Hombre rico, hombre pobre
¿Qué resulta de comparar un mitin de UPyD con uno de Ciudadanos?
Sábado. En la puerta del Teatro Galileo de Madrid está mejor anunciado el menú de 9 euros que el mitin central de campaña de Unión Progreso y Democracia. Ya en la sala, alguien advierte a los jóvenes que se sientan en el escenario: no pueden mascar chicle. Suena una música apropiada para correr por el Retiro y las 200 personas que llenan el graderío se ponen solemnemente en pie. Aplauden a Andrés Herzog y Herzog les aplaude a ellos. Tras las intervenciones de Maite Pagazaurtundúa, Estíbaliz Ochoa y Julio Lleonart (“nuestro diputado hípster”), el candidato a la presidencia del Gobierno (“¡presidente!, ¡presidente!”) cuenta que anduvo leyendo sobre la vida de Galileo: aquello del telescopio y el método experimental, la intuición de que la Tierra gira alrededor del Sol, no a la inversa; también la condena del Santo Oficio, la obligación de retractarse. Y aquella amarga frase pronunciada entre dientes: “Y sin embargo se mueve”.
La metáfora no tarda en llegar. UPyD es Galileo. Aplicó la razón a la España del bipartidismo, los privilegios territoriales, el aforamiento a granel, la corrupción rampante y las instituciones parasitadas por los partidos políticos: “Fuimos pioneros, crecimos, ganamos influencia, nos querellamos con los responsables de Bankia y despertó la Inquisición. Nos llamaron fachas y comunistas radicales. Nos sacaron de las encuestas y de los debates. Lo que otros prometen ahora nosotros ya lo hemos hecho”.
Herzog, al que solo le falta añadir que todo eso se perderá como lágrimas en la lluvia, insiste: “Daremos la sorpresa. No pudieron con Galileo y no podrán con nosotros”. Es, sin embargo, difícil sustraerse a la sensación de estar oyendo a alguien que llegó antes de tiempo a una verbena en la que nadie te saca a bailar. ¿Sería algo así el último gran acto público del CDS de Suárez?
Domingo. Medio centenar de autobuses —venidos de Logroño, Santander o Granada— colonizan la calle General Ricardos. Cada entrada a Vistalegre “vale por un chocolate” y en cada asiento una bandera de Ciudadanos espera a los espectadores que van llenando la plaza de toros. “Somos diez mil”, informan. “Trending topic mundial”. La gente hace la ola para matar el tiempo. Suena música apropiada para correr por los jardines de La Moncloa. “¡Presidente!, ¡presidente!”. Tras las palabras de Ignacio Aguado (aplausos), Begoña Villacís (“¡Guapa!”) e Inés Arrimadas (“¡Guapa!”), llega el turno de Albert Rivera (“¡Guapo!”).
Entre citas de Pascal, Obama y Gandhi, Rivera apela a la mayoría que votó a Adolfo Suárez. También a González y a Aznar cuando “supieron centrarse”. Suárez es el icono. Su imagen y su nombre encienden los aplausos. Zapatero y Rajoy, los pitos. Ilusión es la palabra clave. Como bipartidismo y antinacionalismo. Cita: “Primero te ignoran, luego se ríen de ti, después te atacan y al final ganas”.
El juego de las ocho diferencias termina en la línea 5 del metro. Los pasajeros que lo toman en la estación de Oporto se encuentran con Toni Cantó, que viajó de UPyD a Ciudadanos. Parece tan cansado que si no lo hubiéramos visto presentando el mitin de Vistalegre diríamos que viene de una última cena de antiguos compañeros. De esas de menú a 9 euros.
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