Kosovo, ¿qué ejemplo para Cataluña?
Los líderes catalanes ven en Kosovo un ejemplo, pero desde su declaración de independencia ha sido una fuente de controversias

Los líderes catalanes quieren ver en Kosovo un ejemplo de cómo proceder en la carrera hacia el reconocimiento internacional. Desde que Kosovo declarase unilateralmente su independencia en 2008, este país para unos, esta provincia para otros, ha sido una fuente inagotable de controversias: un error para aquellos países con fracturas étnico-territoriales, que no son pocos a juzgar por la lista de los países que no han reconocido Kosovo. Para ser más exactos, 82 de 193, según la web Who Recognised Kosovo que, desde 2008 se dedica a contar exhaustivamente los amigos y enemigos de la patria, un aliento de esperanza para las minorías con aspiraciones soberanistas. Sin embargo, los líderes catalanes tienen razón pues Kosovo debería ser observado como un ejemplo, pero en un sentido más amplio que por las artimañas que tiene que realizar este país (o esta provincia) para integrarse en el sistema internacional:
1. La declaración unilateral de independencia, al contrario de lo que quiso creer la opinión pública, no liberó a Kosovo de Serbia sino todo lo contrario. Desde 2008 ambas partes han tenido que llevar a cabo un (más que difícil) diálogo para proceder a la normalización de las relaciones que abarca asuntos clave (control de fronteras, libre movimiento de personas y mercancías, reconocimiento de títulos, etc) y otros por venir (deuda, propiedades del Estado). Lo que es más importante, la presencia en Kosovo de una minoría serbia que rechaza categóricamente la integración en las estructuras kosovares ha hecho que ambas partes tengan que negociar la creación de estructuras especiales de autogobierno para dicha minoría, hecho con el que casi nadie está satisfecho: la oposición kosovar con el movimiento radical Vetevendosje! (Autodeterminación!) a la cabeza. Es la misma organización que hace unas semanas lanzó bombas lacrimógenas en el Parlamento para protestar por dicho acuerdo y que considera que es una manera de desintegrar el país así como de permitir que “Serbia regrese a Kosovo”.
Tampoco la minoría serbokosovar está satisfecha, pues consideran que se les está obligando a aceptar integrarse en un país que ellos no reconocen, en fin, que “Serbia les ha abandonado”. Esta situación, más allá de las apacibles fotos de jefes de Estado firmando un acuerdo en Bruselas, sienta las bases para la inestabilidad política a largo plazo, esperando que ello no se traduzca en violencia si el delicado equilibrio que sustenta todo el edificio no se rompe. En cualquier caso, todo ello ha sido posible porque la perspectiva de integración de Serbia en la UE (zanahoria que otorga Bruselas para compensar por algunos palos) la ha vuelto más pragmática. En fin, sin Serbia el desbloqueo, entre comillas, de Kosovo no sería posible.

2. Dejando a un lado la cuestión de que la independencia de Kosovo fue admitida por una parte de la comunidad internacional como un caso excepcional (que de ninguna manera debía servir de precedente) en razón de la crisis humanitaria que provocó la intervención de la OTAN, la crisis en Ucrania y la posición rusa de utilizar Kosovo como precedente para legitimar la anexión de Crimea, que ha cambiado considerablemente la percepción de los ejercicios unilaterales. En 2015, con una nueva guerra civil a sus puertas, utilizar Kosovo como precedente no parece el buen procedimiento.
3. Kosovo debería ser examinado como un ejemplo de todo lo que se hizo mal, de una serie de errores tácticos que llevaron a un país a la crisis y la fractura más profunda que es la guerra. Entre esos errores cabe mencionar el de Slobodan Milosevic que, desde el poder central, utilizó Kosovo con fines demagógicos, para acaparar el poder. La guerra de Yugoslavia, la independencia de Kosovo y el Kosovo actual nos muestran que es imposible para el bienestar y el futuro de un país que se haga política, que se ganen elecciones, a costa de enfrentar a los ciudadanos, de utilizar a una parte del país como cabeza de turco, de vender historias sobre paraísos en los que “entre nosotros” estaríamos mejor. En ese carrera demente hacia delante lo único que quedó fueron víctimas, esas víctimas no fueron otras que los ciudadanos a los que se les negó la posibilidad de tener un futuro digno.
Si quieren hablar de Kosovo, que no se olviden de esto.
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