Las “devoluciones sumarias” de inmigrantes indignan a los obispos
La Jornada Mundial del Emigrante revindica un trato digno a todas las personas
El efecto Francisco, jesuita hijo de emigrantes italianos a Argentina y ahora retornado como Pontífice romano, se deja sentir en la campaña de la Iglesia católica con motivo de la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, convocada para el próximo día 18. Este jueves se ha presentado en la Conferencia Episcopal con palabras muy críticas al Gobierno y la esperanza de que aún pueda rectificarse el propósito de endurecer aún más la legislación actual. “Nos indignan algunos tratos dados a los inmigrantes, como las devoluciones sumarias, sin verificar si las personas pudieran ser acreedoras del asilo político, ser víctimas de la trata o estar necesitadas de asistencia sanitaria urgente antes de expulsarlas”, ha dicho el obispo de Albacete y presidente de la Comisión Episcopal de Migraciones, Ciriaco Benavente. La jornada mundial lleva el lema: Iglesia sin fronteras, madre de todos.
España es, junto con Lampedusa (Italia) y Arizona (EE UU), uno de los tres puntos calientes de la inmigración. Pero en tragedias, el mar Mediterráneo se lleva la palma, convertido en lo que el Papa ha llamado “un gran cementerio”: más de 3000 muertos el año pasado, entre ellos 15 bebés en las costas de Cádiz. “Somos hijos de emigrantes, y esto a veces la sociedad española lo ha olvidado”, señaló el prelado. En España hay censados cinco millones de extranjeros. El grupo mayor son los rumanos (795.513 personas), seguido por los marroquíes (771.427), los británicos (297.299), los ecuatorianos (218.189) y los chinos (185.250).
España es, con Lampedusa (Italia) y Arizona (EE UU), uno de los tres puntos calientes de la inmigración
“Reconocemos el derecho de los Estados a regular los flujos migratorios. Valoramos las muchas vidas salvadas por las patrullas de vigilancia y por los servidores del orden público en las proximidades de nuestras costas. Pero hay derechos que son prioritarios. Las políticas migratorias no pueden depender solo de nuestras necesidades, sino de la dignidad de sus protagonistas y del vínculo que nos une como miembros de la familia humana. Cuando todos presumimos de ser ciudadanos del mundo, todavía hablamos de extranjeros", denunció Benavente.
José Luis Pinilla, jesuita como Francisco y responsable de la Comisión Episcopal de migraciones, acudió a una frase del pensador suizo Max Frisch para subrayar la desazón con que organizaciones de la Iglesia católica, como Caritas y el Servicio Jesuita de Migrantes (SJM), viven el maltrato que se da a los emigrantes. “Queríamos mano de obra y nos llegan personas”, dijo Frisch en un tiempo en que buena parte de los trabajadores extranjeros en Suiza eran españoles. A las ocho de la mañana todos los emigrantes son pocos; a las ocho de la noche sobran todos, explicó Pinilla citando al alcalde Juan Enciso, de El Ejido (Almería), una de las poblaciones donde se han producido conflictos más virulentos.
“Los emigrantes son una riqueza. Es una pena que esta dimensión se oculte. Alimentamos una imagen cada vez más amenazante de los otros. Lo vemos en Ceuta, en Melilla, en los centros de internamiento de emigrantes (CIES), en los guetos de nuestras ciudades donde se refugian los migrantes empobrecidos, en los recortes sociales y últimamente en las leyes que amparan las llamadas devoluciones en caliente”.
Para ilustrar sobre tragedias vividas en primera persona, ha comparecido ante los medios de comunicación el sacerdote Gabriel Delgado, delegado diocesano de migraciones en Cádiz y Ceuta, con experiencia de más de 20 años. “Somos testigos en primera línea del dolor y el sufrimiento. Nunca nos llegamos a acostumbrar ante estas tragedias y muertes. Nos producen una gran rebeldía interior. Las dos orillas del Mediterráneo lloramos los mismos dolores”, ha dicho.
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