Tardío remedio de una anomalía
Juan Pablo II y Benedicto XVI marginaron al obispo Blázquez por haber apeado a Rouco del liderazgo episcopal
Francisco remedió la mañana del domingo una clamorosa anomalía, que olía a revancha de sus predecesores Juan Pablo II y Benedicto XVI contra el arzobispo Ricardo Blázquez por haber arrebatado al cardenal Rouco la presidencia de la Conferencia Episcopal Española (CEE). Ocurrió contra todo pronóstico en 2005, cuando Blázquez era un simple obispo, entonces destinado a Bilbao. La elección causó tanta sorpresa como la derrota del poderoso cardenal de Madrid, aspirante a repetir un tercer mandato en ese cargo. Lo dijo Blázquez minutos después de la votación en una asamblea en la que estaban presentes 77 obispos. “Ha sido una sorpresa enorme lo decidido esta mañana. Yo no lo he buscado”. En la historia de la CEE, era la primera vez que un obispo a secas se aupaba a esa jerarquía. Hasta Blázquez, los presidentes o fueron cardenales -Bueno Monreal, Tarancón, Suquía, el propio Rouco-, o habían sido ya distinguidos con el mando en una archidiócesis importante: los arzobispos Casimiro Morcillo (Madrid), Díaz Merchán (Oviedo) y Elías Yanes (Zaragoza).
Su elección al frente de la Conferencia Episcopal causó tanta sorpresa como la derrota del poderoso cardenal de Madri
Blázquez (Villanueva del Campillo, Ávila, 1942) presidió la Conferencia Episcopal entre 2005 y 2008 y fue apeado del cargo por Rouco en una votación coherente con las intenciones del papa Ratzinger, elector en la sombra. Si los apoyos se miden en función de los gestos de Roma, Blázquez tenía muy difícil la reelección. Era (seguía siendo hasta ahora) el único presidente de una conferencia episcopal europea sin capelo cardenalicio y, entonces, sin ni siquiera ostentar la prerrogativa de un arzobispado. Roma había tenido ocasiones para demostrarle un mínimo reconocimiento jerárquico, pero siempre se lo negó. Durante su mandato quedaron libres los arzobispados de Navarra y Zaragoza, entre otros, pero los papas Wojtyla y Ratzinger lo relegaron en favor de prelados más conservadores y combativos, confirmando así el reparo principal de los partidarios de Rouco a Blázquez: Que era (que es) blando para afrontar en España una ofensiva laicista que Roma tachaba entonces como “fundamentalista”. Contra la costumbre de Rouco y su entusiasmada corte de seguidores, el presidente Blázquez no iba a manifestaciones contra los Gobiernos de turno, ni aceptaba la teoría tantas veces expresada entonces de que la Iglesia católica estaba (está) perseguida en España.
Haciendo cardenal a Blázquez, Francisco remedia otra anomalía, pues España solo tiene ahora dos cardenales en activo
Antes de retirarse, Benedicto XVI remedió en parte la anomalía nombrando a Blázquez arzobispo de Valladolid. Fue en marzo de 2010. Ya no lideraba al episcopado, de nuevo presidido por Rouco. Cuando éste se acercaba a la jubilación, aceptada por Francisco el verano pasado, los obispos volvieron a preferir a Blázquez como su presidente, en una clara muestra de acercamiento a la proclamada primavera del nuevo pontífice.
Haciendo cardenal a Blázquez, Francisco remedia otra anomalía, pues España solo tiene ahora dos cardenales en activo, en Barcelona y Valencia. El uno, Martínez Sistach, espera ya la jubilación a punto de cumplir los 78 años; el otro, Antonio Cañizares, acaba de llegar procedente de Roma, donde era uno de los ‘ministros’ de Benedicto XVI. El resto, hasta diez llamados ‘príncipes de la Iglesia’, o viven en Roma, o están jubilados, o ya no tienen derecho a voto por superar los 80 años de edad.
Con Blázquez, la archidiócesis de Valladolid remedia otro olvido de Roma. Hacia un siglo que no había un cardenal en esa sede, que solo ha tenido tres en su larga historia (sobre un total de 203 desde que existe ese cargo). El último fue el cántabro José María Justo de Cos y Macho, nombrado por Pío X en 1911. Antes lo fueron el criollo guatemalteco Moreno Maissonave (1868) y el turolense Cascajares y Azara (1895).
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