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La élite de los porteadores de Melilla

Un centenar de vigilantes marroquíes controlan el flujo de los miles de compatriotas que transportan paquetes en la frontera

Los porteadores en la frontera.Vídeo: Edición: Javier Guzmán / Imagen y redacción: V. Martínez
VIRGINIA MARTÍNEZ

Apenas ha amanecido en la frontera entre Marruecos y Melilla. En suelo español, en el paso del Barrio Chino, al sureste de la ciudad, cientos de marroquíes esperan pegados a un paquete de unos 80 kilogramos. En torno a las ocho y veinte, un agente hace sonar un silbato y una avalancha de porteadores echa a correr. Luchan por llegar los primeros a la aduana. Cuanto menos tiempo tengan que esperar en la fila, más dinero cobrarán. Transportan ropa y zapatos usados desde España al país vecino. Para controlar la salida de la ciudad autónoma, un centenar de vigilantes marroquíes, propuestos por la Guardia Civil y pagados por los dueños de la mercancía, dirigen el flujo de miles de porteadores diarios.

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Omar Jantafari, de 56 años, pertenece a esa clase alta entre los porteadores. Él ya no tiene que cargar con los fardos de entre 50 y 80 kilogramos, sino que se dedica a controlar a los miles de marroquíes que repiten, de lunes a jueves, la rutina que él solía realizar hace cuatro años. Cruzan el paso del Barrio Chino, desde Nador a Melilla, entre las siete y las ocho de la mañana —hora española—. Una vez allí, una veintena de furgonetas les esperan con la mercancía. Los vehículos llegan desde naves de la ciudad autónoma, donde empresas españolas preparan los paquetes cargados de ropa usada y demás materiales, que más tarde los porteadores transportan a Marruecos. Entre ellos se puede ver a numerosos ancianos y personas con movilidad reducida, además de chicos jóvenes.

Entre los porteadores hay numerosos ancianos y personas con movilidad reducida

En torno a las ocho y veinte, la puerta de la aduana se abre para que entren al país vecino. Desde ese momento, tienen hasta el mediodía para completar el mayor número de viajes posibles con los bultos a cuestas. La Guardia Civil registra unos 5.000 tránsitos diarios. El dinero que ganen variará en función de los paquetes que les dé tiempo a pasar. Los mejor parados ganan unos 10 euros al día, mientras que los vigilantes llegan a los 50 a la semana —de lunes a jueves—. Además de ganar un 20% más que el resto de porteadores, los encargados de controlar a la muchedumbre no tienen que soportar ni el peso de los paquetes, ni las peleas que se suceden entre la aglomeración de marroquíes que se agolpan en la aduana. Según Jantafari y fuentes policiales, la Guardia Civil los elige entre los porteadores "más formales y de confianza" y son los dueños de la mercancía quienes les pagan.

Una mujer de unos 50 años consigue alcanzar la cima de la rampa donde se sitúa la aduana del Barrio Chino. Lleva una muleta y balbucea entre sollozos. Ha tenido que recorrer los 200 metros empinados que hay entre los camiones donde se reparten los paquetes y el inicio de la fila que da entrada a Marruecos. Pretende sobrepasar los 30 metros de cola sin tener que esperar, pero uno de los vigilantes se lo impide. Entre zarandeos la devuelve al final. La amabilidad brilla por su ausencia entre algunos de los controladores. "Siempre hay peleas entre los porteadores, a veces se pisan unos las cabezas de otros. Los vigilantes están ahí para canalizar la situación, si no la Guardia Civil no daría abasto", manifiestan fuentes policiales. La escena ocurre en suelo español, pero los atropellos y nervios que se viven entre porteadores y vigilantes trasladan a una realidad foránea.

Junto a los vigilantes, que visten con un chaleco amarillo y realizan el trabajo sucio, una veintena de guardias civiles controla el flujo de porteadores. Ellos se limitan a supervisar la fila, pero no tienen contacto directo con los porteadores. Fuentes policiales explican que la idea de utilizar a marroquíes para vigilar surgió hace años. Fue un capitán de la Guardia Civil quien tomó la iniciativa. "Había muchas lesiones entre los porteadores y también a los propios agentes, algunos de los que pasan la mercancía no atienden a razones y les da igual lo que les digas". La decisión se tomó porque ellos hablan el mismo idioma y se entienden mejor con sus compatriotas.

Un controlador retiene a varios porteadores.
Un controlador retiene a varios porteadores.Antonio Ruiz

Entre el centenar de vigilantes solo hay una mujer: "Está por si hay que ayudar a una porteadora", explica Jantafari. Pero lo cierto es que también los controladores hombres mueven a las mujeres. El tumulto que se crea en la entrada a la aduana hace difícil guardar un turno lógico y son los vigilantes quienes dan la orden de paso. Según fuentes policiales, ellos también pasan paquetes, pero no tienen que esperar la cola ni los empujones que se repiten sin cesar, y además ceden el paso a sus "amigos" y "familiares".

La entrada a Marruecos es literalmente un embudo. Los porteadores que han llegado al principio de la cola esperan a que los vigilantes les den permiso para pasar. Bidones, ruedas, paquetes y cientos de personas se apelotonan tras unos palés de madera. La imagen es asfixiante. Junto a ellos, los controladores, que no tienen una autoridad oficial asignada para ejercer el orden sobre sus compatriotas. Sin embargo, sí cuentan con el beneplácito de los agentes de la Guardia Civil, que se mantienen impasibles cuando zarandean con fuerza al resto. Los vigilantes tienen la llave de la pesada entrada, a cambio de unos cuantos euros.

El truco para pasar la frontera

Según fuentes policiales, los gestores de las empresas que facilitan los paquetes piden los pasaportes a los marroquíes al comenzar la mañana. Cuando los porteadores pasan la frontera con los fardos a cuestas, un miembro de la empresa les espera con el dinero del pago y sus pasaportes. El trueque consiste en intercambiar paquete por dinero y pasaporte, porque los marroquíes solo necesitan la documentación para entrar a España, no para salir. Los transportistas vuelven a Melilla todas las veces que pueden para conseguir la mayor cantidad de dinero.

De esta forma las empresas eluden los aranceles del comercio regular en la frontera. Les sale más a cuenta pagar a los porteadores que abonar los impuestos.

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Sobre la firma

VIRGINIA MARTÍNEZ
Es redactora en la sección de España y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS, donde trabajó en la sección audiovisual hasta verano de 2021. Antes cubrió información local en el diario Granada Hoy. Es licenciada en Derecho por la Universidad de Granada y en Periodismo por la Universidad de Málaga y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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