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La lideresa estaba en la tercera planta

Así vivió la noche electoral Cristina Cifuentes, favorita para gobernar Madrid

Foto: reuters_live | Vídeo: REUTERS LIVE

En el despacho de Cristina Cifuentes, candidata a la Comunidad de Madrid, en la tercera planta de la sede nacional del PP en el archiconocido edificio de Génova 13, suena muy alta la banda sonora de La Gran Belleza. Es un cubo acristalado de unos cinco metros cuadrados con una mesa en "L" que soporta tres rotuladores azules rigurosamente alineados sobre un argumentario de campaña. Dos muñecas rubias con coleta, delegadas del Gobierno de juguete, adornan una esquina con el recuerdo de un regalo que recibió cuando estuvo ingresada en el hospital por un gravísimo accidente de moto.

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La televisión escupe sondeos de distintas empresas demoscópicas encargados por Antena 3 y los canales autonómicos. Ambos son demoledores para el PP: vaticinan un descalabro que le hará perder el ingente poder territorial acumulado cuatro años antes. Son las nueve y media del domingo y los datos conocidos de las primeras mesas electorales anticipan una noche negra para el partido. Cifuentes sonríe al núcleo más cerrado de su equipo, un par de colaboradoras, y hace amago de bailar mientras finge tranquilidad. "Hay que esperar, hemos trabajado mucho y no pudimos hacer más. Respetemos lo que voten los ciudadanos", dice hablando a sus ayudantes pero un poco también para sí misma. Bajo la pantalla del ordenador, un cartoncillo recopila ideas que soltar a los medios "si el PP no es la lista más votada", señal de que no las tenía todas consigo. Dos mapas en la pared señalan en rojo los ayuntamientos madrileños en manos del PSOE separados por tamaño. En verde están los de IU. En amarillo, los independientes. El azul PP en la cartulina es aplastante. Es el resultado demoledor que dejaron las elecciones de 2011. Pero aquello queda muy lejos y el recuento, esta noche, se está haciendo eterno. Cifuentes decide bajar la música "para no molestar".

A esa hora, la hecatombe está un par de plantas más abajo. En el primer piso, los asesores de Esperanza Aguirre, escrutan los sondeos pegados al teléfono móvil. Las noticias que llegan de los interventores no son mejores que las encuestas a pie de urna, las llamadas israelitas, que han estado barajando durante toda la tarde. La mayoría daban un empate técnico entre Aguirre y la candidata de Ahora Madrid, Manuela Carmena. 

En la sala de comparecencias, el portavoz de la campaña, Pablo Casado, ha soltado primero un par de frases sobre la participación para salir del paso. Y el vicesecretario Carlos Floriano salió después con su personal optimismo a recordar que el PP sigue siendo la primera fuerza, aunque eso poco importe a esas alturas dentro del edificio. El presidente del Gobierno y del PP, Mariano Rajoy, está enclaustrado en su despacho. El eurodiputado y vicesecretario Esteban González Pons, también presente en la sede, amaga con comparecer, pero no lo hace. Los equipos de Aguirre y Cifuentes no se mezclan, lo han hecho casi a la fuerza cuando tuvieron que coincidir durante la campaña, pero las suyas son estrategias paralelas.

La jornada se va haciendo más cuesta arriba a medida que comparecen líderes de otros partidos en la televisión. Ada Colau ha celebrado su victoria en Barcelona. Y la posibilidad de que Aguirre sea alcaldesa es cada vez más remota.

Muñecas que reproducen la imagen de Cifuentes vestida de policía, un regalo que guarda en su despacho desde su accidente de moto
Muñecas que reproducen la imagen de Cifuentes vestida de policía, un regalo que guarda en su despacho desde su accidente de moto

Cifuentes decide bajar a saludar a la prensa que cubrió sus mítines y a algunos de los 266 profesionales (46 extranjeros) que estaban acreditados el domingo para cubrir las elecciones en la sede del PP. Los flashes la acribillan agarrada a un vaso de café del Starbucks. Viste unos vaqueros ceñidos, camisa blanca y una americana de corte masculino. Su rostro denota cansancio pero se muestra cercana. Hace declaraciones que en ese momento son off the record. Cifuentes vuelve a repetir, como dijo a sus asesoras, que está tranquila, que ella ha trabajado cuanto ha podido. Y desliza que si la suya es la lista más votada, esperará altura de miras de sus contrincantes, y del propio Ángel Gabilondo. Igual que hará ella si fuese al revés, promete.

Cifuentes ofrece en vano unos refrescos a la prensa, que ya ha dado cuenta del catering, y regresa a su despacho, del que también cuelgan dos gorras de la policía nacional (una de gala y otra de batalla), una foto junto al jefe superior de Policía de Madrid, Alfonso Fernández Díez, y otra con un mando de las Unidades de Intervención Policial, los temidos antidisturbios, por cuyo despliegue y cargas ha sido objeto de duras críticas los tres años que estuvo como delegada del Gobierno en Madrid.

Ahora es Aguirre quien baja a la sala de prensa a valorar los resultados, que la alejan de la mayoría absoluta. Comparece como "presidenta del PP de Madrid" y recuerda que su partido ha sido primera fuerza en 119 ayuntamientos, incluida la capital, y también en la Comunidad de Madrid. Promete quedarse los cuatro años "para defender la ideología liberal conservadora" del PP. Y culpa de la derrota —que entraña no tener la mayoría para gobernar ni un socio a mano para la alcaldía— a "la crisis, la corrupción y a un cierto desapego a los políticos por la ley electoral". Sus contestaciones parecen constantes reproches a terceros sin que esos otros aparezcan identificados. Aguirre responde media docena de preguntas y se despide recordando a los medios que Cifuentes aún espera a comparecer porque el recuento de votos a la Comunidad aún es incipiente.

Pero a esa hora, en la medianoche, hay otro motivo mucho más importante para esperar en la tercera planta de Génova 13. Cifuentes ya sabe que puede darle la vuelta al escrutinio y situarse muy cerca de la presidencia de Madrid. Sobre las 23.30, uno de sus pocos amigos en el Gobierno de Ignacio González, el consejero Borja Sarasola, le ha anticipado el resultado. Aunque el recuento provisional dice que le faltan tres escaños para poder gobernar, uno de esos fontaneros que los partidos tienen en las empresas privadas que trabajan en el recuento ha dicho que las cuentas salen. Que la suma con Ciudadanos dará la mayoría a Cifuentes. Los ojos de su hija Cristina, Tití de apodo como su madre, se llenan de lágrimas. La ministra de Trabajo, Fátima Báñez, la abraza en el pasillo, donde el equipo de campaña mezcla emoción e incredulidad. La candidata pide a los suyos esperar un tiempo más. Aguirre, la gran derrotada, ya está fuera de la sede, donde continúan —encerrados en sus despachos el presidente Rajoy, Soraya Sáenz de Santamaría, que acaba de llegar junto al ministro del Interior, Jorge Fernández, del centro de convenciones de Ifema, donde tuvo lugar el despliegue electoral y su rueda de prensa conjunta. 

El escrutinio pasa ya del 90% y los quesitos de las teles llevan un rato reflejando una mayoría del PP (48 diputados) y Ciudadanos (17) en la Comunidad de Madrid. Cifuentes se decide a bajar ante las cámaras poco antes de la una de la madrugada. Le acompaña su inseparable asesora de prensa, Marisa, que en su día fue también la sombra de Alberto Ruiz Gallardón, en el ayuntamiento y la Comunidad. En el trayecto a la sala de comparecencias todos son besos.

Los periodistas preguntan a Cifuentes por el resultado de Aguirre, por si pudo cometer errores con su agresiva campaña y sus ataques a la jueza Manuela Carmena. "Más que pensar que un compañero se ha equivocado, pienso en nuestros aciertos", responde, diplomática. Despeja otra pregunta sobre si la jefa de la oposición en el Ayuntamiento de Madrid puede presidir el PP regional recordando que Aguirre ganó un congreso y que su sucesión no toca ahora. Ofrece varias veces "diálogo y colaboración a todos los partidos que han obtenido representación" en la asamblea regional, también a su rival socialista, Ángel Gabilondo, quien ya la ha llamado para felicitarla. Pero subraya que "el acuerdo será más fácil con los partidos con los que hay más coincidencias". Todos tienen en la mente a Ciudadanos. "Habrá que hablar, tengo la intención de gobernar para todos, no solo para los del PP", se deja querer. La rueda de prensa acaba con un aplauso de su equipo De vuelta al tercer piso más abrazos y besos.

No corre el champán y alguien pregunta por cervezas. "No quedan". Los asesores de Cifuentes tratan de ordenar las peticiones de entrevistas. La mayoría de radios y televisiones la quieren este lunes por la mañana temprano. La candidata se dispone a telefonear a su hijo Javier, de Erasmus este curso en Viena, para resumirle el día. Es la 1:46 de la madrugada. Expira el 24-M en Génova 13. Contra todo pronóstico, la lideresa del PP estaba en la tercera planta.

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