004 ya se registraron en la región otros dos terremoto de importante magnitud, ambos de más de 6 en la escala Richter. La pasada semana ya se registró uno en esta zona de 4,9.
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