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Cuando el asesino anda suelto (en la casa de enfrente)

Se cumple un año de la muerte del joven Fabián en Vallecas y su madre se topa con el presunto homicida casi a diario. Un caso más colgado en el juzgado

Patricia Ortega Dolz
Fabián Cueva, con su madre, en una imagen familiar.
Fabián Cueva, con su madre, en una imagen familiar.

Álvaro Sanz Cabañas es el presunto asesino de Fabián Darío Cueva Valarezo. A sus 20 años, se pasea por el barrio de las Palomeras en Vallecas —andando o con su coche— como si fuese su cortijo. Se ha ganado el respeto del vecindario a golpes, entre peleas, trifulcas y amistades peligrosas. Sabe que la gente le teme y entra y sale del número 17 de la calle del Angelillo —su portal—, con la cabeza alta. De tanto en tanto se encuentra con su vecina de enfrente, la madre de Fabián, que guarda las cenizas de su hijo en una urna en el salón. “Me mira a los ojos, como desafiándome. Algún día, incluso, me ha tocado las palmas”, cuenta Margori, una mujer de 44 años que no tiene miedo, licenciada en Magisterio y ahora ayudante en el comedor del colegio vallecano Nuestra Señora de Loreto.

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Ella se vino de Ecuador hace más de una década, como tantos inmigrantes, buscando una vida mejor para sus niños. Pero todos sus proyectos naufragaron hace hoy exactamente un año, el pasado 16 de noviembre mataron al mayor de sus dos hijos. Aunque en el barrio todo el mundo lo sabía –“A Fabián lo mataron, no murió de muerte natural”— las circunstancias de su muerte ocultaron el homicidio.

“Habíamos comido en casa”, recuerda Margori. “Veíamos una película y él estaba recostado en el sofá sobre mis piernas, hasta que a eso de las cinco salió de casa porque había quedado con sus amigos”, rememora como si fuese ayer, mientras da una y otra vuelta a los papeles de las testificales del juzgado.

“Regresó enseguida y se fue directo a la habitación diciendo que estaba cansado”. Horas más tarde su hermano pequeño, Aitor de siete años e hijo de un segundo matrimonio también fracasado, fue a despertarlo para la cena. “Se subió a la litera y le zarandeó, pero no reaccionó. Pensó que bromeaba y le retiró el edredón, pero nada, me llamó y cuando le di la vuelta vi esos labios morados…”. Fabián había muerto en su cama hacía más de una hora, según certificaron más arde los servicios del Samur. “Muerte súbita”, dictaminaron ante la inexplicable situación. Tenía 20 años, practicaba deporte (Parkour) y se estaba preparando para ser entrenador personal.

El fallecido Fabián, sujeta en brazos a su madre.
El fallecido Fabián, sujeta en brazos a su madre.

Los susurros temerosos culebreaban por el vecindario durante esos días. Y un nombre sonaba a confesión comprometida en la intimidad de las cocinas de esos antiguos edificios de ladrillo visto, en los soportales, en las puertas entreabiertas de entrada de las casas… “Álvaro, ha sido Álvaro, el vecino, le pegó un paliza”. El 7 de enero, tras las investigaciones de los policías vallecanos y un informe forense que señalaba “un traumatismo craneoencefálico con fuerte golpe en la parte de la nuca y en la frente que podría haber causado la muerte”, los agentes se lo llevaban detenido acusado de homicidio.

Desde entonces se han sucedido las declaraciones de presuntos implicados, familiares y testigos. Álvaro reconoció que se pegaron pero que no le mató, que “se cayó”. Pero un testigo, Iván Vegas, vecino y amigo del supuesto homicida, cambió su declaración inicial ante la policía (“no quiero líos”) y explicó al juez los hechos: “Salía de casa y fui a coger la moto cuando me encontré a Álvaro que me ofreció un porro”, testificó ante la magistrada del juzgado de Instrucción número 46, según consta en las diligencias previas. “De repente apareció Fabián y Álvaro se fue para él y le preguntó si iba presumiendo por ahí de haberle pegado”, continuó. “Fabián lo negó y siguió caminando hacia adelante, pero Álvaro volvió a irse hacia él y le dijo que la próxima vez le iba a pegar más fuerte, a lo que Fabián respondió que sí con un palo”, relató. “Después Álvaro dejó la botella de cerveza en el suelo y salió corriendo detrás de Fabián hasta darle alcance, y ya, frente a frente, Álvaro le soltó un puñetazo en la cara y Fabián se cayó al suelo boca arriba, como desmayado, y Álvaro le pegó un pisotón en la frente”. Álvaro se dio a la fuga inmediatamente después. Iván ayudó a incorporarse a Fabián que se encontraba muy desorientado. Le acompañó hasta su casa al ver que se confundía de dirección y le recomendó que fuese a un médico para que le curase la herida sangrante que tenía en la cabeza. Le dejó en su portal, a escasos 100 metros del lugar de los hechos. Lo que resta ya lo contó su madre.

Artes marciales

Álvaro practica artes marciales en un gimnasio del barrio desde hace años y por lo que se deduce de la descripción de lo ocurrido del testigo, ya había tenido más que palabras con Fabián. La ampliación del estudio forense ha resuelto que, efectivamente, los golpes que presentaba el cadáver son compatibles con la descripción de la pelea que realizó el testigo presencial. Más confesiones, públicas y privadas, se han sucedido después. La última, ante la jueza, la de un testigo clave que dijo no haber hablado hasta ahora “por miedo a represalias de Álvaro”, y que se topó con el presunto homicida justo cuando huía del lugar del altercado.

"Venía corriendo y me dijo que quizá se había pasado con Fabián, que se podía haber quedado ahí", recordó el testigo ante la juez. "Llevaba una litrona en la mano y me dijo que le había pegado y dado un pisotón en la cabeza, estaba muy nervioso, nunca le había visto así", continuó. Este nuevo testigo declaró que en ese momento regresó Iván, que había acompañado a Fabián hasta su casa y que les dijo que estaba bien y cada uno se fue por su lado. Sin embargo, cuando ya se supo lo de su muerte, el testigo volvió a quedar con Álvaro y éste le confesó que "su madre estaba muy mal porque sabía que había matado a un chico". En esa ocasión, el testigo, temeroso de las represalias, grabó la conversación que en estos momentos está en poder de la policía y que podría ser determinante para recalificar un caso supuestamente resuelto, pero en el que el supuesto homicida sigue suelto en la casa de enfrente de la víctima.

 

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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