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Pujol Ferrusola contó al juez que hizo negocios “pasando información”

El hijo mayor del 'expresident' se definió como "dinamizador económico"

Fernando J. Pérez
Jordi Pujol Ferrusola sale de la Audiencia Nacional tras declarar el 15 de septiembre.
Jordi Pujol Ferrusola sale de la Audiencia Nacional tras declarar el 15 de septiembre.Claudio Álvarez

Jordi Pujol Ferrusola es un hombre hecho a sí mismo. Tan hecho a sí mismo que se “inventó” –el verbo es suyo- una calificación para describir su trabajo: “dinamizador económico”. Al amparo de este novedoso concepto, un híbrido entre intermediario y relaciones públicas, el primogénito del expresidente catalán logró que sus sociedades, y las de su exesposa, Mercé Gironès, ingresaran 8,5 millones de euros de 17 empresas contratistas de la Generalitat entre 2004 y 2012. El juez de la Audiencia Nacional Pablo Ruz ha abierto una causa penal al matrimonio por blanqueo de capitales y delito fiscal. La policía sostiene que las sociedades de la pareja -separada desde 2011, pero que mantiene en suspenso su decisión de divorciarse ante el “barullo” de la investigación- facturaron cantidades millonarias por servicios que realmente no prestaron. Es decir, que los fondos que atesoran Pujol Ferrusola y Gironès son, en opinión de los agentes, mordidas de las empresas, en su mayoría constructoras adjudicatarias de grandes obras en Cataluña.

El pasado 15 de septiembre, el mayor de los siete hijos de Jordi Pujol compareció como imputado ante el magistrado. Al contrario que la mayoría de los investigados por delitos de corrupción, el hereu accedió a responder a todas las preguntas del juez Ruz, de la Fiscalía Anticorrupción y de los abogados presentes, entre ellos el suyo, Cristóbal Martell. En su declaración, Pujol Ferrusola, de 56 años y licenciado en Económicas, explicó una por una las operaciones mercantiles por las que facturó, y que abarcan desde la venta de terrenos a los hoteles pasando por los campos solares.

El hijo del expresident empezó el interrogatorio echando por tierra la denuncia de su expareja, María Victoria Álvarez, que relató supuestos viajes a Andorra con mochillas llenas de billetes de 500 euros. Pujol Ferrusola describió su relación como “íntima sexual, nunca íntima personal ni de convivencia”. También repasó su currículo: tras acabar la carrera, en los años 80, el primogénito de Pujol trabajó en la exportación de pieles curtidas, en una empresa de interruptores eléctricos y –la que describió con más cariño- en Figueras International Seating, compañía que describió como “el mejor fabricante del mundo de butacas de cine y de salas de conferencias”. De ahí, pasó a montar un despacho que asesoraba a empresas japonesas con interés en el mercado español, y en 1994 fundó Natural Stone Marketing Center, empresa de venta de piedras nobles que sería el germen del entramado societario con el que operó después en su vaporoso trabajo de “dinamizador económico”.

Pujol Ferrusola hizo un alarde de memoria, pese a que se refería a operaciones que en algunos casos son de hace diez años y de las que no queda más rastro que las facturas finales, ya que siempre le contrataban “verbalmente” y sus gestiones no dejaron huella alguna en forma de correos, memorandos, planos o documentos. Su trabajo, explicó, consistía exclusivamente en ofrecerse a las empresas para “pasar información” sobre oportunidades de negocio.

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En la declaración, a la que ha tenido acceso este periódico, Ruz dedicó un bloque especial a los tratos de Pujol Ferrusola con Copisa (Constructora Pirenaica). Esta empresa, adjudicataria, entre otras obras públicas, de la ampliación de la línea 9 del metro de Barcelona, es la principal pagadora del primogénito de Pujol: 3,59 millones entre 2008 y 2009. Según él, ayudó a diversificar la actividad de Copisa en cinco áreas de negocio: turismo interior, energías alternativas, oficina en Madrid, industria y expansión internacional.

Una de las “intermediaciones” de Pujol Ferrusola con Copisa, siempre a través de su amigo Xavier Tauler, alto directivo de la empresa, tuvo que ver con la compra del proyecto de Los Merinos, una urbanización de lujo frustrada en Ronda (Málaga). Preguntado por su papel en la operación, el imputado dio esta respuesta: “Es lo mismo que hago en otras cosas con Tauler, yo simplemente le paso información”. Según él, le preguntó a un amigo suyo, Christian Millorini, alto ejecutivo del Banco Spirito Santo, si tenía algún “proyecto para poder comprar”, y entre los que le indicó estaba Los Merinos. Por esta gestión de intermediación, no plasmada en ningún contrato escrito, Pujol Ferrusola ganó 1,1 millones de euros.

Por la compra de unas oficinas para Copisa en Madrid, Pujol recibió 175.000 euros, pese a que el inmueble se hallaba anunciado en diversos periódicos y portales inmobiliarios. “Le dije a Tauler: la oficina tiene que ser con gente de Madrid, tienes que poner las raíces en Madrid, porque si no, te será muy difícil entrar en la economía de Madrid y de la Comunidad”. El juez Ruz le interrumpe y le pregunta: “¿Y por ese paso de información cobra usted 175.000 euros?”. La respuesta llegó con naturalidad: “Bueno, si la factura es así, sí”.

Los empresarios que supuestamente contrataron a Pujol Ferrusola, tanto por estas operaciones como por otras como las gestiones para un tendido eléctrico de Isolux en Gabón o unas obras de Copisa para Repsol en la refinería de Cartagena declararon el pasado 12 de noviembre como imputados ante Ruz. Todos ellos aseguraron que este realizó trabajos de manera efectiva, aunque siempre trataron con él de manera verbal. Sin embargo, al día siguiente, en declaraciones como testigos, una decena de empresarios con las que supuestamente debió mediar el hijo del fundador de Convergència en estos negocios negaron siquiera conocerle. No fueron declaraciones torrenciales, de esas que por sí mismas marcan una investigación. Una por una, no obstante, fueron poniendo en entredicho la versión de Pujol Ferrusola. A veces la lluvia fina es la que más cala.

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Sobre la firma

Fernando J. Pérez
Es redactor y editor en la sección de España, con especialización en tribunales. Desde 2006 trabaja en EL PAÍS, primero en la delegación de Málaga y, desde 2013, en la redacción central. Es licenciado en Traducción y en Comunicación Audiovisual, y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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