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sucesos

“Nos dan 200.000 euros por matarte; si lo igualas, vivirás”

Engel González pasará 18 años preso por irrumpir junto a dos amigos en un chalé de lujo y propinar una brutal paliza a sus moradores para robarles 16.000 euros

Engel González Alcántara, de 30 años, pasará los próximos 18 años en la cárcel. Así lo ha dictaminado la Sección 15 de la Audiencia de Madrid por la brutal agresión con secuestros que, junto a dos amigos, cometió contra una familia acomodada de la lujosa urbanización de Somosaguas en el municipio madrileño de Pozuelo de Alarcón. Fue un crimen con palizas a un muchacho y sus padres, de esas en las que los asaltantes la emprenden a golpes despiadados antes siquiera de indicar qué es lo que quieren. Lo hizo en connivencia con otros dos amigos que siguen impunes: no ha querido delatarles.

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Ocurrió el 17 de julio del año pasado, hacia las cinco de la tarde. Cuando ese día Federico M. R. se disponía a abrir su coche, un Fiat Marea Weekend, en un garaje de la madrileña calle Ayala, se le acercaron por detrás tres individuos. Uno de ellos le agarró por la espalda e intentó tirarle al suelo. Como se resistía, otro de ellos, Engel, de origen dominicano, le dio un contundente golpe con un objeto metálico en la cabeza. Cayó mareado. Solo a él pudo verle entonces la cara. Le ataron de piernas y manos y le arrastraron hasta la puerta trasera de su propio vehículo. Le subieron dentro y le llevaron hasta el domicilio de sus padres, un chalé de Somosaguas. En el camino, uno le soltó: “Nos han contratado para matarte, y nos dan 200.000 euros, si nos lo igualas no te matamos”. Seguidamente, “le pusieron un cuchillo en la zona de los genitales y le amenazaron con cortárselos", según la citada sentencia, que acaba de hacerse pública.

Al llegar al chalé, se encapucharon y llamaron al timbre. Uno de ellos apuntaba a Federico con una pistola en la nuca. Nada más abrir el padre la puerta, sin saber lo que había al otro lado, dos de ellos se abalanzaron sobre él. Apenas le dio tiempo a coger un palo para defenderse, pero ya se habían echado sobre él los asaltantes y no paraban de golpearle con el mango de las pistolas que portaban.

La madre oyó ruidos y fue a ver qué ocurría. Uno de los individuos se dirigió a ella y, sin más, le propinó un golpe en la cabeza con la pistola. La mujer, de avanzada edad, cayó al suelo semiinconsciente, lo que aprovechó otro de ellos para despojarla del reloj que llevaba. Luego la ataron de pies y manos, como ya habían hecho con su esposo y su hijo.

Los separaron en distintas habitaciones antes de ponerse a registrar la casa en busca de joyas y dinero. De vez en cuando iban donde estaban, nerviosos, y volvían a golpearles para que les señalasen el escondrijo del dinero. Lo que iban encontrando les parecía poco. Al padre le abrieron una brecha en la cabeza, de la que manaba abundante sangre. Al final, reunieron un botín de 16.000 euros.

En un momento dado, según la sentencia, el padre se armó de valor y les dijo: “Les voy a decir una cosa, esto es una urbanización privada y se está grabando todo". Fue decir eso y uno de los asaltantes comenzó a gritar: “¡Fuera!, ¡fuera!, ¡vámonos!”. Se subieron al coche del hijo, estacionado a las puertas del chalé, y huyeron con el botín, dejando a las víctimas encerradas, heridas y maniatadas en diferentes habitaciones de la vivienda, hasta que finalmente consiguieron soltarse y llamar al servicio de seguridad de la urbanización.

No dejaron huellas en la casa: llevaban guantes. Entre otros efectos, se llevaron tres móviles. Uno de estos acabaría dos meses después con Engel en la cárcel, donde se halla ahora y seguirá muchos años más. El vehículo en el que huyeron fue localizado dos meses después entre la avenida Pablo VI y Vía Dos Castillas, de Pozuelo de Alarcón, con daños en la parte frontal y aletas delanteras.

¿Cómo localizó la policía a Engel? Independientemente de este triple secuestro, el 24 de noviembre de 2014, el Juzgado de Instrucción número 12 de Madrid ordenó un registro en varios domicilios en el marco de otra investigación. Y en ellos apareció uno de los móviles robados en el chalé de las víctimas, aunque estaba en poder de una persona ajena a los hechos. Esta persona acabó confesando que ese teléfono se lo había entregado Engel para que se lo guardase. Era el del hijo, Federico. Pero hasta cotejarlo, la policía tuvo que hilar fino y practicar numerosas pruebas.

En el juicio Engel negó haber participado en los secuestros (detenciones ilegales), pero los posicionamientos del móvil en las inmediaciones del chalé (así como la identificación del condenado en una fotografía policial por parte del hijo y sus mentiras acerca de dónde y con quién estuvo ese día) han permitido su condena, fundamentada en una extensa y detallada sentencia de la que ha sido ponente la magistrada de la Audiencia de Madrid Pilar de Prada. Le ha condenado por tres delitos de detención ilegal (18 años de cárcel, el triple de pena del más grave de los cometidos).

La magistrada De Prada, como agravante de la condena, recuerda los “gritos propios de un acto de tortura” que salían de la habitación en la que fue maniatado y golpeado el padre de la familia. La condena total (que incluye las lesiones y el robo del vehículo) suma 26 años, pero el tribunal fija en 18 el máximo de cumplimiento de condena.

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