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Roquetas: tres historias y un crimen

La Guardia Civil ha detenido a tres jóvenes de etnia gitana presumiblemente relacionados con el asesinato del guineano apuñalado la madrugada de Navidad

Tomás, el hermano del guineano asesinado, Amisao.Vídeo: m. zarza
Patricia Ortega Dolz

Todo crimen tiene al menos dos historias, la de la víctima y la del verdugo. En este caso, tiene al menos tres. El cuerpo de 41 años de Amisao Nadjabarar yace desde la madrugada del día de Navidad en el Instituto Anatómico Forense de Almería. Presenta "varias puñaladas, tres o cuatro", según los investigadores, "en costado y estómago". Hasta allí fue a buscarlo su hermano Tomás el sábado pasado, recién llegado de celebrar la Nochebuena en Albacete con su familia y acompañado de un jefe de la comandancia de la Guardia Civil. "Solo le vi la cara y el torso, con profundas heridas circulares, entiendo que por motivo del análisis del forense", cuenta.

Aunque aún no se conocen los resultados de la autopsia, parece que murió "desangrado como un perro", en palabras de Julio Costa, primo del fallecido y presidente de la Asociación Guineanos Unidos de Almería.

El alcalde de Roquetas de Mar, Gabriel Amat, también presidente del PP almeriense, de la Diputación y un experto en esquivar a la justicia en los muchos casos de corrupción que le atenazan, ya se ha apresurado a hablar de "incidente aislado" y a ofrecer ayuda para sufragar los gastos de la repatriación del cadáver hasta Canchungo, un pueblecito al noroeste de Guinea Bissau, desde donde vino a España Amisao hace casi nueve años.

"Nos ha costado mucho lograr la convivencia en un pueblo con 30.000 inmigrantes de 110 nacionalidades, ahora está todo tranquilo, hay que dejar que la Guardia Civil termine de trabajar y también a los jueces, pero nadie puede tomarse la justicia por su mano", dice Amat al hilo de los disturbios que se sucedieron tras la muerte de Amisao, cuando un grupo de sus compatriotas tomó las calles y prendieron fuego a varios contenedores. Cuatro fueron detenidos tras los altercados y después puestos en libertad". Y tres jóvenes de etnia gitana eran detenidos este jueves como "presuntos implicados en el crimen". Pero lo cierto es que la calma es aún tensa y que los guineanos se reúnen y hablan de "conflicto interracial" y anuncian movilizaciones hasta que no se sepa quién es el culpable.

"Amisao llegó en un pesquero hasta Canarias", relata su hermano Tomás. "Después se fue a Madrid a buscar trabajo y estuvo allí con un primo hasta que en 2008 se acabó el trabajo en la construcción por la crisis y se vino a La Mojonera, al lado de Roquetas, donde ha vivido en el cortijo del agricultor para el que trabajaba hasta ahora".

Todo el mundo sabe que ha muerto, menos Dominga, su madre, su mujer y sus cinco hijos de entre 14 y dos años, a los que mandaba dinero mensualmente. "Llaman y no les cogemos el teléfono", confiesa Tomás con los ojos henchidos de lágrimas. Y hasta ahí la historia de la víctima.

La del asesino o los asesinos, en cambio, está aún llena de incógnitas, pese a los tres últimos arrestados. Se sabe, por los testigos, que el criminal es "un joven de raza blanca". Que no conocía a Amisao". Que presumiblemente vivía en "el bloque de la Shell", como se conoce al edificio colindante con la gasolinera de esa marca, donde realojaron a una treintena de familias gitanas hace cinco años, tras demoler las casas que ocupaban en el centro de Roquetas.

Allí, a escasos metros de donde tuvo lugar la reyerta, detuvieron los agentes a los presuntos culpables, horas después de que los investigadores asegurasen: "Lo tenemos centrado pero pertenece a un clan muy extenso y está escondido con algún familiar o familiares que le encubren", comentaba uno de los guardias movilizados para esclarecer el caso desde Sevilla, Madrid y Zaragoza hasta este pueblo del poniente almeriense flanqueado por dos mares: el Mediterráneo y el de plásticos de los invernaderos. "Esta fuera de la provincia", aseguraban.

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La operación sigue abierta y bajo secreto de sumario. No se descartan nuevas detenciones. El delegado del gobierno de Andalucía, Antonio Sanz, tras anunciar los arrestos, mantenía las reservas sobre los tres presuntos culpables: "El grado de implicación deberá determinarlo el juez".

El llamado "bloque de la Shell" está a las afueras del pueblo y desde la madrugada del día de Navidad era una especie de fortín levantado a base de cordones de seguridad y coches patrulla de la Guardia Civil que limitaban todos los accesos. Nadie entraba ni salía sin que se le controlase la documentación. "No nos dejan salir, esto es un gueto", se quejaba Manuel, vecino del edificio, un vendedor ambulante que cambió una casa de alquiler en Córdoba por tres pisos de protección oficial para toda la familia. Nadie señalaba a nadie. Muchos estaban en la calle pero nadie vio nada. Y en el pueblo todo quedaba a reducido a que "un gitano ha matado a un moreno". Pero no es la primera vez. Ya en 2008 murió de modo muy parecido un senegalés, y en la memoria colectiva de unos y otros, resucitan de forma difusa otros tres casos.

Tierra de nadie

El bloque de la discordia esta en tierra de nadie. No pertenece ni al barrio Joaquinico, donde se concentran otras familias gitanas; ni a la zona de las 200 viviendas, donde vive la mayor parte de los ciudadanos subsaharianos que encontraron trabajo hace años bajo los invernaderos sobre los que ha crecido esta población del poniente almeriense económica y demográficamente. Hoy Roquetas cuenta con entre 90.000 y 95.000 almas --en función de si se cuentan los inmigrantes irregulares--, de las que un 30% son extranjeras. Y aquí viene la tercera historia de este crimen.

La comunidad inmigrante mayoritaria es la rumana, seguida de la marroquí y la subsahariana. Muchos de los primeros se dedicaron durante años a trabajar en cuadrillas en la construcción, pero llegó la crisis del ladrillo y miraron hacia la vega, donde ya se habían ido asentando de uno en uno senegaleses, guineanos, nigerianos... La competitividad laboral no ha ayudado a mejorar las relaciones entre dos etnias.

"Los morenos vienen aquí buscando a las putas de los cortijos de al lado, esto es un ir y venir de gente y tenemos niños", se queja Juan, vecino del bloque. Otros hablan de "una familia conflictiva" y de que "cobraban por pasar por sus dominios". Al final ocurrió lo que muchos esperaban. Unos se encontraron en el lugar de paso de los otros. "Todos sabíamos que ese era un punto caliente, a nadie le ha extrañado lo sucedido", apunta Juan Pablo Yakubiuk, concejal de Izquierda Unida del municipio.

La calle del Valle de La Orotava flanquea uno de los laterales del edificio. Es paralela a la carretera que va de Roquetas a La Mojonera, y se pierde en un camino entre cortijos e invernaderos. A escasos 500 metros del bloque ocupado por las familias gitanas, hay dos viviendas de campo de planta baja reconvertidas en prostíbulos, donde principalmente trabajan prostitutas nigerianas. Las noches son un trasiego de hombres que acuden en busca de los favores sexuales de esas mujeres. "Yo no lo he visto", dice el alcalde Amat, "pero mandaré a Sanidad a que haga una inspección", agrega.

En la madrugada del 25 de diciembre, Amisao venía con otros tres amigos por ese camino. Iban en dos coches. Al llegar a la altura del edificio de los gitanos, se encontraron con que otros dos vehículos les cortaban el paso. Él iba de copiloto y, "al ver que no se apartaban se bajó para ver que pasaba", según la versión de sus acompañantes. La osadía le costó la vida. La respuesta de uno de los aludidos, en plena celebración callejera de la Nochebuena, fue un rosario de puñaladas.

Los compatriotas guineanos huyeron del lugar asustados, aunque a uno le dio tiempo a tomar la matrícula de uno de los coches que les impedía el paso. El asesino y sus acompañantes se esfumaron. Amisao quedó tendido en el suelo, mientras llegaban la ambulancia y la policía, alertadas desde la gasolinera cercana por sus amigos. Lo encontraron aun con vida, pero murió antes de que pudieran llevárselo, dejando un reguero de sangre en aquella esquina, aun visible.

Los incidentes posteriores abrieron los telediarios el día de Navidad y ocuparon las primeras páginas de los periódicos. Los compañeros de Amisao apedrearon el bloque de viviendas de los gitanos y quisieron comprar gasolina para prenderle fuego. La Guardia Civil, para templar los ánimos en lo que ya era un polvorín, les prometió apresar al culpable en las horas siguientes. Pero no fue así. Y entonces, a los amigos de la víctima se unieron muchos de los subsaharianos de las 200 viviendas que volvieron a tomar las calles de forma violenta, rompiendo escaparates y mobiliario urbano en el centro de la ciudad a modo de protesta. Una semana después, hay tres detenidos pero la tensión persiste. Los guineanos advierten: "No habrá paz hasta que no haya justicia".

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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