Así se impusieron en las urnas Manuela Carmena y Ada Colau
Los buenos resultados de las dos alcaldables no se pueden explicar sin una reflexión sobre su manera de entender la comunicación
Los éxitos electorales de Ada Colau y Manuela Carmena en Barcelona y Madrid, respectivamente, no se pueden explicar sin una reflexión profunda sobre su manera de entender la comunicación política y la política misma. Ambas campañas, y ambas prácticas políticas —es de esperar que también de gobernabilidad—, van a configurar un inusual puente aéreo de la nueva política. Barcelona y Madrid pueden rivalizar y, a la vez, construir una pasarela de conocimiento político y de complicidades nuevas que, además, superen prejuicios antiguos y obsoletos. Estas podrían ser algunas claves que pueden dar pistas sobre lo sucedido.
Publicidad o conversaciones. La publicidad electoral es a los partidos tradicionales lo que las conversaciones digitales y sociales lo son a las nuevas expresiones de lo político. La opinión pública ya no es la opinión publicada. Y Colau y Carmena han comprendido bien que se piensa lo que se comparte. El diseño denso de un enjambre de conversaciones, nodos y relaciones ha sido más poderoso que las cuñas, las vallas y las banderolas.
Sedes o redes. La confluencia de partidos y organizaciones muy diversas, así como de la eficaz red de Podemos, ha permitido que este nuevo ecosistema digital sea el punto de encuentro y fusión entre lo organizado y lo espontáneo. Una intersección creativa que ha facilitado el enrolamiento de sectores ciudadanos, con formatos difusos y flexibles de organicidad, para crear un espacio híbrido de mixturas sociales y políticas muy diversas. Las redes han acogido lo disperso y lo diverso. La unidad se ha forjado en la acción digital.
Consignas o ideas. Estas campañas han apostado por el liderazgo coral, por la creatividad social. De las masas acríticas a las multitudes inteligentes. Un capital de energía social que desborda los cauces de lo orgánico y lo regulado, ordenado y dirigido. Un torrente de creatividad autónomo que potencia un individualismo colectivo. Un yo social que se declina en nosotros sin diluir al individuo. De repetir consignas a crearlas, modificarlas, transformarlas, mezclarlas.
Asistentes o activistas. Las personas que han participado en cualquiera de los formatos de estas campañas no se han sentido simple público, sino protagonistas. No eran audiencia, eran sujetos. No eran carne de autobús o de grada. El activismo político como un concepto más profundo y comprometido que el simple militante o simpatizante. Han ganado las campañas que han sido capaces de movilizar a más activistas. Los combates políticos del futuro ya no son entre equipos de campaña y partidos, sino entre redes y plataformas.
Spin doctors o multitudes inteligentes. ¿Quién ha hecho la campaña, quién la ha dirigido?…, se preguntan desde el pensamiento tradicional que tanto anida en medios y esferas institucionalizadas. Incapaces de comprender que el talento desarrollado no es ni propietario ni exclusivo de un talento individual, de una agencia de publicidad o de un reducido equipo de campaña. Hemos asistido a una narrativa múltiple, un storytelling coral y acelerado, donde el proceso organizativo y su mutación discursiva han ido saltando de móvil en móvil. Ha sido la victoria de lo cooperativo y colaborativo. Un transmedia multipantalla, multiformato y multilenguaje. La primera gran victoria de la tecnopolítica.
Presupuesto o crowdfunding. Colau y Carmena han utilizado el capital social y económico de lo colaborativo. Las aportaciones económicas captadas en el crowdfunding eran otro modo de participar —emancipado y coherente— con una manera de entender la relación entre lo económico y lo político. Dime cómo te financias y te diré cómo gobernarás, han pensado los líderes y los donantes. Una suerte de “David” económicos frente a “Goliat” financieros. A lo que hay que añadir una radical y ejemplar transparencia en la contabilidad electoral, que ha reforzado el carácter moral y ético de su propuesta.
Casas o causas. Ha sido también el triunfo de las causas políticas más que de las casas —marcas— políticas. Causas transversales, que conmueven los corazones, sacuden las conciencias y mueven a la acción. Causas políticas, que se viven y se sienten. Banderas políticas que son luchas sociales o desgarros cotidianos. Vivir y sentir la política, más que teorizarla. Estas campañas han hecho sentir la política a muchas personas. Espacio y estadio imprescindible para incorporarla como activo de conciencia social.
Líderes o lideresas. Ada y Manuela. Dos mujeres con itinerario. A sus votantes no les han importado su inexperiencia en la gestión. Valoraban su trayectoria moral, su compromiso profesional o ético. Mujeres que han hecho de su comportamiento personal su conducta pública. Radicales con sonrisa. Sus estilos han despertado confianza y optimismo que contagia. Sus liderazgos se han fundido con las voces de sus entornos. Son personas que, más que obedecer o seguir, se respetan y se admiran, de maneras diversas, no exentas de dudas. Pero su reputación es más relevante que su preparación. La tecnocracia no entendió que lo moral es la auténtica política. Es tiempo de rebeldes. “El individualismo solidario contra la sociedad de masas”, como decía Albert Camus en El hombre rebelde. Eso representan, de algún modo, Ada y Manuela: rebeldía y solidaridad. Es decir, el corazón de la política.
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